Capítulo 22

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Aaron

—¿Quieres ir a la montaña rusa?

Uno de mis miedos son a las alturas. Me giré a mirarla con indecisión, pero al verla tan feliz por subir... decidí dejar mis ganas de huir y enfrentarlo.

Por ella.

Tomé su mano entre la mía y sentí cómo se tensó. Suprimí las ganas de  sonreír —Vamos.

Subimos al primer carrito, ya que los demás estaban ocupados. El mismo avanzó lentamente y sentí cómo mi estómago se revolvió y los nervios me atacaron. Llegamos a la cima de las vías, y antes de bajar con fuerza y brutalidad la gente dejó escapar un jadeo de sorpresa y gritos eufóricos.
Cerré mis ojos, apretando con fuerza el fierro que nos daba seguridad. Cuándo sentí una mano suave y pequeña ponerse arriba de la mía.

—No temas.

Este simple gesto tranquilizó mis músculos tensos, y suspiré mirándola.

—¡Vamos, Aaron! ¡Disfruta del aire golpeando tu rostro! —exclamó alzando sus brazos, mientras los cerraba.

Alcé mis brazos a lo alto dejándome llevar por el momento. El viento fresco golpeaba mi rostro satisfactoriamente —¡OUUUH! ¡MIERDA! —grité con euforia, a lo que la gente río —¡¿Cómo pude tener miedo a tanta maravilla?!

Nathalie reía a mi lado, mientras su cabello se iba de un lado a otro cubriendo su rostro, o destapandolo.

Todo con ella es perfectamente imperfecto.

[minutos más tarde]

Sus ojos estaban puestos en una pareja que estaba en uno de los juegos. Dónde tenían que derribar todas las latas para ganar un peluche.

—Derribaré esas latas por ti.

Me miró con un brillo que percibí. ¿Así me veo yo cada vez la miro?

—Confío en ti.

No me lo esperaba. Ella acaba de decir que confía en mí, sin importar que me haya conocido hace unas semanas.

—No me conoces lo suficiente.

—Sé cómo eres. No es necesario.

—Quizás sea cómo los demás. Quizás, mentí que era una cita para humillarte. Posiblemente.... todos están mirándonos escondidos, mientras se ríen, filmando para revelarsela al Colegio.

Sería una persona sin corazón si le hacía eso. Sin embargo, mi cita movió sus carnosos labios qué anhelo besar un día... lo cuál provocó un torbellino de emociones en mi ser.

—El día que hablamos en mi casa, algo me decía qué eras diferente a los demás. No me equivoqué. Tú nunca me harías daño.

Las palabras pueden parecer simples, pero guardan un significado complejo en ellas. Mi cita dijo tres palabras que casi provocaron un caos en mi interior.

—Seré tu guardaespaldas personal. Te cuidaré, y si tengo que golpear al que quiera ponerte un dedo encima... lo haré. Es una promesa.

Nath, la chica gorda. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora