Leah estaba completamente confundida, sus ojos observaban con atención cada facción del hombre que la tenía sujeta entre sus brazos. No pudo evitar pensar que era muy atractivo, sus ojos azules, sus labios finos y rosados, una pequeña barba que podía ser de días o no más de unas semanas, y un cabello castaño cubierto por una boina gris que parecía ridícula a simple vista, pero que al hombre le quedaba muy bien.
El artista, por su parte, no dudo en acercar su mano libre y acariciar la mejilla de la joven con el dorso de la misma. Leah no pudo evitar cerrar sus ojos ante aquel suave tacto que parecía quemar sobre su piel. Cuando los abrió, pudo contemplar la plena sonrisa que tenía el hombre.
Todos los presentes, que observaban atentos la situación, parecían no estar a su alrededor, hasta que uno de ellos murmuró algo que Leah escucho perfectamente, lo que la hizo separase del mayor y mirar al suelo con sus mejillas sonrojadas.
—Lo... Lo siento. —murmuró aún con su mirada en el suelo.
—Oh preciosa, dime cuál es tu nombre. —Leah no pudo evitar sentirse más avergonzada ante las palabras del hombre, y es que a pesar de ser palabras muy lindas, la joven no dejaba de pensar que se había equivocado de chica.
—S... Soy Leah.
—Oh Leah, un nombre perfecto para la musa perfecta... —los ojos de Leah se encontraron que aquellas orbes azules que la observaban con un brillo único. —Déjame presentarme, soy Niall Horan y estoy buscando la musa ideal. Y tú, preciosa, eres lo que he estado buscando durante mucho tiempo. —La joven abrió su boca sin saber que decir, creía no estar escuchando bien.
—Y... Yo... No creo... Es decir, yo no...
—Oh si pequeña, tú eres la joven perfecta para ser recreada en un cuadro. —el hombre sin descaro alguno la tomó del mentón y lo elevó ante sus ojos. —Tu rostro tiene la simetría que busco y tu cuerpo... —Leah tembló al oír aquellas palabras, si bien su rostro no era algo que le preocupaba, su cuerpo era lo que menos deseaba oír hablar de otra persona. —Tu cuerpo es el ideal para una de mis pinturas.
—Yo... Creo que se ha confundido. —La joven rápidamente se apartó del tacto del hombre y se contrajo abrazándose a sí misma. —Yo no sirvo para ser inspiración de nadie.
—Oh hermosa, estoy seguro que debajo de esa tela se encuentra una obra de arte hecha por los dioses. —el hombre sacó una tarjeta de su bolsillo y la extendió a la joven. —Por favor, ve a mi estudio mañana, no dejes a este artista sin arte.
—Yo... Yo... Tengo que irme. —Leah tomo la tarjeta y retrocedió lentamente.
El hombre observo cada paso que dio Leah hasta que por fin la perdió de vista, su sonrisa estaba tan amplia, y es que sabía que la había encontrado, había encontrado a su musa ideal, y estaba seguro de que no la dejaría ir.
~*~
Leah estuvo bastante distraída durante las siguientes horas de clase que tuvo, en su mente no dejaba de rondar aquellos ojos azules que la habían atrapado en el auditorio y aquella petición que el hombre le había propuesto.
Una parte de ella se decía a si misma que no debía ir, que tan solo era una trampa para burlarse. ¿Por qué un artista querría pintarla a ella? Leah no era bonita, no era rubia ni delgada, era todo lo contrario a lo que la palabra "belleza" significaba.
Era castaña de ojos marrones, baja de estatura y tenía un peso muy distinto al de las demás. Sus piernas y sus caderas eran muy anchas, y no pensaba en la grasa que sobraba de su abdomen porque sabía que aquellos pensamientos volverían a atacarla y lo que menos quería hacer era llorar.
Leah no lograba verse a sí misma atractiva y era difícil para ella aceptar cumplidos o halagos por parte de otro. Es sencillo sonreír a los demás y fingir que todo está bien cuando la realidad es que luchas contra tu cabeza para no caer.
Simplemente intentó no pensar más en aquel hombre ni en sus palabras o la propuesta hecha y decidió concentrarse en su vida. Cuando salió de la universidad se dirigió a su casa ya que no tenía trabajo aquel día.
Cuando llegó a su departamento lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y dejar que sus pies sintieran el frío del suelo. Caminó descalza hasta su habitación y se deshizo de todas las prensas quedando en ropa interior. Se colocó una camiseta ancha que le cubría hasta los muslos y doblo las prensas que se había sacado.
No había nada mejor que ponerse cómoda en su propio hogar, el único lugar donde no había gente para verla u ojos que la juzgarán, el único lugar donde podía ser libre y mostrar su cuerpo tal y como era.
Tomó su libreta de la mochila y se recostó en la cama, no pudo evitar comenzar a escribir frases sin pensarlas, de alguna manera se sentía inspirada. Y no fue hasta que las leyó, que se dio cuenta de aquella inspiración.
"En tus ojos yo vi lo que nunca sentí.
En tu mirada pude ver lo que nunca creí ser.
Y en tus palabras encontré lo que en un espejo nunca logré ver..."Leah dejo su libreta a un lado y se recostó boca arriba observando su techo. No podía quitarse de la mente aquellos ojos azules que la habían mirado con tanta alegría, jamás creyó que alguien la miraría de aquella manera, y es que para ella todas las personas que la miraban solo lo hacían por compasión o para criticarla por la espalda.
En su mente una voz le dijo que tal vez no era mala idea asistir al estudio del artista, después de todo, no todos los días alguien te pide que seas su musa.
La joven suspiró y se levantó de su cama para ver ir a darse un baño y luego comer algo. Arrastró sus pies hasta el baño y encendió la ducha, comenzó a despojarse sus prendas hasta quedar totalmente desnuda y se metió bajo el agua.
No lo pudo evitar, la voz del dolor tomó su mente, arrasándola con los mil y un pensamientos más horribles que podían existir. Leah se tapó sus oídos, intentando no escucharlos, pero es difícil callar al monstruo cuando vive en tu mente.
Abrió sus ojos y sollozo, empapada en sus propias lágrimas y el agua que caía sobre su cuerpo, se sintió tan pequeña, tan patética. Su vida siempre había sido difícil por no ser como Kendra, y es que ella era perfecta ante los ojos de todos y Leah solamente era un error, algo que había salido mal.
Era tan duro que todos la criticaran por no ser igual a su hermana, era tan duro que su propia madre la discriminara por no ser como ella deseaba.
Si, Leah era distinta, pero eso no le daba el derecho a nadie de criticarla, mucho menos guiarla al gran agujero de dolor donde estaba metida, donde no podía verse a su misma como algo bueno, donde lo único que veía al mirarse a un espejo era el dolor que la atormentaba día a día...
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Beautiful Muse © |njh|
Fanfiction"-Oh mi hermosa musa, pintaré tú cuerpo con mis manos y tú alma con mis labios..." *Historia terminada y pendiente a corrección de errores* Obra completamente mía, no se permiten copias, tampoco adaptaciones sin autorización previa mía.