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Leah se encontraba en su apartamento acompañada del artista, ambos se encontraban en su habitación, y mientras que la menor se dedicaba a trabajar en sus escritos, el artista la retrataba en un pequeño cuaderno perteneciente a su musa.

La paz reinaba en la habitación, y aunque el artista se encontraba completamente relajado, su musa bufaba frustrada por su trabajo, no conseguía transcribir lo que deseaba exactamente.

La menor cansada de batallar con las palabras refunfuño contra su almohada como una niña pequeña enojada.

—¿Sucede algo, amor mio? —el mayor alzó la vista observando a su pareja cubrir su rostro con una almohada.

—No logró escribir mi proyecto. Debo hacer un escrito y nada de lo que hago me convence, en verdad es frustrante. Es como si mi cerebro se hubiese secado. —habló con desánimo. El hombre sonrió enternecido al verla de aquella manera.

—Musa mía, creo que estas pasando por lo que se conoce como un bloqueo creativo. —afirmó casi con total seguridad.

—Lo sé y es horrible. —susurró recostandose boca arriba sobre las sábanas y observando al mayor.

—Tranquila, diosa. Necesitas descansar, tal vez relajarte un poco pueda ayudarte. —el hombre dejo de lado su dibujo y se acercó a la menor.—¿Qué tal si vemos alguna película o salimos a pasear un rato? Tal vez eso pueda animarte. —sugirió con calma, la menor lo observó con tristeza.

—¿Crees que pueda superar mi bloqueo?—preguntó casi de manera inaudible.

—¿Por qué no lo harías, bella musa? —la menor suspiró y observó sus manos.

—No soy tan buena como todos piensan, siento que mis palabras no transmiten nada especial. Siempre tengo miedo de que jamás logre algo que me haga sentir orgullosa. Mi madre siempre me ha dicho que escribir era una pérdida de tiempo, que debía dedicarme a otra cosa.—Sobo su nariz con delicadeza, el mayor podía notar como la angustia se apoderaba de la joven.

—Diosa mía—la tomó del mentón con delicadeza logrando que lo mirara a los ojos —¿Acaso escribir no es lo que te apasiona? —la menor asintió lentamente —Entonces olvida esas palabras, olvida lo que los demás digan, solo escucha a tu corazón. En la vida siempre habrá gente que quiera que te rindas, que no hagas cosas “atrevidas”, que no vale la pena seguir tus sueños. Pero lo que ellos no saben, es que tu serás feliz, porque los ignoraras, porque harás lo que tú desees y lograrás mucho más de lo que te propongas. —la menor comenzó a soltar lágrimas silenciosas que empapaban sus mejillas ruborizadas. —Tú puedes amor mío, eres una gran artista, no te desanimes, no dejes que una pequeña piedra interrumpa tu camino, demuestra el talento que llevas dentro, musa. Y sé feliz.

Leah no tenía palabras para todo lo oído, simplemente sonrió entre sus lágrimas y abrazo al hombre con fuerza, sollozando en su hombro, intentando transmitir aquel enorme agradecimiento que sentía por sus palabras, en verdad estaba agradecida con la vida por haberlo conocido.

—Gracias... En verdad, muchas gracias, Niall. —Lo observó con sus ojos cristalizados—Soy un maldito desastre y aun así estas aquí, conmigo, alentandome a seguir. No sé que he hecho para merecerte. —Él mayor sonrió enternecido y depósito pequeños besos en el rostro de su amada para acabar en sus labios, deleitándose con aquel suave sabor.

—Yo me pregunto lo mismo cada vez que te veo, amor mío. Eres mucho más de lo que merezco, Leah.

El corazón de la menor latía con tanta fuerza, sentía que saldría de su pecho en cualquier momento y se aferraria a los brazos de aquel hombre, porque allí estaba, entregada a las manos de aquel artista, perdidamente enamorada...

~*~*~

La joven reposaba en el sofá, disfrutando de un exquisito té que su novio le había preparado mientras leía uno de los tantos libros que tenía en su lista de pendientes. El hombre, por su lado, examinaba las estanterías repletas de libros. Inspeccionando aquella colección, encontró un cuaderno que llamó su atención, al sacarlo de aquel mueble, una gran sonrisa se formó en sus labios.

—Musa... —la menor alzó su vista ante su llamado — ¿Por qué no me cuestas más sobre tu vida? —inquirió acercándose con aquel álbum entre sus manos.

—¿Qué quieres saber? —lo observó intrigada, cuando notó aquel cuaderno entre sus manos, sus dudas se desvanecieron —Oh, ya veo. —Habló algo sonrojada. —Mi álbum de fotos.

El hombre tomó asiento a su lado y abrió aquel libro lleno de recuerdos de la menor, las primeras páginas estaban repletas de una pequeña Leah en sus primeros años de vida.

—Que bebe tan hermosa. —sonrió enternecido el artista por lo bella y adorable que era la joven en sus primeros años de vida.

—Mi padre siempre dijo que era su pequeña oruga—sonrió al recordar su infancia.

—¿Él era tu padre? —La menor asintió al observar aquella foto donde el hombre más importante de su vida la cargaba entre sus brazos con una gran sonrisa. —Eres muy parecida.

—Lo sé, mi madre siempre lo menciona, solía decir que yo era el niño que mi padre quería, mientras que Kendra era la princesa que ella quería. —suspiró con fuerza.

El artista sintió tristeza al oír sus palabras, se notaba la preferencia que su madre tenía entre sus propias hijas. Pasó las páginas y sonrió al ver a su musa disfrazada de mariposa junto a varios niños.

—Eso fue en primaria, recuerdo que mi padre me ayudó a armar mi traje, los niños se burlaban de mi por ser más grande que ellos, y decían que debía ser un árbol o una cochinilla, por lo que mi papá decidió hacer mi traje para que fuera la mejor mariposa de todas, fue un buen show a pesar de todo. —el artista sonrió levemente y siguió pasando las páginas.

—Oh, mira esto. —indicó encantado una foto de la joven con una gran sonrisa —Que hermosa chica. Los braquets te quedaban muy bien, amor. —Leah negó con una sonrisa por lo bajo. —¿Y ella quien es? —indicó otra foto donde la menor estaba acompañada de una joven morena.

—Ella es Dalia, fue mi mejor amiga durante toda mi adolescencia. La conocí luego de que Kendra me dejara por sus amigas el primer día de clases. Siempre fui muy tímida y quise estar con mi hermana por miedo, pero ella decidió abandonarme. Supongo que no quería que la avergonzara. Supongo que era normal, es decir, éramos dos niñas pasando a la adolescencia, buscando aceptación por parte de los demás.

—¿Sigues en contacto con Dalia? —preguntó bastante interesado.

—Si, bueno, no mucho, pero solemos hablar por teléfono. No he podido verla en persona hace mucho tiempo. La verdad es que me gustaría mucho, pero es difícil con los estudios, aun así, sigue siendo mi mejor amiga. La única en verdad, es por ello que le tengo mucho aprecio.

—Es una hermana para ti —la menor se encogió de hombros. —Sabes, muchas veces la familia no es necesariamente la que lleva tu sangre. La familia es quien te apoya sin importar qué, la que te quiere ver feliz.

—Lo sé. —ambos se observaron con una pequeña sonrisa. El timbre de la casa sonó llamando la atención de ambos. —Iré a ver quien es. —anunció mientras dejaba al artista en el sofá y abría la puerta.

Sus ojos se abrieron con sorpresa al reconocer a aquellas personas, no podía creer que en verdad estaban allí.

—Hola Leah...






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Beautiful Muse © |njh|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora