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— ¿Leah? —La nombrada quien estaba a punto de irse detuvo su paso al oír a su profesora llamarla. — Quédate un segundo por favor, me gustaría charlar contigo sobre tu escrito. —La joven asintió y se acercó al escritorio mientras los demás jóvenes se marchaban gustosos de la finalizacion de su clase.

— ¿Sucedió algo, señorita Higgins? —La menor estaba bastante nerviosa, pues no quería tener que rehacer todo su escrito.

—Toma asiento. —Le indicó la mujer frente a ella. El aula estaba completamente vacía, sin contar la presencia de aquellas dos mujeres. Leah obedeció y se acomodó sobre el banco quedando cara a cara con su profesora. —Verás, he estado leyendo los escritos y el tuyo me ha sorprendido. —La joven tembló al oír las palabras. —Sabía que tenías talento, pero jamás pensé en lo que eres capaz. —La mirada de la menor era de intriga ante la sonrisa de la mujer. —Tus palabras me han emocionado, Leah.

— Lo... ¿Lo dice enserió? —La sorpresa de la menor era tan grande y la aprobación de su profesora solo la  aumentaba más.

—Puedo sentir la pasión en cada párrafo, el sentimiento que trasmiten tus palabras. De verdad me siento encantada, es como leer la poesía de un enamorado de la antigüedad. —La mayor tomó la hoja entre sus manos y comenzó a leer un breve párrafo. —“Gracias, gracias por llegar y quedarte a mi lado. Gracias por conocerme y no dejarme, por mirarme a los ojos y decirme te quiero solo con una mirada. Tus palabras, tus caricias, eres tan perfecto que tengo miedo que sea un sueño. Siempre he tenido la duda de cuando llegaría mi fin, cuando llegaría al paraíso. Veo que ya lo estoy viviendo, por que estar contigo, es un paraíso del que no quiero irme jamás.” —La joven estaba completamente sonrojada, su profesora la observó con ternura y le sonrió. —Me ha gustado tanto tu escrito, que me he tomado el atrevimiento de mandárselo a mi hermana quien es editora en el periódico del país. Le ha fascinado tanto que me ha pedido tu autorización para publicarlo. ¿Qué dices?

—Yo... Yo... Dios... No me lo puedo creer.... —Los ojos de Leah brillaban como nunca, su corazón golpeaba con tanta fuerza y lágrimas de felicidad amenazaban con salir. —Dios... ¡Sí! ¡Claro que sí! Sería un honor.—La mayor estaba tan contenta como ella. —Gracias, en verdad.

—No debes agradecerme Leah, tienes talento, cielo. Y mi objetivo es que el mundo conozca de lo que son capaces mis alumnos. —Ambas se pusieron de pie. La joven no pudo evitarlo y abrazó con fuerza a su orgullosa profesora quien le correspondió gustosa.

—Gracias... —La joven agradeció por última vez antes de tomar su mochila y salir del aula con una radiante y gran sonrisa en su rostro.

La menor no podía creerlo, un escrito suyo estaría en el periódico, donde mucha gente lo leería, era un sueño para la joven aspirante, simplemente quería salir del lugar y contarle de su logro a la primera persona que cruzó su mente.

—Mi bella musa. —La suave voz del artista llamó su atención, haciendola girar y observar al hombre apoyado contra el paredón a la salida del campus. La joven no se resistió y corrió a sus brazos, aferrando su cuerpo con fuerza y sollozando en su hombro por la felicidad que estaba conteniendo. —Mi diosa, ¿Qué sucede? —El joven la observo preocupado, la joven sonrió detrás de sus lágrimas y plantó sus labios junto a los del mayor. El hombre algo atónito, le correspondió y la separó con lentitud.

— ¡Me publicarán! —El artista no podía creer lo que estaba escuchando. — ¡Publicarán mi escrito en el periódico!—La sonrisa del hombre se agrandó aun más al darse cuenta que las lágrimas de su musa eran de alegría y que por fin el mundo podría ver el talento que la joven tenía.

—Oh dios, Musa. ¡ES GRANDIOSO! —la menor río por la emoción de su acompañante. —Estoy muy orgulloso de ti, amor mío. —las mejillas de la menor tomaron color rápidamente al oír las dulces palabras del hombre. —Eres muy talentosa Leah, y es tiempo de que el mundo reconozca tu arte.

—Gracias... —Susurró la joven sin despegar su mirada de las orbes del artista. —Esto es gracias a ti... Tu has logrado sacar lo mejor de mi. —Él mayor se sentía tan enternecido por la joven. —Gracias... —Volvió a agradecerle antes de unir sus labios en un suave beso.

Todo a su alrededor pareció cambiar, el mundo parecía detenerse, el dolor, la angustia, todo el mal que la atormentaba día a día se esfumaba cada vez que sus labios se unían. Para Leah, Niall era su liberación, su paraíso, el único capaz de tomar su mano y enseñarle a volar.

Cuando la falta de aire se hizo presente, los amantes se separaron a duras penas, entre pequeños besos de alegría.

—Te llevaré a tu departamento y te prepararé algo para celebrarlo. Ya no puedo esperar para leer tu escrito, diosa. —La joven río por lo bajo algo avergonzada. —Vamos. —Él mayor la abrazó por los hombros y la acompañó rumbo al departamento.

En el camino, el silencio los acompañaba, al igual que las frias brisas de invierno. El artista insistió en comprar un café camino a la casa y llevar algunos pastelillos , y aunque la menor se rehusaba a que el hombre pagara por su comida, no pudo detenerlo.

—Adoro el invierno. —Confesó el hombre mientras soplaba levemente su café.

— ¿Encerio? —El artista asintió. —Hay muchas cosas que no sé de ti. Apenas y te conozco. —aceptó la menor.

—De acuerdo, pregúntame lo que quieras. —Le sonrió. —Anda, quieres conocerme musa y eso harás. —La joven lo pensó por un momento y luego asintió.

—Has... ¿Tenido pareja alguna vez? —El artista sonrió por lo bajo.

—Sabia que me lo preguntarias. —la menor se sonrojó. —Y la respuesta es no. — Habló con tranquilidad. —Pero si he amado, solo que no tuve la oportunidad de decírselo. —La menor noto la nostalgia que acompañaba su suave voz.

—No debes decirme si no quieres. —Intento detenerlo.

—Quiero hacerlo, musa. —Ambos detuvieron su paso y se observaron.— Quiero que conozcas quien soy. —La menor asintió levemente y lo dejo hablar. — Su nombre era Elizabeth, la conocí en mis últimos años de universidad. Era tan hermosa, tan delicada, tan fuerte y siempre sonreia. Ella era como tú, con una belleza inigualable. —La sonrisa en el rostro del hombre era tan suave y sincera. —Fue mi primer musa, ella me pidió que la retratase. Fue mi primera obra de arte y quería enseñársela al mundo entero. Día tras día me fue enamorando, me volvía loco, por las noches rogaba que el tiempo pasara rápido solo para volverla a ver. Tenía mi cuadro listo y quise enseñárselo junto a mis sentimientos por ella. Cuando llegue a su hogar la puerta estaba cerrada y había agua que salía de su departamento. Derrumbe la puerta y al entrar la encontré en la bañera, con sus ojos cerrados, su piel pálida y lastimada. Junto a ella estaban varios frascos de pastillas, vacíos. —Leah no podía creer lo que estaba oyendo, no se había percatado, simplemente estaba llorando. —Siempre se mostraba tan fuerte, con una bella sonrisa en su rostro, nunca me di cuenta del dolor que estaba cargando, hasta ese día...—El hombre suspiró y detuvo su paso, la joven lo observó y éste la tomó de sus mejillas con delicadeza. —Musa, no quiero volver a cometer el mismo error, aquel día prometí no guardarme mis sentimientos y no quiero evadir esto que tu provocas en mi. —Tomó una mano de la joven y la llevó a su pecho. —Te amo Leah, y seria un honor si aceptas ser mi novia...

Beautiful Muse © |njh|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora