Luego de un delicioso desayuno preparado por el mayor y un relajante baño, ambos partieron rumbo al estudio del artista para comenzar una nueva obra. Leah iba algo asustada, pues debería ver a las secretarias del hombre quienes la habían criticado duramente a sus espalda y no quería arruinar aquel día que había comenzado de maravilla gracias a Niall. Por otro lado, el artista iba tan tranquilo de la mano de su preciosa musa, ansioso por plasmar su belleza en su máximo esplendor, sin saber la angustia que cargaba la joven a su lado.
Ambos ingresaron a la galeria y la rubia detrás del escritorio los recibió con una sonrisa cordial.
—Buenos días, señor Horan. —Saludó la joven secretaria.
—Buenos días, Lorey. —Habló con tranquilidad el artista. —Musa, ve subiendo y espérame arriba. Tengo que revisar mi agenda con mi asistenta. No me tardo. —se dirigió con ternura a su musa. Leah asintió lentamente y sonrió con timidez.
—Con permiso. —se disculpo para luego subir escaleras arriba hacia el estudio del hombre. Una vez asegurado el artista de que su musa se encontraba en el estudio, decidió apoyarse contra el escritorio de su secretaria quien observaba su computador.
—El día de hoy... —Su secretaria comenzó a hablar pero la mano en alto de su jefe detuvo sus palabras.
—No vengo a oír la agenda, Lorey. Sé perfectamente que planes tengo. —La joven asintió confundida. —Lo que no entiendo es cómo puedo tener a empleadas con tan poca moral en mi espacio.
—¿Disculpe? —Lorey lo observó confundida mientras el artista simplemente limpiaba sus gafas de sol con su playera.
—Las disculpas no son para mi, Lorey. Deberías sentirte avergonzada por tus palabras sobre Leah. —La secretaria rápidamente entendió a lo que se refería. —¿Creíste que no te escucharía? No tolerare que te tomes la libertad de insultar a nadie en este lugar. Debería echarte por tu comportamiento y tus comentarios desagradables, tanto de Leah como mi vida privada, la cual no es de tu incumbencia, por cierto. —La mirada del artista fue directo a los ojos de la joven rubia, quien tenía sus mejillas rojas de la vergüenza.
—Señor, yo... —la joven comenzó a tartamudear del nerviosismo. —En... En verdad... Lo lamento. No fue mi intención... Decir esas cosas sobre... La señorita Leah y... usted.
—Pues no entiendo que intención tenias al momento de criticarla de esa manera. —Él hombre frunció el ceño. —Sé perfectamente de tu atracción hacia mí, Lorey. Y lo siento, pero no podría nunca estar con alguien como tú. Eres muy bella por fuera, pero tus celos reflejan un mal muy fuerte dentro tuyo.
—Lo siento... —La mujer bajó su mirada, sentía mucho miedo de perder su trabajo, pues, a pesar de sentir atracción por su jefe, también le gustaba trabajar en aquel lugar, pues compartía el mismo gusto por el arte que el hombre.
—Espero que sepas manejar tus comentarios inapropiados y que puedas aprender a respetar a los demás. Estoy seguro que tus padres no te educaron para que fueses una persona que discrimine por la apariencia.
—No señor. Tiene razón, lo lamento, no volverá a suceder. —La joven suspiró y levantó su mirada hacia el artista en forma de arrepentimiento. —Si me permite, desearía pedirle disculpas a la señorita Leah.
—Me alegra que tengas intención de hacerlo, pero prefiero que dejemos lo sucedido hasta aquí. No quiero que mi musa deba pasar por otro mal momento.
—Entendido señor y lo lamento, no volverá a suceder. Lo prometo. —El artista asintió y sin nada más que decir, subió escaleras arriba hasta su estudio.
Al entrar a la habitación, su musa se encontraba de brazos cruzados en la entrada, su mirada recargada de tristeza se dirigió a las orbes azules del mayor y suspiró para tomar valor y poder hablar.
—Te oí hablar con Lorey. —fue lo primero que escuchó el hombre. —¿Cómo lo supiste?
—No se tarda tanto uno en buscar sus cosas, musa. —Se acercó con lentitud hacia su musa. —Cuando salía, te vi aferrada a la baranda y oí los comentarios de Lorey y Veronica.—La menor suspiró con tristeza, el artista la tomó con delicadeza de su mentón y la hizo observarlo a los ojos —¿Por qué lo escondiste? ¿Por qué no me lo dijiste?
—Por qué no quería precisamente esto, Niall. —Habló alejándose de su toque. —No quería que te molestaras con ellas por mi culpa. Ellas solo... solo dijeron la verdad. — los ojos de la joven comenzaban a llenarse de lágrimas y su pecho comenzaba a ahogarla con su angustia. —Tienen razón, no puedo ser tu musa, una colección mía seria el fin de tu carrera.
—Por dios, Leah. —Él hombre quiso acercarse pero ella retrocedió. —Musa... —insistió queriendo tomar su mano pero nuevamente, la joven se apartó, lo que provocó que el artista bufara molesto. —¿Por qué te empeñas en esto, Leah? —La joven lo observó confundida entre sus lágrimas que habían comenzado a salir sin control alguno. —¿Por qué te desprecias de esta manera? ¿Qué te ha hecho odiarte a ti misma así? —Leah sollozó y se abrazó a sí misma, intentando no romperse, intentando que su mente no la quebrara delante del artista.
Cada vez su fortaleza parecía derrumbarse más ante las palabras del hombre, exponiendo su dolor, dejando ver aquello que ella escondía en su interior. Pero no podía permitírselo, nadie podía ver el dolor que llevaba, no quería ser una carga para los demás, y mucho menos para la única persona que parecía librarla de sus pensamientos cada vez que estaba a su lado. Sabía que si la verdad salía a la luz, el artista no la vería de la misma forma nunca más, pues la vería como la Leah que intentaba esconder.
El hombre camino a paso lento hacia su musa y tomó sus manos, apartandolas de su cuerpo y cubriendola con su calor en un fuerte abrazo.
—Déjame curarte, musa, déjame ayudarte a ser feliz. —La menor sollozaba en su hombro mientras el simplemente acariciaba su espalda con cariño, susurrando contra su oído sus intenciones. —Deseo lo mejor para ti, diosa mía, sólo muéstrame tu dolor. Concédeme el honor de poder sanar tus heridas.
La joven se apartó levemente para poder observarlo a través de su manto de lágrimas. El artista acarició sus mejillas con suavidad, deshaciendose de las lágrimas que cubrían su rostro y pegó su frente a la suya. Los ojos de la menor se cerraron al sentir aquel calor particular que solo existía cuando el hombre estaba tan cerca suyo.
—Llora tu dolor musa, liberarlo hace bien, pero tarde o temprano deberás decirlo, no puedes seguir así, bella. El mundo llora cuando tu lo haces... —ambas miradas se encontraron para luego acabar aquel mal momento con un cálido beso, o como Leah comenzaba a pensar "Los mágicos besos sanadores del artista", pues, cada vez que sus labios se tocaban, el dolor de alguna u otra forma, se alejaba.
Cuando la falta de aire se hizo presente, a duras penas separaron sus labios, pero sin dejar que aquel aura de tranquilidad se fuese.
—Es el momento perfecto para retratarte, musa. Tu rostro luce tan bello con su rubor natural. —La joven río por lo bajo, sonrojandose aún más a medida que el hombre depositaba suaves besos por todo su rostro. —¿Crees estar lista para mostrarle al mundo lo bella que eres? —Leah lo observó por unos segundos y asintió.
—Sí... Hazlo. —volvió asentir, segura de sus palabras. — Pintame desnuda, Niall.
Y con un ambiente acogedor, Leah se mostró ante el artista como había venido al mundo, dejando que el artista plasmará su cuerpo en un lienzo, tal y como era.
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Beautiful Muse © |njh|
Fanfiction"-Oh mi hermosa musa, pintaré tú cuerpo con mis manos y tú alma con mis labios..." *Historia terminada y pendiente a corrección de errores* Obra completamente mía, no se permiten copias, tampoco adaptaciones sin autorización previa mía.