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Ante las palabras “tu padre”, el cambio de Agustín es sorprendente.

Todas las emociones se deslizan de su expresión, y por un instante su rostro es perfectamente blanco, sus ojos vacíos.
Cuando por fin murmura—De acuerdo.

Es la cosa más fría que jamás le he oído decir.  ¿Quién demonios es el padre de Sebastian que incluso la mención más elemental podría tener este efecto sobre él?

—¡Excelente! —dice Luisa alegremente—Bueno, alquilé un auto. Debería estar estacionado afuera. Salgamos, ¿sí? 
—Espere, espere, espere —dice Jorge, corriendo impotentemente una mano a través de su cabello de nuevo

—¿A dónde vamos? ¿Quién es usted exactamente? ¿Qué sobre mi helado?

Con sorprendente habilidad, Luisa toma su helado y lo deja caer en un tacho de basura cercano. 

—¡Problema resuelto! Te prometo que el helado en este nuevo restaurante será mejor. ¿Partimos?

No puedo decir qué parece más trágico: Jorge con los brazos medio extendidos hacia el tacho de basura como si pudiera rescatar su postre, o Agustín, quien nunca había parecido más derrotado, mientras Luisa lo engancha por el brazo y lo conduce hacia la puerta. 

Decido que Agustín luce peor y ruego que no lo hayamos metido en un gran desastre. 

—Caro —se queja Jorge en mi oído mientras salimos—, ¿quién demonios es…? Santa madre de Dios.

Ve el auto, y yo también. Estoy boquiabierta al igual que él; no sé mucho de autos, pero puedo decir que esta enorme máquina de aspecto elegante probablemente vale más que todo el edificio de departamentos de mi mamá.

Sin embargo, Agustín no se ve sorprendido en absoluto. Se desliza en el asiento trasero con la misma expresión extrañamente vacía. Me aprieto junto a él, aunque hay un montón de espacio.

Mientras Luisa parlotea instrucciones al conductor, susurro—Agustin, realmente lo siento. No tenía idea de que ella te encontraría aquí. Debería haber elegido un lugar mucho mejor para escondernos.

Debo haber sonado tan angustiada como me sentía, porque él se ve un poco sobresaltado mientras me mira.

Para mi sorpresa, cuando él dice—No fue tu culpa. —No hay nada feroz en él en absoluto. 

Jorge, todavía de luto por su helado, no dice nada mientras el auto arranca, y Agustín está tan silencioso como un cementerio, así que me quedo para intercalar algunos “mmm” y “sí” mientras Luisa nos cuenta sobre un millón de cosas, entre ellas cuan lindo es el campus, y cómo de pintoresca parece la ciudad.

Me doy cuenta de que ella no dice nada más sobre el padre de Agustín, lo cual sólo sirve para aumentar mi curiosidad. Cuando el auto se detiene en frente del restaurante, al principio pienso que el conductor tiene la dirección equivocada. Es un lugar muy elegante, con escalones de mármol en la entrada, y un portero con traje.

Sin embargo, cuando Luisa salta fuera del auto, sé que es este. —La próxima vez vamos a tener que vestirlos primero —dice ella, dándole una mirada crítica a los jeans estratégicamente desteñidos de Jorge y al pequeño desgarro en la parte de atrás de mí vestido blanco. Entonces ella palmea mi hombro

—¡Estás impresionante, sin embargo, dulzura! Agustín sin duda ha encontrado a una ganadora. 

—Ella no es… —empieza Jorge al mismo tiempo que Agustín espeta— Ella no…

Pero ambos notan cuan ferozmente sonrojada estoy y se callan. Luisa nos lleva a través de la puerta principal, donde el maître nos detuvo, diciéndonos que necesitábamos una reserva.

Torrencial |Aguslina|✔|Adaptada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora