|35|

1K 54 12
                                    

|Maratón 1/?|

Afuera, el aire es fresco y frío de una manera en que me había olvidado que podía ser. Las sirenas suenan a lo lejos, espeluznantes ecos de sonido.

Al crecer, había parado de notar el constante gimoteo, pero ahora se destaca. Suspiro y subo el cuello de mi chaqueta.  El sol prácticamente está oculto. Puedo oír en la distancia a algún tío gritándole a su novia.

Un perro ladra.

Mamá nunca acostumbraba a dejarme salir después del anochecer, pero tal vez ella quería demostrarme que estaba bien con mi nueva independencia. Ojalá lo estuviera.

No puedo dejar de sentirme culpable por dejarla sola. Mis pensamientos vagan de vuelta a Agustín; maldición.

Habían sido cinco minutos sin un solo pensamiento sobre él. Sobre sus labios esculpidos, sus hombros angulosos, su musculoso estómago…

Le digo a mi cerebro que se calle cuando me doy cuenta de que estoy sudando, a pesar del frío.  Un ruidoso traqueteo me alcanza, y me detengo. Hay un equipo de construcción al final de la carretera, bloqueando mi camino. No quiero tener que escalar torpemente sobre sus cosas, así que me desvío a un callejón lateral que de todas formas me llevará más rápido a la tienda.  Pero he estado fuera más de lo que pensaba.

El callejón es sin salida, y cuando me doy la vuelta, hay cuatro chicos detrás de mí. 

—Mierda. —Las palabras se deslizan fuera de mis labios por error. Son mayores que yo pero no mucho; más grandes que yo, sin embargo.

Nadie está apuntando una pistola, lo que es un milagro por sí solo en Newark, pero el chico más grande en frente de mí tiene un brillante cuchillo.

—Esa no es una manera agradable de saludar a los extraños, nena. —Él cruje su cuello a un lado y sonríe.

—No hagas esto difícil para ti. 

Estoy cansada y enojada y asustada todo al mismo tiempo. Cansada porque no quiero lidiar con esto. Enojada porque no debería tener que hacerlo. Asustada por obvias razones.

—Vete a la mierda.

Uno de los chicos de atrás ríe. Es alto, con un tatuaje curvándose sobre su bíceps.

—Encontraste una perra descarada, Peter. 

—Uno de mis tantos talentos especiales.
—Este imbécil llamado Peter avanza unos pasos, acercándose a mí más de lo que me gusta.

Huele a humo de cigarrillos. Repentinamente la situación me golpea y mis piernas se vuelven completamente débiles, casi me tambaleo, santa mierda. 

Santa mierda. 

—Mejor dan la vuelta, porque ninguno de ustedes van a disfrutar los próximos treinta segundos y pueden ver muy bien por qué —sisea una voz. 

Agustín acaba de aparecer de la nada.  Debajo de las mangas de su camiseta, pudo ver cada músculo esculpido contra la piel de sus brazos. Su expresión es más aterradora que todo lo demás puesto junto. Es puro asesinato. 

El primer chico cae tan rápido que ni siquiera veo lo que pasó; solo un borrón, un crujido y un gruñido.  Entonces el chico que se rió de mí está fuera de combate, y los ojos de Agustín están negros de furia. 

Oh, Dios mío. 

Alivio rasga a través de mí como un tornado. Alivio y luego miedo; porque Agustín no tiene un cuchillo, los otros chicos sí.  Su puño conecta con la mandíbula del segundo tipo, pero este está construido como una torre de agua y solo se tropieza, no se cae.

Es tiempo suficiente para que el otro le pegue un puñetazo a Agustín en la cara. Grito involuntariamente, pero Agustín barre las piernas de su atacante y golpea su cabeza contra la pared, sin prestar atención a la magulladura aflorando en su pómulo. 

El segundo chico está tambaleándose alrededor, aturdido. Aprovecho la oportunidad para pegarle una patada en la entrepierna. Él cae hacia tras con un grito muy satisfactorio. 

—Vas a malditamente lamentar esto, hombre —ladra el líder con el cuchillo.

Corre hacia Agustín, cortando salvajemente. Agustín salta hacia atrás, pero no lo suficientemente rápido; el cuchillo se hunde profundamente en su brazo. La sangre salpica su camisa. 

—¡Agustin! —grito, y lanzo mi mirada alrededor. Hay un segmento abandonado de una barra de metal, la clase de usadas para apuntalar tiendas, descansando sobre una pila de basura. La agarro justo cuando el tipo se lanza de nuevo con el cuchillo hacia Agustín. 

—¡Aléjate de él! —Golpeo con toda la fuerza de mis brazos. La barra se estrella duramente contra su nuca. Él deja escapar un estrangulado grito y suelta el cuchillo, que Agustín inmediatamente patea a un lado antes de dejar inconsciente al chico con un par de puñetazos. 

Suelto la barra. Cae con estrépito. El brazo de Agustín se ve serio. Hay sangre goteando de los extremos de sus dedos.

—Agus, ¿estás bi…?—Pierdo mi voz cuando me agarra, apretando mis hombros tan fuerte como puede sin lastimarme. 

—¿Te encuentras bien? ¿No te hicieron daño en absoluto?

—No… no —me las arreglo para decir, tratando de tranquilizarlo mientras al mismo tiempo estiro mi cuello para tener una mejor visión de su brazo. 

Él inclina su cabeza por un momento. Me doy cuenta de que sus hombros están temblando. Su voz es delgada y desgastada.

—Debería haber venido más temprano. Podrían haberte atacado. Ellos casi…

Hay terror real en su voz. Corta directo a través de mi corazón. Instintivamente lo abrazo, su cuerpo está húmedo con sudor.

—Estoy bien, Estoy justo aquí. ¿Ves? Nada pasó.

Él permanece rígido hasta que lo suelto, y luego asiente lentamente. 

—Tu brazo…

Él mira hacia abajo como si acabara de notarlo, a pesar del hecho de que todo debajo de la herida está teñido de rojo. Eso sucedió porque yo era lo suficientemente estúpida como para pasear por un callejón. Aprieto mis dientes.

—Vamos a buscar un taxi. Necesitas puntos.

Pero Agustín no me está mirando. Uno de nuestros atacantes se está revolviendo.

—Aún no he terminado con estos pedazos de mierda.—Estoy sorprendida por la malicia en su voz. Es la primera vez que oigo auténtica maldad allí, no solo un exterior para asustar a la gente.

—Sí, lo has hecho. Tenemos que llevarte a un hospital. 

Agustín me ignora. Levanta al líder semiinconsciente por el cuello, sosteniéndolo por encima del suelo, y sisea

—Realmente deberías haber escogido a alguien más en la esquina.

Él inclina su puño. 

—¡Agus, no! —Agarro su brazo antes de que él pueda atacar, su piel está resbaladiza con sangre. La expresión de Agustín está casi ciega de odio.

—Esto no es lo que eres. 

—Lo es. —La voz de Agustín tiembla

—Podría matarlo en un segundo. 

—Pero no lo harás. —Mi agarre se aprieta en su muñeca. —Suéltalo.—La mandíbula de Agustín se tensa, pero obedece, dejando que el otro hombre se desplome de vuelta al suelo.  Y deja que lo lleve de regreso a la calle principal.





:V

Torrencial |Aguslina|✔|Adaptada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora