|20|

939 56 17
                                    

—Me encantaría —digo, maravillándome de nuevo ante la idea de que una mujer con tanta clase y tan hermosa quiera tener algo que ver conmigo. Cuando el coche se marcha, digo adiós con la mano hasta que desaparece alrededor de una curva en el camino.

Entonces llevo toda mi nueva ropa hacia el corredor, maniobrando con mi puerta y dándole codazos para abrirla. Larissa está en su cama, con los audífonos puestos y los ojos cerrados. Ella no los abre hasta que lanzo las bolsas en mi cama.

—Oh, hola, Caro.—Se estira y bosteza. Hemos conseguido ser un poco más íntimas desde mi primera noche aquí, pero no puedo evitar sospechar un poco de ella. Se pone boca abajo y sonríe.

—¿Adivina qué he oído? Agustín Bernasconi, fue visto en un club con una nueva estudiante de transferencia de cabello largo. Hombre, estás consiguiendo un buen comienzo en esta apuesta, es increíble.

Trato de no lucir incómoda. —Sí, pensé que él podría necesitar una noche afuera, así que…
—¿Y él dijo que sí? —Su cara se llena de asombro—No tienes idea de lo increíble que es eso. ¡Voy a perder totalmente la apuesta! Oh, ¿qué es todo eso?
—Ropa —digo, preguntándome cómo explicar todas las bolsas—. Yo, um… fui de compras.

Silba, levantándose de un salto de la cama para ayudarme a desempacar todo.

—¡Guau! ¡Esto es asombroso! Tu cabello también luce genial. Agustín definitivamente no será capaz de resistirse a ti ahora. Ooh, este vestido es muy bonito. ¡Pruébatelo! Tengo que ver cómo se ve.—No puedo evitar sonreír un poco.
—Está bien. Déjame cambiarme.

El vestido realmente se me ve bien. Es blanco y tiene un estampado con flores de color violeta. Y le hace a mis pechos algunos grandes favores. Me giro hacia un lado en el espejo, sorprendida ante un cuerpo que no se parece en nada a lo que estoy acostumbrada.

—Déjame peinarte —dice Larissa efusivamente, sujetando mi nuevo cabello en este sofisticado moño. Suelta unos rizos para enmarcar mi rostro, y antes de que pueda escapar, ataca mis ojos con un lápiz de algo negro y humeante.
—No deberías tener que poner tanto esfuerzo cuando ni siquiera voy a salir —protesto, retrocediendo.
—Es agradable arreglarse sólo por diversión algunas veces. —Me hace girar hacia el espejo—¿No es así?

Con los ojos así, me veo misteriosa. Definitivamente no como yo misma. Un poco como ella. La chica devolviéndome la mirada se ve casi sin miedo, el tipo de chica que podría ayudar a Agustín a luchar contra sus demonios. Alguien toca la puerta.

—Lo tengo. —Probablemente es Jorge, viniéndome a fruncir el ceño por correr detrás de Agustín en el almuerzo. Ugh, y él probablemente va a burlarse de mi por el maquillaje, pero no hay tiempo para limpiarlo. Fijo la mejor mirada desafiante en mi rostro y abro la puerta.

Es Agustín.

En un inicio su mirada está sobre el suelo, y la levanta con un destello de algo entre la determinación y la disculpa, pero la visión de mi persona ahuyenta cualquier palabra que estuviese preparando. Sus ojos se abren minuciosamente y él se convierte en una sombra pálida.

¡Oh, Dios! debo verme como un payaso y lo he asustado. Puedo sentir mi cara sonrojarse.

—Oh… hola.

Cuando consigue el control de sí mismo otra vez, dice en voz baja.

—Quiero hablar contigo.
—¡Déjenme darles privacidad, chicos! —Es Larissa, apenas disimulando la conmoción en su voz. Ella me lanza un guiño antes de huir de la habitación con su bolso, pero veo algo en sus ojos que no puedo definir. 

—Entra —digo rápidamente, abriendo más la puerta
—Lamento que esto sea un desastre, todavía no he conseguido guardar todo…

Estoy balbuceando, demasiado asombrada por el hecho de que Agustín está en mi habitación. En medio de mis posters baratos y mis frazadas desteñidas, se ve aún más como algo mítico; algún dios hermoso, tal vez, pero no uno agradable.

Su mandíbula está tensa, y hay una lucha en sus ojos.

Cuando abre su boca, tengo el presentimiento de que él va a decir algo importante, pero todo lo que dice es—Tu habitación es tan infantil como tú.

Agarro mi osito de peluche y lo arrojo bruscamente en mi armario.

—¡Oh, mi compañera debe haber dejado a su animal de peluche en mi cama! ¡Qué raro! —digo, consciente mientras hablo de que mi voz aumenta cincuenta decibeles cuando miento. 

Y entonces me doy cuenta de que él hizo una mueca tan pronto como hizo ese comentario. Por razones que no puedo entender, se ve furioso consigo mismo. O tal vez está furioso conmigo y estoy malinterpretando las cosas. Tomo un profundo aliento.

—Agus, lo siento. No debería haber saltado sobre ti hoy. Entiendo por qué escapaste, tu madrastra realmente parece sofisticada y entiendo que probablemente tú estabas avergonzado de que ella te haya visto con alguien… bueno, con alguien como yo. Sé que soy un desastre y no quise decir...

Da un rápido paso hacia mí y antes de que me pueda mover, sus manos están en mis hombros. Sus dedos presionan fuertemente en mi espalda y él inclina su cabeza ligeramente.

—Detente. Por favor.

—Lo siento, sé que hablo mucho —susurro. La sensación de su toque envía corriente rodando a través de mi piel. Repentinamente, la habitación se siente mucho más pequeña—Sólo quería que supieras que entiendo...

Cubre mi boca, como hizo detrás del seto. Esta vez es más gentil, pero igual de desesperado.

—No me castigues de esta manera.
—¿Casti... garte…? —murmuro contra su piel.  Se aleja de golpe.
—Nada de lo que hice fue tu culpa. Soy el cobarde que te abandonó con la mujer misteriosa. Soy el bastardo que te dijo esas cosas.

Sus manos están apretadas en puños tan fuertemente que parece casi doloroso. Sin pensarlo, agarro sus manos y las extiendo. Se suavizan inmediatamente ante mi contacto. Su uñas han dejado marcas rojas en su palmas. 

—Agus, tú... no hiciste nada malo. No estoy molesta…
—No te atrevas a perdonarme —murmura él. —No lo merezco.

Me siento como una ventana que ha sido abierta y esto es lo que está detrás, lo que Agustín trata de ocultar detrás del hielo, un profundo auto odio tan intenso que casi puedo sentirlo en el aire.  Suelto sus manos y lo golpeo suavemente en un lado de su cabeza.  El odio a sí mismo en sus ojos disminuye lo suficiente para que pueda ver que está sorprendido. Lentamente, se toca el lugar donde lo golpeé.

—Listo. Ya estás castigado —le digo alegremente—Me mordiste un poco, pero está bien. La gente a veces pierde su temperamento. Te perdono porque eso es lo que hacen los amigos.

Permanece en silencio por un minuto. Se deja caer sentado en la cama junto a mí; ni siquiera me di cuenta de que me senté.

—¿Cómo puedes llamarme tu amigo? No he sido más que frío contigo.

Me encojo de hombros, sonriendo.

—Soy terca. Y me gustas.
—Eso o quieres algo —murmura él. 

Abro mi boca, a punto de disipar esa idea, pero luego recuerdo la apuesta de Larissa. Es algo de lo que me sigo olvidando. La sorpresa de eso me calla. Bien podría estar manipulándolo para obtener ese trabajo para mi mamá.

¿Soy una persona horrible? 





:/


Torrencial |Aguslina|✔|Adaptada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora