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Después de un momento, sus ojos se abren de golpe. Me mira sin reconocerme, su expresión ciega. Eso envía un cuchillo a través de mi corazón. Instintivamente lo abrazo, sintiendo sus latidos palpitar a lo largo de su cuerpo.

—Está bien, sólo era un sueño.—Lo siento relajarse contra mí, apenas.

—Todavía estás aquí —dice en voz baja. 

—Por supuesto que sigo aquí. ¿A dónde iría? —digo, tratando de mantener un tono ligero—. ¿Estás bien? 

Él coloca una mano en su frente, inhalando profundamente para recuperarse.

—Estoy bien. Lamento haberte despertado. 

—No, estaba despierta porque… —No hay forma de que le diga sobre ese sueño. Conociéndolo, probablemente se sentirá culpable por lo que hizo en su propio sueño—Estaba pensando en lo que hicimos en la playa. Fue increíble. Supongo que había esperado que doliera más, pero…

—¿Qué quieres decir con que habías esperado que doliera más? —Él se sienta y enciende la lámpara que está a su lado. La luz dorada cae sobre su pecho, que todavía está empapado de sudor.

—Caro, ¿eres virgen? 

—Bueno, ya no más —señalo. Él gime y se deja caer contra su almohada, cerrando sus ojos. Frunzo el ceño—No es gran cosa. No soy de la clase de persona de “no sexo antes de casarse”.

—Si lo hubiera sabido, hubiera sido más… gentil. —Arrastra un brazo sobre sus ojos y endurece sus dientes—Dime que no te lastimé. 

—¡No lo hiciste! Soy una cobarde respecto al dolor, ¿de acuerdo? Si hubiera dolido, lo habrías sabido. Habría chillado.

—Si recuerdo correctamente, hubo algunos chillidos involucrados. —Una nota de travesura se arrastra por su voz.  Le pego en el brazo, sonrojada.

—Esa fue tu culpa, no mía. —Entonces me di cuenta—Espera, ¿esa fue una broma? ¿Acabas de hacer una broma? ¿El sentido de humor de mala reputación de Agustín Bernasconi?

—No te emociones tanto. No es algo que me molesto en hacer con frecuencia. —Extiende sus brazos sobre su cabeza, bostezando. Veo un vistazo de cansancio en sus ojos, un cansancio que por fin entiendo, si él tiene pesadillas como esta cada noche.  Lo empujo de nuevo.

—No estoy segura sobre eso. Tal vez sólo necesitas un poco de excelente sexo para convertirte en un comediante.

—Tal vez te gustaría probar esa teoría —dice en voz baja, y el hambre brilla de nuevo a la vida en su expresión. La visión trae una carrera a mi estómago. 

—¿No dijiste que tenías una ducha privada…?

[ • • • ]

Unos muy húmedos, con vapor y agotadores cuarenta y cinco minutos después, estoy envuelta en una toalla, mi cuerpo latiendo placenteramente con los residuos de lo que creo son por lo menos dos orgasmos.

Agustín está parado junto a la ventana con cortinas, desnudo, la luz de la luna filtrándose a lo largo de su musculoso torso. Son las tres de la madrugada. Me paro detrás de él y deslizo mis brazos alrededor de su estómago, asombrada de que me está dejando hacer esto, preguntándome si la mañana llegará y nuestro lo-que-sea-que-es terminará.

—¿Sobre qué trataba tu pesadilla, Agustín?

No me mira, simplemente se queda viendo la luna a través de las cortinas de seda.

—De mi madre siendo disparada. Excepto que cuando miré de nuevo, no era ella. Eras tú.

Morí en nuestros dos sueños. La coincidencia es extraña. Aprieto mi agarre.

Torrencial |Aguslina|✔|Adaptada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora