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|Agustin|

Mi nombre es Agustín Bernasconi.
No estoy aquí por la razón que crees.
El bar está oscuro con el humo de las tres de la mañana, los sueños rotos y las ebrias incoherencias casi tangibles.

Holgazaneo en una esquina, las sombras manteniéndome mayormente escondido de los idiotas cayendo en discusión unos con otros sobre cuál chica le pertenece a quien. Toqueteo el borde de un claro trago de vodka. Cuando lo termino, cosquillea vagamente.

No siento nada. No soy nada. Pero esta noche estoy un poco harto de la nada, así que me levanto, un profundo dolor brotando en varios de mis músculos. He estado practicando demasiado, lo sé. Pero no hay nadie que me diga que me detenga.

Hay un particularmente estúpido neandertal en la mesa más cercana a mí. Dice algo obsceno a sus amigos, quienes lo golpean torpemente en la espalda.

Todos están ebrios. He tenido demasiadas bebidas, pero a diferencia de ellos, me hace más perspicaz. Electrificado. Listo para dejarlo salir: algo que nunca puedo hacer cuando estoy sobrio. Camino pasando la mesa de los neandertales, a propósito dejando que mi codo golpee su hombro.

—¿Qué joder fue eso? —gruñe. Girándose obtengo una vista completa del tatuaje de víbora curvándose sobre su horrible quijada. Sus amigos se ríen, oliendo la pelea. Este tipo es más ancho que yo, pero no más alto. Él es un pico. Yo soy un sable. 

—Lo siento —digo en voz baja—. Soy menos cuidadoso alrededor de perdedores.

Captan la esencia inmediatamente; mi lado de chico rico floreciendo. Es obvio en la manera que me comporto, la expresión arrogante que he tomado de mi padre. No trato de esconderlo. Los hace querer herirme más. Y eso es exactamente lo que estoy buscando.

—Oye, tú pedazo de mierda —El neandertal se levanta, empujando la mesa y tirando el trago de alguien más. Nadie se queja. Es su líder—. ¿Listo para tener tu bella cara partida por la mitad? Mi boca se tuerce en una rara sonrisa. —Estoy listo para que lo intentes.

Su primer puño viene como un camión, pero lento. Lo esquivo, sonriendo a la sorpresa tonta en su rostro. Me pregunto cuántos dientes ha quebrado con ese golpe antes. Pero no los míos. Sus amigos ahora están gritando, pero los ignoro.

Mi cuerpo está zumbando con ira animal. Esta es la única vez que me permito sentir. Lo golpeo en el momento en el que se agacha un instante, y quiero prolongar esto. Lo golpeo una vez en el pecho y otra en el hombro, suficiente para herirlo, suficiente para hacerlo enojar.

—Hijo de puta. —Tira un salvaje derechazo. Esta vez lo dejo golpearme, pero aprieto mis abdominales así que el dolor, cuando llega, es sólo un tonto ardor. Aun así, lo disfruto. El dolor es diferente cuando viene de afuera. Es mejor. Sus amigos idiotas gritan su aprobación.

Las chicas me están mirando con una mezcla de deseo y miedo, una expresión con la cual estoy muy familiarizado. Y de repente, estoy cansado de esto. Cansado de ellos. Esto no me va a salvar.

Lo finalizo con esmero, dándole una serie de golpes rápidos a su pecho y después golpeándolo en la sien. Hace una casi ridícula cantidad de ruidos cuando cae al suelo. Estará durmiendo por un rato, y no por los tragos.

Sus amigos están silencio. Se han dado cuenta que soy más que un chico rico en el bar equivocado.

Están asustados de mí. Entonces, no son completamente estúpidos. Pero totalmente patéticos. Curvo mi labio, pateo a un lado una botella rota de cerveza, y pongo la capucha sobre mi cabeza antes de dirigirme a la noche.

Torrencial |Aguslina|✔|Adaptada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora