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—Eso es todo —declaro—. Oficialmente amo este lugar. Cada cosa de esta Universidad es perfecta. —Entonces ¿de dónde vienes? —dice Opal, un poco tímida, y se aleja unos centímetros de Jorge, que acaba de dejarse caer en su cama como si fuera el dueño del lugar. Ese idiota. Y no quiero hablar de dónde provengo.

—Nueva Jersey. Oye, estoy muy contenta de ser tu compañera de cuarto. Pareces genial y totalmente no importa si duermes en ropa interior.

—Ahora quién es la pervertida—dice Jorge, rodando sobre su espalda para que su camisa se deslice hacía arriba y revele una fracción de sus abdominales, probablemente a propósito—Larissa, conoce a Carolina. Ella dice que casi todo lo que le viene a la cabeza.

Me muevo para arrastrarlo fuera de la cama y echarlo por la puerta antes de que pueda decir algo más para avergonzarme delante de mi nueva compañera de cuarto, pero en lugar de eso tropiezo espectacularmente sobre una de mis maletas y me estrello a través de su pecho. Me bloquea en un abrazo de oso y tengo que retorcerme para liberarme.

—Ella también es la mayor torpe del universo. —Adiós, Larissa, vamos tomar un recorrido por el campus y te veo más tarde ―digo rápidamente, agarrando la mano de él y arrastrándolo hacia el pasillo. Una vez que estamos allí, lo pateo.

—Sigues siendo tan de modales suaves como siempre —dice con arrepentimiento, frotando su espinilla. —¿Podrías tener tu gran boca cerrada, como por dos minutos? Tengo que vivir con esta chica por el resto del año y prefiero que no piense inmediatamente que soy una completa... Frunce el ceño.

—No. No hay nada malo contigo. Mira, estoy seguro que ella piensa que eres asombrosa. Y si no, voy a traer un poco de alcohol esta noche y entonces definitivamente va a pensar que eres increíble porque tienes un caliente, amigo que trae alcohol. Ahora andando, realmente vamos a hacer un recorrido por el campus.

Suspiro, un poco aliviada. Estaba preocupada de que las cosas serían torpes con Jorge después de dos años completos de apenas vernos, pero él parecía tan listo como yo a instalarse en nuestra vieja amistad. Hasta el momento, ni siquiera ha dicho nada sobre el Te amo que me dio la última vez que estuvimos juntos, y estoy agradecida. Cada vez que pienso en eso, me abrumo con vergüenza... y culpa.

—¿Estás distanciándote? Porque tengo lugares para mostrarte. —Jorge se deja caer contra la pared al final del pasillo, golpeteando su pie. Pongo mi mejor sonrisa y salto tras él.

—¡Muéstrame! El resto del campus es tan hermoso como mi edificio.

Las palmeras se alinean al lado de los caminos que conducen a cada edificio, todos los cuales brillan; Jorge me dice que acaban de terminar la remodelación de casi todo el campus, que es enorme. Nos lleva más de una hora sólo caminar por delante de todos los edificios.

Él me muestra el gran césped más allá de la playa, donde la gente toma sus libros para estudiar en mesas de picnic, y el comedor principal, que está lleno de ventanas y se enfrenta al agua. Incluso hay un jardín con una mesa de piedra en el centro, parcialmente oculto al resto del campus. Sé en el segundo en que lo veo qué voy a pasar mucho tiempo allí.

Conseguimos tacos para llevar y café de una cafetería biblioteca y comemos en el jardín, Jorge acaba con el suyo en prácticamente dos bocados. Cuando termino el mío, miro hacia arriba y me doy cuenta que él me está mirando, su característica sonrisa bromista no está en su cara.

—Caro —dice suavemente—. Quiero que sepas que yo todavía quiero decir lo que dije la última vez que te vi.

Justo como siempre, la culpa se derrama dentro de mi pecho. Pero esta vez lo haré mejor. No voy a simplemente pararme ahí y mirarlo conmocionada.

—Jorge, no eres tú. Nunca fuiste tú. Cualquier chica tendría suerte de tenerte. Es solo que mi mamá...

—Caro, no tienes que explicarme nada —dice él, inclinándose hacia adelante. El viento empuja su cabello sobre sus ojos celestes—. Sólo quería decirte que a pesar de eso, no tienes que preocuparte. Seguiremos siendo amigos como siempre lo hemos sido.

—Gracias —digo un poco impotente—Pero escucha. Sabes que mi papá dejó a mi mamá cuando yo era una niña. Ella nunca ha sido la misma. Me prometí a mí misma que nunca dejaría que eso me sucediera. No eres tú. Es sólo que no quiero salir con nadie.

Hay un momento de silencio, el viento susurra en las flores que nos rodean. Entonces él se extiende y despeina mi cabello, como siempre solía hacer cuando éramos niños.

—Siempre y cuando seas feliz, Caro. Eso es lo importante. Ahora vamos. Tengo algo especial que mostrarte. Él me lleva al lado más alejado del campus, donde el gimnasio está situado entre el patio interior de la academia y la cancha de fútbol. Le muestra su identificación en la puerta y me guía por varios tramos de escaleras, que es cuando huelo el familiar aroma del cloro. Me recuerda a casa. 

—Imaginé que te gustaría esto —dice, sonriendo para sí mismo como lo hace cuando está orgulloso de algo—. Sé que siempre has estado muy metida en la natación. 

Y entonces me lleva adentro de la habitación de la piscina.  La piscina es enorme, por lo menos dos veces más grande que en la que yo nadaba para el equipo de mi antigua universidad. El agua es limpia y cristalina. Casi corro de regreso a mi dormitorio y agarro mi traje de baño, luce tan tentadora… y sólo un carril está ocupado.  Me giro hacia Jorge, lista para chillar de emoción, pero su expresión me detiene. Una sombra oscureció su rostro, seguí su mirada y me di cuenta que él está mirando el carril ocupado. 

La persona nadando es fantástica, me doy cuenta de eso de inmediato. Sus ágiles brazos cortan el agua en afilados y perfectos golpes. Su cuerpo se mueve a través del agua como un cuchillo, apenas causando ondas pero va tan rápido que hace dos piletas en la cantidad de tiempo que nos toma observarlo. No lleva antiparras.

Sus ojos están cerrados, pero él sabe exactamente cuándo retorcerse y girarse cuando alcanza el otro lado de la piscina, y mientras lo hace, capto un vistazo de su cara: congelada en una concentración tan intensa que casi parece que le duele. 

Un escalofrío corre por mi espina dorsal, la misma clase de escalofrío que tengo cuando veo por televisión a los nadadores olímpicos; siempre quise ser así de buena.

Torrencial |Aguslina|✔|Adaptada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora