Vacaciones

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Llegamos el sábado por la tarde mi madre, mi padre, mi prima y yo. Mi padre se tuvo que ir el día siguiente porque el lunes tenía que trabajar pero volvería el jueves para pasar el resto de sus vacaciones allí con nosotras.

En esos cuatro días pasaron muchas cosas, pero no tantas como en los otros tres restantes. En esos tres días vinieron más amigos míos que cogían las vacaciones ese jueves, abrieron el parque de atracciones y le consiguieron internet en el móvil a Rubén, el chico del que os he hablado el capítulo anterior.

Esa misma noche empezamos a hablar por mensajes, justo después de volver de bailar y ver las actuaciones. Volvimos más o menos a las doce y algo pero no me acosté hasta las dos y media de la mañana. Y así durante el resto de las noches de Semana Santa, cada día que pasaba más tarde me acostaba pero me daba igual, todas las mañanas me despertaba como si hubiera dormido doce horas para ir a la playa y disfrutar el día a tope.

El penúltimo día decidimos ir todos a el parque de atracciones de allí. Yo estaba muy ilusionada y tenía esperanzas de que ese día él y yo termináramos siendo algo más que amigos.

Ese día fuimos por la mañana a la playa y luego pasamos toda la tarde allí. Yo sólo quería montarme con él pero había un problemilla; le dolía mucho la tripa y estaba mareado, pero en cuanto se le pasó el mareo no dudó en montarse primero en la mejor atracción del parque y conmigo. En ese momento yo estaba terminando de hacer el circuito y él me estaba metiendo prisa. Mientras estábamos esperando en la cola todos los demás estaban en un banco al lado hablando. Sólo estábamos él y yo en la fila y yo no sabía qué hacer porque me estaba mirando todo el rato y hasta se fijó en un lunar muy pequeñito que tengo en el párpado inferior del ojo izquierdo. Luego me contó que ese día estuvo a punto de sacarme de allí y comerme a besos, de abrazarme y de mimarme, pero tenía miedo de que se acabara nuestra amistad, y yo también.

La Fuerza del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora