Intenté pensar en otra cosa; en mis amigas que me esperaban allí, en todo lo que me rio en el instituto, en las fiestas... y al llegar a mi casa creía que ya estaba mejor pero vi a mis padres subir las maletas, la casa vacía y en silencio, todo recogido. Llegué a mi habitación y no hubo vuelta atrás, los recuerdos habían vuelto y con él un río de lágrimas.
-¡No!¡No!¡No!¡Noo! -grité. No podía ser, quería volver atrás aunque sea un instante y volver a abrazarle. Mi mejor verano... se había acabado todo. Recordaba hace mes y medio el día en el que hacía la maleta, preparada para todo, con una sonrisa en la cara y ahora la maleta estaba en frente mía, no sabía si tendría fuerzas para deshacerla. Dolor, sufrimiento, lágrimas, llantos, gritos. Estaba sentada en el suelo de mi habitación en frente del espejo con la camiseta que nos habíamos hecho todos de "Los Indignaos" y con los ojos rojos.
-Nuria, a cenar -me anunció mi madre desde la cocina.
-No tengo hambre mamá -respondí intentando disimular la voz temblorosa.
Esa noche me costó dormir una barbaridad. Mi habitación, mi cama, mi tele... Pero no tenia nada que ver con la playa. Angustia y mas angustia, dolor en el pecho, lágrimas por todos lados. Después de lo mal que lo había pasado, dos meses sin verle había estado, no se cómo. No podía vivir sin el, sentía que eso no era vida; estar un tiempo con él y llorar, quedar algún día y al separarnos volver a llorar, acordarme del verano y volver a llorar. Creía que las lágrimas se acaban y el dolor se olvida pero me equivocaba.
A la mañana siguiente me levanté temblorosa. Hice la cama, me vestí con la misma ropa del día anterior, "¿y ahora qué?" pensé. Rubén no se había despertado todavía y no podía hablar con el por whatsapp. De verdad le necesitaba y es que no tenia ganas ni de desayunar pero aun así me tomé un vaso de leche. Me tumbé al sillón a ver la televisión, lágrimas, llantos, soledad. Mis padres estaban trabajando y yo estaba sola en casa, con mi perrito, él nunca me abandona.
Pasó un rato y decidí secarme las lágrimas, ponerme las playeras e ir a visitar a mi amiga Elena, la que había ido conmigo a la playa la ultima semana de julio. Sentada, enterrada en el pasado no hacía nada.
Cuando llegué me trataron como si nunca me hubiera ido, como si hubiera estado aquí todo el tiempo y la verdad es que no se que hubiera preferido, o así o recordarme que al día anterior estaba en la playa junto a la persona que amaba y ahora... pff.
Hablé un poco por whatsapp con Rubén pero estaba ocupado "deshaciendo las maletas". El caso es que ese día me sentí la persona más solitaria del mundo.
No tenia fuerzas para deshacer la maleta y menos para entretenerme viendo las fotos, cada vez que intentaba ver una rompía a llorar de nuevo.
A las dos llegó mi padre del trabajo. De comer había mi plato favorito, lasaña, que normalmente me como una entera y el postre, aunque a los cinco minutos volvía a tener hambre, pero ese día solo me comí media y porque mi padre me obligó, siempre que comía algo me daban ganas de vomitarlo porque seguía teniendo la sensación de todas las lágrimas anudadas en mi estómago sin intención de salir.
Por la tarde tuve que deshacer la maleta, no tenia otra opción, mi madre me dijo que tendría que deshacerla tarde o temprano, aunque prefería tarde. La maleta era ya lo único que quedaba del viaje, de las vacaciones. Ya estaba toda mi ropa doblada y guardada, no hay vuelta atrás, ¡adiós verano!
ESTÁS LEYENDO
La Fuerza del Destino
RomanceA veces es increíble como se solucionan las cosas. Cuando piensas que todo está mal y de repente aparece un poco de luz en algún rincón de tu alma…