Mi primer beso

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Durante los días siguientes no podía dejar de pensar en él. Empezamos a salir juntos el domingo y el martes empezaba con el instituto, pero no se lo conté a mis amigas hasta después de que se lo dijera a mi madre porque no quería que se enterara por otras personas, así que ese mismo miércoles se lo conté para el jueves darle la noticia a mis amigas.

Estaba muy feliz y todo eran alegrías pero todos me decían que no me hiciera ilusiones porque la distancia es muy complicada y tenían razón, pero en esos momentos solo podía pensar en su mirada perdida el último día, en los besos que me daba cuando nos despedimos, eran los besos más dulces y cargados de amor que nadie me había dado nunca.

A las dos semanas me fui de nuevo a la playa pero ya no había nadie allí, era el puente de mayo y todos estaban en sus pueblos, o de fiesta o visitando a familiares. Me llevé a una amiga, Peny, y nos lo pasamos muy bien pero no me separaba del móvil, estaba siempre hablando con mi chico y me entró miedo; ¿Iba a estar siempre así? ¿Pegada al móvil para poder hablarle? No, no puede ser.

Ya creía que las cosas no podían ir peor, pero el día que volvimos me di cuenta que si. Ese día, cuando estábamos en el coche estaba hablando con él por el móvil y de repente recordé que seguramente no le viera hasta el año que viene y no pude evitar que un par de lágrimas recorrieran mi mejilla.

Desesperada, hablé con mi madre.

-Mamá, ¿cuando vamos a quedar con los de la playa? -comencé.

-No lo sé cariño, pero es verdad que podríamos quedar. -dijo ella, y noté que un brillo se iba encendiendo en mi mirada, y no era precisamente una lágrima.

Mi madre, rápidamente puso por el grupo de whatsapp de la playa la conversación que había tenido conmigo y, sin darme cuenta, habíamos quedado para ese mismo sábado, día 10 de mayo, justo veinte días después de nuestra despedida, y de que saliéramos juntos.

Me pasé toda la semana nerviosa perdida, ansiosa por que llegue el sábado y, a la vez, con un poco de miedo a... todo en realidad.

Habíamos quedado en un centro comercial al que yo nunca había ido. Cuando llegamos, aparcamos el coche y nos pusimos a andar en dirección al cine, pero sin darnos cuenta estábamos andando en dirección opuesta. Dimos la vuelta y ya encontramos el cine (repito que nunca había estado allí así que estaba perdida). Patri fue a la primera que vi, luego a Nerea y luego a Cris. Les abracé, les había echado muchísimo de menos, pero cuando giré la cabeza le vi aparecer, era él, parecía un sueño, una ilusión, pero era él de verdad.

Se acercó a mi, yo di un par de pasos hacia delante y nos fundimos en un cálido abrazo, tan fuerte, tan dulce y tan lleno de cariño... ojalá nunca se hubiera acabado.

Nuestros padres estaban allí esperando, todavía faltaban Laura y Álvaro que llegaron veinte minutos después. En esos minutos Rubén y yo estábamos cortados; los padres nos estaban mirando todo el rato y, además, yo no sabía muy bien que hacer, ni él tampoco.

Cuando llegaron los que faltaban nos fuimos nosotros sin los padres de allí. Nerea estaba a mi lado abrazada a mi y se negaba a soltarme pero me tuvo que soltar, ese sitio ya estaba cogido. Estábamos andando, cortados.

-¡Venga ya! ¡Daos un beso o algo! ¡Agarraos! ¡Cogeos de la mano! -estalló Cristina y mientras nos agarraba las manos y las juntaba.

Íbamos a entrar en una tienda pero justo antes de entrar le dije muy bajito al oído: "Oyes que el abrazo de antes se me ha hecho poco". Él me miró fijamente a los ojos, me cogió del brazo y me llevó a la parte trasera de la tienda, me volvió a mirar un segundo sonriendo y me abrazó fuerte, como si me fuera a escapar o fuera a desaparecer en cualquier momento. Ya se iba soltando más así que me agarró de la cintura y me pegó más a él.

Dimos una pequeña vuelta y nos fuimos a merendar. Él insistió en invitarme pero yo no quería; aun así, por sus narices que lo hizo.

La tarde pasó volada. Habíamos quedado con los padres a las diez y cuando me quise dar cuenta ya eran las nueve. Estábamos en el primark porque las chicas nos queríamos comprar una camiseta todas iguales. Fuimos a los probadores tan tranquilas pero me empecé a agobiar, sólo quería salir a abrazarle, no podía estar lejos de él, y sólo había estado en el probador cinco minutos, no quería ni imaginarme el momento de despedirnos.

Salí deprimida, él me miraba con ojitos y me preguntaba continuamente qué me pasaba. Le contesté que estaba deprimida y me convenció para que diéramos una vuelta y nos perdiéramos los dos solos. Les dejé la camiseta que nos íbamos a comprar a las chicas y me fui.

Cuando salimos había un castillo hinchable a la derecha y una fuente enorme a la izquierda, rodeada de árboles, plantas, parques, etc.

Entramos en un parquecito lleno de arbustos y árboles y nos sentamos en un banco tranquilamente. Él me miraba, estaba muy cerca de mi y me empezó a besar la mejilla. Me giré y me encontré con sus ojos fijos en mi, y, siguiendo un impulso de mi corazón, nos besamos, nuestro primer beso, el primero para ambos, el más dulce, el más cariñoso, el mejor momento de mi vida.

La Fuerza del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora