El ultimo dia

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Mi madre me despertó pronto para hacer la maleta, estaba cansada después de la noche del día anterior, fue diferente.

Nos fuimos al pueblo de al lado que es un poco mas grande y había musica en el centro. Estuvimos un ratito ahí bailando aunque enseguida nos aburrimos y queríamos disfrutar de nuestra ultima noche allí todos juntos así que nos fuimos a dar una vuelta. Aguantamos cinco minutos por ahí pero en cuanto pusieron el coyote y el baile del serrucho volvimos corriendo. Me lo pasé muy bien esa noche, pero la parte única de esa noche vino después.

Mi última noche junto a Ruben allí, el verano se había acabado y no se puede luchar contra el tiempo. La angustia atacaba mi corazón y apenas podía respirar, pero entre sus brazos todo era mas fácil. Nos fuimos a la vuelta de la esquina y a partir de ahí casi todo fueron lágrimas, besos, caricias... No me podía creer que en unas horas nos separarían, no podía imaginarme nada sin él, nada, y supe que lo iba a pasar muy mal.

La maleta la hice lo mas deprisa que pude porque además de que quería empezar ese día cuanto antes y aprovecharlo al máximo, cada prenda que metía en la maleta me rompía un trocito del alma. Cuando recuerdo ese momento me vuelve esa angustia en el pecho que tenia, esas ganas de llorar pero sin tener lágrimas que soltar, ya las había gastado todas, o al menos eso creía.

Las tres hermanas se iban por la mañana. Les llevamos el desayuno, nos despedimos de ellas y nos fuimos a la playa, una vez mas, pero la última del verano y puede que del resto del año.

Cuando volvimos nos bañamos en la piscina. Jugamos al pasapalabra; él me cogía en brazos y yo tenia que decir palabras concretas, por ejemplo, animales, con cada letra del abecedario y cuando fallaba o tardaba mucho me hacía una aguadilla. Eso ya era una costumbre, siempre jugábamos a eso. A mi me encantaba más que nada porque estaba prácticamente abrazada a él y me reía mucho, se reía de mi, de mis paridas y a mi me encantaba verle sonreír, verle mirarme a los ojos y encontrarme a mi misma en él, es una sensación que nunca había tenido y nunca tendré con otra persona, sentir que sólo con una mirada puedes decirle todo y que él lo entienda perfectamente, sentir que estamos hechos el uno para el otro y nada ni nadie nos separaría nunca.

Nos fuimos a comer cada uno a nuestras casas y después sacamos a mi pero juntos, como todos los anteriores días pero la única diferencia es que no habría mas días, en cuanto se levantara mi padre de la siesta recogíamos todo y nos íbamos. Después de darle un paseo de cinco minutos volvimos a por los monopatines y nos fuimos a dar una vuelta, a perdernos un rato.

Esas horas se me pasaron volando. Ya no había nadie, quedábamos nosotros dos de "Los Indignaos" y pronto no quedaría nadie, solo un edificio vacío dispuesto a pasar un frío invierno entero.

Merendamos, bajamos al parque y... había llegado la hora de irse. Le volví a abrazar una y otra vez, no me cansaba, las lágrimas recorrían mis mejillas como en una carrera, no podía ser, pero era, mi verano había terminado, un mes y medio allí y todo se había acabado. El mejor verano de mi vida había llegado a su fin.

Durante el viaje sólo me venían imágenes a su lado, sensaciones junto a él, sus besos, sus caricias, su sonrisa, su forma de ver la vida y solo quería volver atrás en el tiempo. Es difícil sentir como te vas alejando de persona a la que mas quieres en el mundo y sin saber cuando volverás a verla.

Debo confesar que todavía se me saltan las lágrimas al recordar ese día, me resulta muy difícil escribir esto ahora, veo las teclas borrosas y todavía me recorre la angustia por las venas, no puedo vivir sin él, no sé vivir sin él, no quiero vivir sin él.

La Fuerza del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora