Despedida

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Cuando volvimos ya teníamos que irnos porque habíamos quedado con nuestros padres a las diez. Por suerte todavía no nos íbamos y nos dejaron dar otra vuelta.

Estuvimos un rato en los recreativos jugando a las máquinas de los ganchos y él me consiguió un Mr Potato muy mono. Luego nos fuimos a unos parques que estaban por ahí cerca, donde había un trasto muy chulo que servía para dar vueltas (algo muy raro). Esas risas que me hicieron pasar no tienen precio, descubrí que no hay nadie mejor que ellos y que no se cómo puedo vivir sin estar a su lado cada día. Quiero mucho a mi gente de Madrid; mi familia, mis amigos, mi vida, pero es muy fuerte el vínculo que tengo agarrado a ellos desde el primer verano que fui allí, hace 6 años.

Estábamos pasándolo muy bien pero pronto me llamó mi madre al movil; la madre de Rubén se encontraba muy mal, le dolía muchísimo la tripa y la iban a llevar al hospital. La tengo mucho cariño, demasiado, así que fui corriendo en dirección a el bar donde estaban, pero mientras iba corriendo alguien me agarró del brazo.

-¿Y si no volvemos a vernos? -me preguntó Rubén con muchísima pena, lástima que no pudiera responder a esa pregunta. Le devolví la mirada y eché a correr de nuevo.

Cuando llegamos, su padre se había ido a por el coche y mis padres junto con los de los demás estaban ayudando a su madre, pero pronto se le pasó. Llegó su padre pero, aunque ya no le doliera la tripa tenían que ir al hospital; su hermana gemela sufría apendicitis y la estaban operando. Al final va a ser verdad el mito de las gemelas: si una sufre, la otra también, da igual el tiempo y la distancia.

Creía que Rubén también tendría que irse pero quedaron los padres en que se quedaría a dormir a casa de unos amigos de allí.

Estuvimos un rato más en aquel parque pero ya si que llegó la hora de irnos. Me llamó otra vez mi madre para decírmelo. Los demás fueron andando y él y yo nos quedamos atrás para despedirnos. Le abracé tan fuerte que no se cómo no se partió por la mitad. Le miré a los ojos y vi cómo los cerraba y se iba aproximando poco a poco a mi. La idea de que puede que no le viera en meses me atacó y noté como una cálida lágrima recorría mi mejilla.

Nuestro primer día juntos como pareja se había acabado, pero ese fue el primero de muchos, muchísimos.

La Fuerza del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora