5. Más que un diez.

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Solía ser de esas personas que continuamente hacía encuestas, preguntando algo determinado a base de una escala del uno al diez.

Del uno al diez ¿qué número soy?
¿Quién soy en una escala del uno al diez? y me preguntaba eso desde niña como si un número determinara cualquier valor.

Puedo decir que me sentía como un seis o un siete cuando mucho; un siete, por mucho tiempo no me sentía más que un siete. Una chica dentro del promedio con sueños que pensaba serían aplastados por la realidad, una chica simple con algo de talento y torpeza, una chica con expectativas pero con una enorme falta de confianza. Esa fui yo.

Algunas veces me sentí un cinco y... En mis peores días definitivamente me sentí como un cero.

Una persona más de los siete billones que existen, por mucho tiempo me creí un barco sin rumbo, una sombra, una persona invisible; una persona sin importancia. Esa fui yo.

Esa fue mi manera de pensar, esa fue la cárcel que no me dejaba ser libre para sumar en vez de restar y entonces sucedió... Se hizo la luz y ese resplandor abrió mis ojos, me hizo una nueva persona.

Él me dijo que no era un cinco, tampoco un seis o siete y definitivamente jamás sería un cero. A precio de sangre pagó por mí con su vida, su tiempo, su silencio, su sufrimiento, sacrificio y más de eso dio por mí. Por mí, por ti; por amor.

Y volvió, venció la muerte al tercer día para que decirnos que no existen los límites, ni lo imposible y nada que pueda detenernos mientras creamos en él y le sigamos.

Y tuve miedo, miedo de fallar y no ser suficiente. Miedo de estar equivocada, miedo a fracasar, estuve en una batalla ardua mas hoy puedo que tengo victoria. Victoria que viene de lo alto, por su amor tuve ésta revelación: lo que vence al miedo es la confianza, lo que nos hace vencedores es la confianza verdadera en Dios. En sus fuerzas y en su generosidad para darnos de ella cuando estamos cansados. Su autoridad que es sobre cada cosa existente ya que por el todo fue hecho y sin él nada de lo que ha sido hecho existiría, su poder que sobrepasa nuestra imaginación. Sus propósitos para nosotros que son gloriosos, buenos y perfectos.

Lo que hizo que David derrotara al gigante no fue su fuerza, sino su confianza en Dios.

Lo que hizo que Abraham se ganara el título del amigo de Dios no fueron las circunstancias sino su confianza en la promesa que Dios le hizo.

Lo que hizo que a José gobernador de Egipto no fue el apoyo de su familia sino su confianza en Dios.

La doble porción de Eliseo no vino por lo que Dios hizo en Elias; sino porque Eliseo confiaba en que Dios podría hacer cosas el doble de maravillosas.

Lo hizo que con la sombra de Pedro se sanaran los enfermos no fue su perfección, en la biblia vemos que fue un hombre que cometió errores sin embargo él confiaba en el poder del Espíritu Santo que se le había dado por gracia.

El mismo Jesucristo venció en la cruz por su confianza en que tres días después Dios le levantaría de los muertos y cumpliría todo lo que de él estaba escrito, dándole un nombre sobre todo nombre.

En resumen no se trata de no tener problemas, de que no sea fácil, de lo que digan o hagan los demás, de no encontrar obstáculos en el camino, de no tener dinero o de la edad que tengas sino de cuánto confías en Dios, en el sacrificio de Jesús y en el Espíritu Santo. Se trata de algo tan simple como confiar; de creer de corazón y movernos en obediencia.

Y esa confianza en el amor de Dios y ese andar en su voluntad es más que suficiente para tener una vida de éxito, propósitos, grandes aventuras y una plenitud que nadie más dará en esta tierra.

La luz de Jesús es suficiente para lo podamos reflejarla aquí en la tierra; como una luna brillante reflejando el sol y de esta manera obtener una identidad poderosa y ser una nueva criatura.

Les invito a remplazar el miedo por la confianza en el Rey, ese que no nos condena, nos moldea y nos hace mejores porque sin él somos instrumentos desechados y vacíos mas en sus manos podemos hacer música, una melodía inimaginable. Ese que no nos deja huérfano, que jamás nos dejaría solos y el único que puede hacernos más que un diez, nos convierte en hijos de Dios.

Entonces podemos andar confiados en que ahora tenemos un Padre todopoderoso que no nos dejará fracasar, es más simple de lo que parece y más seguro que cualquier otro sendero, pues él es el único camino en el que podemos encontrar refugio en medio de un diluvio. Él es la verdad en esta sociedad llena de mentiras y decepciones. Y él es mucho más que una religión, es la vida misma; y les digo que a todo aquel que siente que hay un vacío que nadie llena, que ven sus días pasar presos en la monotonía y que se sienten insignificantes o desvalorados Jesús les espera con los brazos abiertos y verán como en él siempre seremos más que un diez.

La gloria y honra sea para nuestro creador, quien nos dio todo incluso cuando no merecíamos nada. Quien aviva mi corazón y saca mi mejor versión, por él hoy soy quien soy.

Crisbelly Magliocco.

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