Dalí
Cuando llegue a casa y no vi las cajas que había asignado a tus cosas suspiré aliviada y agradecí que no te quedaras, me quede dormida al tocar la cama casi al instante, ver a Valentina definitivamente me levantó el ánimo y eso se reflejaba en la imagen que se veía en el espejo.
Esa mañana luego de desayunar y llamar a mi madre salí a correr. Estaba en una banca intentando no morir luego de correr casi veinte minutos, levanté mi vista y la vi a lo lejos preparándose para correr, aunque me cuestionaba todo esto camine en dirección a ella con pasos lentos e inseguros, su pelirrojo cabello recogido en una cola resaltaba su color de piel, llevaba un short deportivo y un top, algo raro para salir a correr con el clima que estaba haciendo últimamente, estaba de espaldas haciendo estiramientos parecía no percatarse de lo que la rodeaba, me sentía como una loca obsesionada por no apartar la mirada de ella, tenía un enorme tatuaje que abarcaba su omoplato derecho y parte de su brazo. Estaba por dar media vuelta y huir cuando ella dirigió dio media vuelta y se sorprendió al verme.
-Eh, hola, no sabías que corrías por aquí- dije luego de mirarla por unos momentos, me sentía como una niña tonta por no saber comportarme como alguien de veintitrés años.
-Vengo solo cuando puedo darme un respiro de la cafetería, llevar un negocio no es nada fácil- dijo mirando el pequeño café que apenas y se distinguía a la distancia.
- ¿Eres la dueña? Yo pensé que...- ella me interrumpió.
-Que solo atendía mesas, eso lo hago cuando una de mis chicas no puede o tiene el día libre- dijo con una media sonrisa.
-Es que pareces muy joven, aunque eso explica porque no te había visto con el uniforme- ella alzó las cejas ante mis palabras y me di cuenta que me había delatado, solo me encogí de hombros avergonzada tratando de restarle importancia.
-El uniforme no lo uso cuando llego tarde y gracias decirme que parezco más joven, aunque la verdad solo tendremos unos tres años de diferencia- soltó una pequeña risa que me produjo un cosquilleo en el estómago.
- Mi nombre es Luz por cierto, mucho gusto Julia- estiró su mano en mi dirección, la sostuve por unos instantes mientras le devolvía la sonrisa, sentía que quería ver su sonrisa más seguido.
-No es que no me guste hablar contigo quiero pero, debo comenzar mis ejercicios para volver al café- se excusó mientras hacía una pequeña mueca.
-Claro lo siento por distraerte, nos vemos en otra ocasión, podríamos quedar a correr juntas en otra ocasión si gustas- mis palabras salieron de mi boca sin poder controlarlas -claro si quieres y tienes tiempo libre...- comencé a balbucear.
-Claro porque no, correr sola es bastante aburrido- le sonreí a modo de despedida luego de intercambiar números, había algo en sus ojos que me idiotizaban sentía que me leían el alma.
Tenía una reunión de escritores mañana a la que iría sola porque Valentina tenía una cena con Andy y no podía acompañarme, salí por segunda vez de casa a comprar una camisa y una corbata de moño para el evento, odiaba vestirme formal por suerte no eran tan seguidas. Salí del edificio, camine hasta la parada de buses, debería comenzar a moverme para comprarme esa moto que siempre quise, luego de un rato esperando opte por caminar, tampoco estaba tan lejos del centro comercial, era una de las ventajas de vivir en el centro, todo me quedaba cerca y podía llegar caminando, pase por un par de tiendas hasta que encontré lo que buscaba.
De regreso a casa, había una muchacha que cuidaba una caja con perritos en adopción, entre ellos un lobito de color crema casi blanco de nariz rosada y ojos avellanas que tendría unos tres meses destacaba de los demás, fue amor primera vista, luego de pasar por una tienda de mascotas regresamos a su nuevo hogar.
Cuando llegamos a casa Dalí estaba algo asustado y le tomó unos minutos familiarizarse con el lugar, coloqué su cama en cerca de mi cuarto y sus tazones con comida y agua en la cocina. A las 3 de la mañana cuando el sueño me obligó a dejar de escribir y luego de bajar a mi peludo amigo de la cama caí rendida.Nota: Mi perro no se llama Dalí pero es igual a él y me lo regaló mi mejor amigo hace unos cinco años luego de rescatarlo de una finca o hacienda y es de los mejores regalos que me han dado. Esa cosota de la imagen es mi bebé.
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Café frío.
RomanceJulia, una escritora que comienza a ser reconocida, luego de una terrible depresión conoce a Luz, la dueña de un pequeño café que poco a poco le devolverá la calidez a sus ojos.