Capítulo 15

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Los girasoles

Dicen que cuando más feliz eres las horas pasan volando y con ella me pasaba exactamente eso, como escuché decir a mi padre alguna vez "el tiempo odia a los que se aman porque siempre buscan la manera de burlarlo" sonreí cuando recordé esto y ella lo notó porque besó mi mano que estaba entrelazada con la suya, ese cosquilleo en la garganta que sentía cada vez que me besaba o sonreía era una de mis sensaciones favoritas.
Pasamos el día tomadas de la mano caminando entre girasoles,  ella llevaba a Dalí con la correa y este intenba echarse a correr.
Cuando quisimos darnos cuenta el día se había esfumado y nos fuimos a ver el atardecer que se perdía en la infinidad del amarillo que teníamos frente a nosotras, su cabeza estaba en mi hombro y Dalí estaba a nuestros pies haciendo ruiditos graciosos, ella jugaba con mis dedos y los girasoles nunca me parecieron tan hermosos.

-Los girasoles ahora son mis flores favoritas- solté rompiendo el silencio que nos arropaba.
Volteó a verme con esa pequeña sonrisa tan propia de ella -¿Por qué? Creí que te gustaban más las cosas con espinas- haciendo referencia a mis pequeños cactus.
-Siempre me habían parecido lindos pero aquí, ahora, contigo y la forma en que se reflejan en tus ojos, los hacen una de las cosas más bellas que he visto, después de ti- cuando terminé de hablar nuestros labios ya se rozaban y sus ojos estaban más oscuros, mis ganas de besarla se habían vuelto una necesidad.
-Se nota que escribir es tu pasión- dijo muy bajito casi para si misma justo antes de cerrar la poca distancia que nos separaba.

Este beso era diferente, sus manos acariciaban mi cabello y yo solo intentaba tenerla todo lo cerca que me era posible, su lengua rozó mi labio inferior y una pequeña alarma se encendió en mi cabeza, entreabrí los labios solo lo suficiente para que ella supiera que tenía todo el permiso para profundizar el beso, nuestras lenguas se rozaron y un sonido murió en mi garganta, mordió mi labio varias veces y yo iba necesitando que mordiera y besara cada parte de mi, mis manos recorrían su espalda y mi boca abandonó la suya para buscar esa zona entre su cuello y su oreja.

-Creo que si sigues basándome ahí voy a perder el poco control que me queda y nos vamos a saltar muchos pasos- hablaba entre suspiros y eso solo me provocaba no querer parar.
-Tienes razón, quieres que pare? Solo dime que si y parare- dije mientras dejaba un collar de besos en su cuello.
-No quiero que pares pero ya deberíamos irnos a la cabaña, ya casi oscurece- yo me separé de ella y me reí de la situación; habíamos perdido la noción del tiempo, nos pusimos de pie y caminamos hasta la cabaña escuchando el viento entre los girasoles.

Cuando llegamos a la cabaña, aún tenía la sensación de sus besos en mis labios, nos sentamos muy cerca la una de la otra en el porche de la cabaña; la noche estaba fresca y la brisa que soplaba se sentía más como un pequeño murmullo, su cabeza estaba mi hombro y ella jugaba con mis dedos, sentía como cada roce era una pequeña descarga que solo me llevaba a sonreír y querer besarla.

Siempre me sorprendió la facilidad que tenía de leerme. Me besó, un beso sin segundas intenciones y luego me arrastró dentro de la cabaña. Cocinamos juntas y luego nos tomamos un té mientras hablábamos de cualquier cosa, ella estaba de espalda recostada en mi pecho y yo podía sentir el olor de su cabello, en algún punto ella dejó la taza en la mesita de noche y se acurruco contra mi haciendo fguritas en mi brazo con su dedo, luego en mi muslo y yo poco a poco me quedé dormida, desperté porque mi brazo hormigueba, me desperté con cuidado y salí a fumar.

Paso un rato hasta que sentí sus manos alrededor de mi cintura, se ponía de puntitas para besar mi mejilla, me di media vuelta y nuestras miradas se encontraron, besé su frente, sus mejillas, su nariz, sus pardados, su dientes mientras sonreía y preguntaba que si me la iba a comer a besos, comencé a besar su cuello y podía sentir como su piel se erizaba bajo mis manos, la miré un largo rato, ella asintió y entramos a la cabaña entre tropezones, besos regados y ropa que poco a poco se hacía menos y nunca la había visto tan hermosa como esa mañana con su cabello alborotado y la camisa dos tallas más grandes mientras la luz entraba por aquella ventana donde se apreciaba el campo de girasoles.

Explicaciones:

Bueno aquí estoy, estoy bien solo que ahora no tengo tiempo para nada, les pido disculpas por la larga espera, intentaré escribir los fines de semana aunque igual no subiré algo con lo que no me sienta satisfecha, pasó lo que tenía que pasar y ya en el próximo veremos si hay o no arrepentimiento. Perdón por perderme.

Gracias totales a @SharolLara porque ha leído esta historia imcompleta cuatro veces y nunca perdió las esperanzas, eres un sol.

Café frío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora