XXIX

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—Gracias, detective —Ojetti lo abrazó llorando—, todo ha terminado bien. Voy a vender miles de periódicos mañana. Lo llevo a conocer la ciudad —se ofreció—, no puedo hacer menos para agradecerle.

—No quiero robarle su tiempo, debe redactar la noticia, procure esta vez contar la verdad sobre el nombre del detective.

—Así lo haré. Mastermann y no Novara. Entendido.

—¿Va a decirme, Ojetti, que eligió un Boltraffio por ignorante?

Ojetti lo miró y en sus pupilas mostró que se sabía descubierto. —Lo hice por la reina...

Estaban frente a Santa María di Fiore y, tras un largo silencio, Ojetti preguntó:

—Imagine que estamos en el año 1400 y el baptisterio necesita puertas de plata y oro. Usted es Bruneleschi y yo Ghiberti, ¿quién ganará?

—Usted, porque yo soy tan inteligente que me buscarán para hacer esa impresionante cúpula. La había visto en cuadros, pero desde aquí abajo es realmente imponente, y desde donde venimos, la vista es magnífica.

—Así es. Usted es tan inteligente que entiende qua a veces hay que esperar un fin mayor... y es verdad que la mejor vista, la tuvimos desde la plaza Michelangelo; es un mirador por excelencia —Ojetti asintió sonriendo—Es una pena que los Medicis no vivieran hasta hoy...

—Seamos sinceros, mi querido hombre del periódico, el gasto para fabricar todo esto es monumental. Ninguna región, ni ciudad, podría soportar varios siglos de semejante gasto. Los florentinos deben agradecer que a ellos les duró tres centurias completas el dinero como para crear semejantes maravillas.

—Los Medicis y Florencia necesitan guardianes del arte detective. La duquesa Pazzi y Brunni lo son, mi amigo...

El silencio que siguió solo fue cortado por el viento que removió el escaso cabello del periodista.

—Desde que tengo siete años que quería recorrer Florencia. Mi padre leía La divina comedia fumando frente a la chimenea; luego, de grande, la leí yo, y al estudiar arte por mi cuenta, me arriesgo a decir que este es el mejor lugar del mundo para apreciarlo.

—¿Se queda entonces, disfrutando en Italia?

—Como tres meses más, ¡o hasta que el ristretto me caiga mal!

Ambos se despidieron y Ojetti entró a los Ufizzi donde lo esperaban Brunni y la duquesa.

—Su idea de contratar a un detective y hacer una tremenda movida en torno al arte resultó grandiosa, duquesa Pazzi. Ahora todos saben que hay que preservar más las obras.

Angela pitó satisfecha de su cigarro.

—Creo que la más inteligente fue Juana, se sacó de encima a esa servidora que se acostaba con su novio.

—No, mi querida duquesa. La más inteligente ha sido usted. Encontró la manera de tener entretenida a nuestra siempre insatisfecha Juana y le vendió a Valentino un cuadro que él cree que es original.

—El pobre debe de estar alardeando, y nosotros nunca expusimos al original a ningún peligro —rio maliciosamente.

—Es una historia en que todos comimos perdices.

—Excepto Genoveva. ¿Crees que deberíamos pagar la fianza?

—Déjala disfrutar unos días más en el presidio. Con su manera de ser, los uniformados deben estar felices.

—¿Realmente lo crees? —la Vipera sonreía.

—Dentro de seis meses me darás la razón. Ella en este momento está trabajando por hacer contactos. Cuando salga de ahí, podrá ser quien quiera fuera de la ley, ya que tendrá el aval.

—¡Pero los contagiará de sífilis!

—Se merecen un escarmiento por no actuar como es debido.

—Entonces, ¿todos felices?

—A mí me picó la víbora y no estaba planeado.

—Ese disfraz que le pusimos debería haberte protegido...

—Ahora sabemos que nunca debemos confiar en una Vipera disfrazada.

Angela rio—Te llevaré conmigo a la Argentina, para compensarte.

—Si es así, chin chin.

Una víbora enroscadaWhere stories live. Discover now