Los pequeños detalles sobrenaturales

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Quisiera comenzar escribiendo quién soy, decir que soy un estudiante extraordinario y que hago cosas que nadie hace en pro de la sociedad. Pero no es así. Estaría mintiendo si vengo a escribirles sobre hechos extraordinarios en lugares ordinarios.  Quisiera considerarme, sin embargo, un escéptico empedernido, antipático a este tipo de concursos. Por el hecho de que pienso que estos concursos son un premio a las grandes acciones. Quisiera contarles, en lugar de un gran suceso, un compilado de pequeños "detalles sobrenaturales" (el nombre creo que suena chévere) los cuales, aunque tienen el nombre de sobrenaturales, claro que son verídicos.
1. Buenos días. Como todo mexicano, con un nivel socioeconómico medio bajo, tomo el transporte público para llegar a mi escuela. El trayecto de un lugar a otro dura aproximadamente una hora, lo cual lo hace pesado (si no te gusta el olor a cama "pedorreada", como a mí) eso sumado a que va lleno por las mañanas.
Quizá por que van tarde a su destino o por alguna otra cuestión pero la gente (incluyéndome) va de muy mal humor. Algo que me gusta hacer para aligerar el ambiente es decir amablemente "buenos días" cuando la gente se sube; si me piden que pase su pasaje al chofer lo hago con una sonrisa y con gusto. Eso, esas dos palabras pueden cambiar como la gente inicia su día. A la gente le cambia el rostro con un pequeño tinte de amabilidad y hasta comienza a recrear la acción. Un pequeño experimento que invito a que realices, querido lector anónimo.
2. Exámenes. Acá no vengo a levantarme el cuello. No es mi caso. Sólo es una recomendación comprobada. En mi preparatoria, hay un maestro que hace exámenes sumamente complicados (es famoso por ello y por su forma peculiar de hablar) y hubo el caso en que a mi grupo le tocó una evaluación de él. Todos estábamos nerviosos, uno que otro hasta retorcía sus pies de manera misteriosa cuando escuchamos la noticia. Y justo cuando salió del salón, comenzó a sonar un tumulto de voces preguntando cómo íbamos a copiar. Para el examen tuvimos 15 días y durante ese tiempo mis compañeros pensaron formas jamás hechas para su atraco. No soy la honestidad en hueso y carne pero no me gusta copiar, entonces mejor me puse,  como otros dos compañeros, a estudiar. Llegó el día del examen y mis compañeros tenían sus "acordeones" (no musicales) listos para la batalla. Sin embargo, más tardaron en pensar cómo copiar que en lo que el maestro cachó al primero. El maestro vio la hoja, se quedó pensando, luego exclamó: "ustedes tienen tanto potencial totalmente desaprovechado, mira que casi inventar un idioma para poder copiar en lugar de ponerse a estudiar unos conceptos, piensen muchachos si quieren ser de los que hacen lo fácil o los que hacen lo correcto". No sé si fue obra del estudio o si el maestro supo quién copiaba, pero sólo mis dos compañeros mencionados y yo pasamos dicho examen.
3. Una sonrisa pública. Más que fomentar la legalidad en mi ensayo, quisiera fomentar la tolerancia y el respeto. Darle a todos y a mí una sonrisa pública, cuando llueva y no lleves sombrilla, cuando en el día haga sol y la noche sea fría, cuando alguien diga que no puedes, cuando alguien te diga que en México ya no se puede, cuando critiquen tu forma de pensar, cuando te insulten en el tráfico, cuando no compartan tu ideología. No, no comparto la sumisión, comparto una idea distinta. Que el respeto y la honestidad sean amigos de la ciudadanía.

Gracias

Cuentos de una mente rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora