{N/A: Aviso de que este capítulo tiene escenas algo violentas y fuertes, así que si lo lees es bajo tu consentimiento y bla bla bla.}
Base militar de humanos, Sábado, 12:55 PM.
Gracias a Perrie y su maravillosa idea de escapar, los humanos nos golpearon durante horas, hubo gente que perdió el conocimiento. A partir de ahora nos agrupaban en grupos de seis y nos metían en celdas. Para no aprenderse nuestros nombres nos llamaban por números que aparecían bordados en nuestros nuevos uniformes negros. A mí me tocó compartir prisión con dos ancianos mal humorados que se pasaban el día quejandose entre tacos de todo lo posible y un chico de mediana edad con síndrome de down con la que parecía ser su madre. También había una chica de mi edad más o menos pelirroja con flequillo y unos ojos azules al igual que Perrie. La delgadez de esta última siempre me llamó la atención. No es que nos alimentaran muchísimo, pero estaba increíblemente delgada. Esta chica siempre andaba con la cabeza gacha mordiéndose sus uñas. Nunca sonreía o hablaba. Lo único que se escuchaba en nuestra celda era la voz de aquellos ancianos y la de chico hablando animadamente con su madre ignorando la situación por completo. A veces, yo quería hacer lo mismo, hablar de temas cotidianos como si nada de esto estuviese pasando. Esquivar la realidad.
— Número 00829, presentate aquí. — escupió con asco un soldado moreno.
Me giré hacia mi compañera pelirroja que ni siquiera se inmutó.
— Número 00829, ¡¿estás sorda?! — gritó el moreno.
Y por primera vez en todo el tiempo que llevaba allí, sonrió irónicamente la pelirroja.
— El mundo se está ahogando, necesita ser salvado, pero a nadie parece importarle. — musitó dulcemente.
Todos los que nos encontrabamos allí quedamos perplejos ante las palabras de la joven. Los ancianos dejaron de hablar, el chico y su madre igual y el soldado quedó callado con la boca abierta. Aquella chica tenía razón, las primeras palabras que decía y lo profundas que eran.
— Deja de decir estúpideces y sal ya. — susurró débilmente el moreno aun sorprendido.
La muchacha se levantó sonriente y me dirigió una mirada fugaz antes de desaparecer con el soldado. Después de eso nada fue igual. Los ancianos no se quejaron más, el chico y su madre no hablaron más de temas triviales y yo lo único que hice fue pensar en lo cierto que era esa frase.
— Alguien tiene que salvar el mundo, mamá. — musitó el joven.
— Nadie puede hacerlo. — sonrió tiernamente su madre.
— Ella puede, es fuerte, lo noto. — informó señalándome.
Su madre se giró hacia mi con expresión relajada.
— Jesy, tal vez mi hijo no sea el más listo del mundo pero, su poder es notar energía, y la tuya la siente muy fuerte. — me informó dejandome estupefacta. — No preguntes como sé tú nombre, ya que yo puedo ver el futuro o leerte la mente. Si, como Perrie.
Eso me dejo aun más sorprendida, aquella señora había leído cada palabra que yo pensaba.
— Oh cielo, no tengas miedo. — dijo riendo. — Te ayudaré a salir.
— No hay salida, y aun que sé que me va a decir que si que la hay, si salgo os torturaran. — dije con conciencia.
— Tú nos salvaras y ante eso cualquier tortura es poca. — me apoyó.
Bufé. No sabía si estaba en lo correcto pero yo quería irme de este lugar. Suena egoísta pero es verdad.
— Esta bien. — suspiré.
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III World War
Ficção AdolescenteAcaba de explotar una bomba en el sur de Japón. Una bomba nuclear. Lo que hace morir a media pobloación mundial o mutarlos. Algunos salen ilesos. Ya que el número de ilesos es mayor que el de mutantes, la gente empieza a despreciar a los mutantes ha...