Prisión humana, un mes más tarde.
Había pasado un mes desde que nos habían atrapado los humanos, nos habían soltado de la silla a la semana siguiente y justo esa semana nos habían dado algo de comer que no aceptamos pues parecía que la comida se retorcía en el plato. Habíamos adelgazado y estábamos muy débiles como para poder escapar. Seguíamos en ese cuarto sin ningún mueble, yo corría para intentar mantenerme en forma aun que no podía, básicamente porque sin los suficientes nutrientes que el cuerpo necesita era muy díficil estar en forma. La comida, que venía con agua, nos la servían siempre a la misma hora: a las nueve y media, a la una y a las nueve y media. Para dormir no teníamos nada salvo el suelo, por lo cual era muy incómodo. La relación entre nosotras era nula, casi no hablábamos, estamos muy pensativas, todas queríamos huír pero no sabíamos como.
La puerta de la gran habitación se abrió de par en par, no me giré, sería el típico guardia que nos traía la comida. Me extrañó no volver a oír el ruido de la puerta al cerrarse, miré a Jade quien se encontraba en frente de mí, con las piernas encogidas y sus brazos al rededor de ellas. Me miró asustada y más tarde dirigió su mirada hacia la puerta. Jade y yo no hablábamos mucho, tan solo me estaba intentando que una herida de mi tobillo cesase de sangrar con una tira de su camiseta ancha ya media rota. Barrí con la mirada la sala en busca de Perrie y Jesy que miraban anónadas ya de pie, a la persona que se encontraba en la puerta. Jade me miró de nuevo y puso su mano derecha en mi hombro sonriendo amargamente. Giré lentamente mi cabeza y observé a Jack. No era el Jack Harris que había conocido por casualidad, ese había muerto. Era Jack McCarter. Suspiré. No puedo explicar que sentía en ese momento, era una mezcla entre tristeza, decepción y rabia.
— ¿Qué quieres, Jack? — preguntó Jesy con un tono de voz duro.
Quería decir algo pero las palabras no salían de mi boca.
— Nada, tan sólo quiero sacaros de aquí. — informó con algo de nervios.
Una risa irónica retumbó en la habitación.
Era Jade.
— ¿Nos vas a meter en otra habitación aún más horrible o nos piensas torturar? — preguntó con ironía Jade.
Jack rodó los ojos, llevaba sin mírarme todo el rato y en cambio yo no podía apartar mis ojos de él.
— ¿Por qué no me creéis? — nos preguntó tirándo ligeramente de su pelo en señal de frustración.
— ¿Quieres saber por qué? — Jack sólo asintió. — ¡Maldita sea, eres hijo de McCarter, Jack! — exclamó la rubia con asco y rabia. — Vete.
— Hacer lo que queráis, yo voy a dejar la puerta abierta, os estaré esperando fuera, si a los cinco minutos no venís, me voy. — giró sobre sus talones y dijo — Recordad esto, si no venís ahora no tendréis otra salida.
Cuando se fue, me levanté y miré a las chicas.
— Yo me fío de él tanto como vosotras, pero no tenemos opción. — ellas suspiraron. — Pensad en que no puede haber nada peor que esto.
Jade hizo amago de levantarse cuando Jesy habló.
— ¿Y si es una trampa? — preguntó arqueando una ceja.
— ¿Tenemos otra alternativa? — saltó Jade levántandose.
Perrie miró al suelo y más tarde a Jesy, quien nos miraba impasible. La rubia se acercó a nosotras y nos sonrió tristemente.
— Vamos Jesy. — susurré.
Ella respiró profundamente y asintió.
Las cuatro nos dirgimos hacia la puerta y Jade la abrió lentamente. Miramos para ver si había algún soldado o algo por el estilo, el pasillo estaba vacío. De la nada apareció Jack del lado de Perrie haciéndola dar un pequeño saltito debido al susto. Jack sonrió. Estúpido.
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III World War
Novela JuvenilAcaba de explotar una bomba en el sur de Japón. Una bomba nuclear. Lo que hace morir a media pobloación mundial o mutarlos. Algunos salen ilesos. Ya que el número de ilesos es mayor que el de mutantes, la gente empieza a despreciar a los mutantes ha...