Las piernas me ardían al igual que mil infiernos, llevaba andando demasiado tiempo. Seguía aturdida, no entendía nada. No sabía quien era la persona que me había llevado tan bruscamente fuera del campamento. Lo único de lo que estaba realmente segura es de que no era un mutante. Tras andar un par de metros más me dejó caer al suelo. La cuerda que sostenía mis manos se deslizó por estas hasta poder moverlas. Y así fueron cayendo las cintas de no cara, hasta dejarme ver al moreno de ojos almendra que se encontraba de pie delante de mí. Por su aspecto podía jurar que no llegaba a los veinticinco años. Tenía una complexión alta y delgada, a la vez que fuerte. Me tendió la mano derecha para ayudarme a levantarme pero la rechacé. No me fiaba de él.
- ¿Quién eres? - pregunté estúpidamente.
Sus ojos me penetraban como si quisiese a travesarme con su mirar.
- ¿No vas a hablar? - negó frenéticamente. - ¿Acaso no sabes? - silencio. - Bien, ¿trabajas para McCarter? - silencio. - Eso es un si. - bufé. - ¿Tienes agua? Tengo sed.
Su mirada seguía puesta en mí, hasta que se giró y caminó hasta una furgoneta cerca del lugar. Al instante volvió con una botella que me lanzó. Tras beber, dije:
- Tienes una furgoneta pero me has llevado andando. - él sonrió. - Estoy segura de que solo me has hecho andar unos metros pero para mí han sido como quilómetros. Nunca lo vuelvas a hacer. - sonrió ampliamente. - Me gusta tu sonrisa.
Poco a poco sus mejillas fueron cogiendo color haciéndome reír.
- Que bonito eres. - reí. - No pareces peligro... - una voz se sobrepuso a la mía.
- ¿Will? ¿Ya has vuelto? ¿Está ahí? - preguntó esa voz ronca.
- Si. - respondió el tal Will.
Su voz era dulce al igual que ronca.
Una mujer pelirroja salió de detrás de un gran árbol estirándose. Tosió y se acercó al tal Will. Tras plantarle un beso, se giró hacia mí.
- ¿Cómo se llama? - preguntó sonriente.
- Perrie Edwards. - sonrió.
Me quedé sorprendida. No sé si porque me conocía o porque esa chica hubiera hecho eso a la ligera, como si estuvieran solos.
- ¿Te ha llamado el jefe? - preguntó ignorando por completo mi mueca de asco.
- El niño. - respondió entrando en la furgoneta.
- Ese crio, se lo tiene merecido. - comentó secamente. - Está enamorado de un mutante. - siguió hablando en tono burlesco. - Por favor si dan asco.
- Sam ya. - intentó pararla Will saliendo de la furgoneta con una botella de agua.
- No tengo sed. - dijo la pelirroja.
- No es para ti. - contradijo el moreno entregándome la botella.
La cogí con una sonrisa falsa, en realidad estaba aturdida y enfadada. Su charla prosiguió dentro de la furgoneta a lo que yo no pude oír.
[En otra parte del mundo.]
- Oh vamos, Jade, es navidad. - me intentó convencer Leigh. - Además, McCarter ya dijo que iba a soltarla.
- Leigh, no me apetece. - me negué por enésima vez.
- No seas aburrida. - protestó cansada de esta conversación que no llevaba a ninguna parte.
- Perrie estará aquí en noche vieja, según McCarter, ¿nos vamos a fiar de él? - pregunté con sorna. - No, Leigh.
- Haz lo que quieras. - se rindió finalmente dando un portazo tras de si.
Suspiré.
Noche buena y todo el mundo pasando un gran rato mientras Perrie está encerrada en Dios sabe donde. Habíamos buscado por turnos en los alrededores y no había aparecido ni el mínimo rastro de Perrie. Parecía que se había esfumado de la faz de la Tierra.
Volví a suspirar.
Habíamos llamado a McCarter para rendirnos y nos había dicho que la iba a soltar. Es increíble que haya gente que pueda fiarse de un ser tan despreciable como él.
Rodé en mi cama poniéndome boca abajo apoyada en mi antebrazo derecho mirando hacia la ventana, dejando volar mis pensamientos. Extrañaba a Perrie. Extrañaba su adorable risa. Extrañaba su tic nervioso. Extrañaba la forma en la que sus ojos se encogían al sonreír. Extrañaba cuando...
El sonido de piedrecitas rebotando contra el cristal me hizo dar un pequeño salto en el sitio. Me levanté torpemente tropezándome con todo lo que me encontraba a mi paso hasta llegar a abrir la ventana.
- ¡Robert! - exclamé con asombro.
- ¡Bebé! - exclamó en forma de respuesta.
- Ugh, Robert, vámonos ya. - refunfulló una sombra tras un árbol.
Me escabullí por la ventana hasta poder abrazar a Robert sin caer en que estaba en pijama. Pero me dio igual.
- Te eché de menos. - confesé antes de dejar un casto beso sobre sus labios.
- Yo a ti también. - me confesó de vuelta sonriente.
- ¿Podemos irnos ya? - sugirió la extraña sombra.
Dio dos pasos hacia delante y aún seguía sin poder distinguirlo claramente. Sus facciones eran tranquilas aún que un poco molestas.
- ¿Quién es? - susurré más para mí que para el resto.
- Jack - respondió caminando hacia mí con esa sonrisa de superioridad que tanto añoraba.
(N/A: ¿Cómo estáis?
Ante todo, ¡feliz navidad atrasada!
Quise hacer un capítulo algo navideño debido a las fechas en las que estamos pero bueno, era necesario no profundizar en eso. Vuestros comentarios me dan ánimos para seguir escribiendo así que, agradecería inmensamente que comentaséis aunque sea con un simple "sigue". Sé que tardo bastante en subir pero es porque no tengo suficiente inspiración o estoy agobiada, espero que lo comprendáis. Bueno, y eso es todo, ily.)

ESTÁS LEYENDO
III World War
Fiksi RemajaAcaba de explotar una bomba en el sur de Japón. Una bomba nuclear. Lo que hace morir a media pobloación mundial o mutarlos. Algunos salen ilesos. Ya que el número de ilesos es mayor que el de mutantes, la gente empieza a despreciar a los mutantes ha...