Ser una niña tierna

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El camino hacia la ciudad capital era largo y sinuoso. Para aligerar el estrés del viaje realizamos algunas paradas en posadas pintorescas. Me sentía parte de alguna aventura cada vez en cada punto de llegada.

Aventureros con bolsas repletas de hierbas y monedas extrajeras, hechiceras misteriosas, nobles con espadas bellamente grabadas, había simplemente de todo. Mis padres solo me acompañaron la mitad del camino. Mi tía Eberlande y la delicada Ebery, que viajaban con nosotros,continuaron con migo hasta el final del viaje.

Eberlande tenía su residencia en la capital real, era la orgullosa esposa de un joyero famoso, ambos provenían de mi pueblito natal. Se ganaron el reconocimiento de una casa de nobles durante una feria de artesanos cuando pulieron de manera magnifica los colmillos purpuras de los dragones etéreos del bosque Drieder, ese bosque azul y verde oscuro que tanto me gustaba ver a través de la ventana.

Drieder significa gema brillante y eso le pareció aun más fascinante al noble, gracias al cual mis tíos ganaron el segundo premio. Desde entonces viven en la capital, los sumos se les subieron más a la cabeza cuando la gente se enteró de que eran parientes de los nuevos ricos de la recién reconocida ciudad mercante del sur: Ciudad er Drieder y para adornar más su crecido orgullo, eran los tutores de la niña hada.

A toda costa evitaba pasar más de dos minutos a solas con Ebery, me apena decirlo, pero tengo un instinto femenino y este me gritaba a diario: Ebery es una desgraciada.

Mi prima era una niña flaquita y escuálida, su nariz no daba signos de parecerse a la de su mama, pero tenia los mismos ojos azules y lamentablemente nada de sus modales.

--Los ojos azules son más bonitos que los verdes, pero no te preocupes, no eres tan fea

Mis ojos se volvían blancos cada vez que la malcriada impertinente abría la boca.

"Agh, esta mocosa!"

Respiraba profundo y simplemente la ignoraba. Volverme loco era una posibilidad si pasaba unos días mas con ella. Para mi fortuna, mi 'horrenda yo' fue enviada lejos de la autoproclamada belleza universal de Ebery.

--Llamame cuando tengas pechos planita, tal vez seas menos desagradable entonces. Pero no te preocupes, cuando tenga magia te pasare algo de los mios. ¡Adiosito!

Fue lo último que la malcriada Ebery escucho de mí antes de marchar directo a mi nueva vida.

Pobrecita, tal vez su actitud solo era culpa de su complejo o envidia infantil. A pesar de ser mayor dos años, yo tenia mejor figura a mis nueve añitos. Seré un varón por dentro, pero también poseo un retorcido orgullo femenino.

Libre de la casa de mis tutores me presente a la sede de la academia real secreta. Para ser secreta era bastante publica, las ceremonias de bienvenida eran todo un espectáculo, las calles estaban repletas de gente, puestos de comida abarrotaban cada esquina, niñas portaban orgullosas sus insignias de hadas y magos y hechiceras pubertos cargaban libros gruesos forrados de notas y separadores. La iniciación de magos era cada año, pero a las hadas solo se les veía cada cinco.

Entre la multitud mi pequeña figura se perdía, "Seria mas fácil volar", pero yo no era una imprudente, ninguna niña hada mostraba sus alas en publico y yo no seria la excepción.

Caminando pude abrirme paso hasta llegar a la rueda de iniciación. Todas las demás niñas eran mucho mas altas que yo, las mas jóvenes eran niñas de 13 años, pero ninguna se veía mayor de 15.

Miraba de reojo a las bonitas, buscando algún rostro amable para congeniar. Todas ellas estaban vestidas con suaves telas semitransparentes, debajo llevaban camisones ceñidos de colores suaves, sobre sus hombros portaban una capa del color de su casa nobiliaria o simplemente gris si eran plebeyas. Del lado derecho prendía sobre su pecho la insignia de hada novicia.

La Dama Blanca es un varónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora