Duende malo!

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El cielo ennegrecido por el gigantesco huracán vivo atestiguó el terror sufrido por los imp'irei.

Del cielo llovieron millares de diminutos cuerpos gordos y esponjosos con las patas abiertas formando una cruz, sus ojos rojos resplandecían con sed de sangre y destrucción. Tanto sus afiladas garras como sus puntiagudas dentaduras destellaban con mortal brillo blanquecino.

Ni la espesura de la maleza, ni la habilidosa magia de los faunos, fueron suficientes para frenar la ferocidad de los bumbdis.

Era simple, ante el prodigioso transporte de los duendes, ninguna magia fáunica era efectiva. Antes de chocar contra los arboles o las hojas de superficies brillantes y metalicas, doblaban sus capas para desaparecer por una fracción de segundo, y luego transportarse violentamente sobre las astas de los hermosos e indefensos hijos del bosque.

Quitenloo! Quiten lo de mi caraaaa!!

Desesperados gritos de auxilio inundaron el bosque, los duendes no tenían piedad. Tomaron las astas de los impires y los montaron como si fueran galeonfer salvajes. El imperei conocido como el clama estrellas luchaba desesperadamente para quitarse de encima la montaña de pequeños duendes blancos apiñonados en torno a él, hasta que desapareció entre gritos ahogados bajo la eterna esponjosidad.

--Nectaaaar!

Los duendes encontraron las bodegas dentro de los arboles y se hicieron con el dorado botín liquido. Su transporte de desvió directo a drenar la despensa, llegaron como un tsunami de algodón  para arrasar con la comida. Su tempestuosa oleada acabó con todo a manera de una plaga de langostas, ya bien hinchados como pugsias obesas, prosiguieron con la lenta tortura de montar las cabezas de los impirei.

A'hul simplemente permanecía de pie, repeliendo la lluvia de conejos mutantes con completa indiferencia. Las tres hadas a su lado observábamos estupefactas la ridícula agonía de los bellos faunos. Bajo su potente escudo de distorsión los bumbdis no podían hacer nada mas que caer al rededor del aura del dios.

--No piensa hacer nada?!

A'hul me miro con sus aburridos ojos de purpura intenso.

No tiene caso intentarlo. No puedo hacer nada...

--Como que nada?! --comencé a volar inclinandome de frente.

--Muedrieder --la voz serena de Deritri me incitó a calmarme --es un dios al que le hablas así, no seas irrespetuosa.

--Uh... Lo siento...

A'hul exhalo un largo suspiro y señaló el origen de la tormenta.

Ese es el responsable, el supremo maestro bromista. La profecía dice que ni yo puedo detenerlo.

--No comprendo! Usted es un Dios! Trajo a toda su especie a esta dimensión! Por que no puede contra un simple duende?!

Grisde no esperó respuestas, adelantandose a las palabras, extrajo un colgante de catalejo rúnico con forma de gota de agua y observo a través de el.

--Es Gox! Y trae un arma elfica!

Deritri le arrebato a la marina el catalejo y sus alas ardieron como su enojo.

--Gox... Ese pequeño pugsiento... Yo nunca le enseñe a portarse a si.

Glup...

Deritri estaba mas que enojada, Grisde solo estaba confundida al igual que yo, y ya que Deritri era la responsable de cuidar al pequeño pugsiento, seguramente ese comportamiento tan ruin hería su orgullo como maestra de duendes.

La Dama Blanca es un varónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora