Explosión! El ataque de las hadas

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La angustia se mezclaba con adrenalina. Mentiría si dijera que no tenía miedo, sin embargo me daba más miedo el destino de Deritri.

--Muedy. Confías en mí?

La repentina pregunta del hada de viento me saco de mis pensamientos.

--Por su puesto que si. Me estás ayudando después de todo.

--Entonces recuerda tus palabras.

Pese a su apariencia, Plentia poseía muchas de mis características. Con el cuerpo de una niña de trece y la mente de alguien mayor. Sin embargo, incluso con sus lindas facciones ella era capaz de mostrar una gravedad propia del severo rostro de un juez y verdugo con años de experiencia.

--Muedy se que aún eres una niña, pero por tu historial también se que no eres normal. Quizá estés tan loca como Esbania, pero no por ello pienso dejar que te ensucies las manos. Tu única misión es rescatar a Deritri y huir. No vas a regresar por mi, no me vas a ayudar a hacer lo que me vea obligada a hacer y mucho menos te vas a meter en mis asuntos. No soy tan débil como aparento y tampoco soy tan blanda. Quedó claro?

Por un momento sentí un aura de poder y amenaza similar a la de la supremo regente.

--Si! Claro como el agua de un anfora señora!

--Bien, porque ya llegamos y ahora voy a tener que golpearte.

Antes de poder reaccionar siquiera recibí un golpe en el estómago, me dejó sin aliento, Plentia me tomo en brazos y me susurró un par de palabras que me dejaron en estado de inmovilidad.

--Alto! Identifiquense!

Sivarinda se fue volando entre las nubes de arena, abajo la tormenta no era tan fuerte. Con mis ojos cerrados y fingiendo estar inconsciente, escuché las roncas voces de hombres y mujeres que usaban un acento propio del desierto.

--Soy Plentia, una daga del viento. Traigo algo que le va a gustar a nuestra gran Sapter.

Por poco y me infartaba, el título que Plentia estaba usando era una especie de clave usada entre un grupo de criminales reconocidos de Teglirestus, lo sabía ya que los secuestradores disfrazados de comerciantes que intentaron llevarse a mi mamá habían sido de los mismos.

Seguramente su fachada de hada traidora no resultó muy convincente, ya que escuche cómo se reían y caminaban en su dirección.

Plentia me arrojo al suelo como un costal de papas y cai boca abajo, me aguante la furia y miré de reojo como la pequeña los ponía en su lugar con una habilidad propia de un ninja.

--No tengo tiempo para jugar, quiero mi recompensa, si soy un hada o no, no es de importancia.

Esta vez nadie respingo, siquiera movieron un músculo en protesta. Los cuatro encapuchados le arrojaron sus insignias y Plentia me levanto en el aire con su magia en una especie de torbellino suave.

Entramos a una fortaleza subterránea, a cada acceso ella dejaba una de las insignias, lo cual le aseguraba el paso.

Un par de sujetos que hablaban un dialecto nativo le señalaron un pasillo oscuro iluminado escasamente por runas de fuego.

--Así que tú traes el premio mayor. Jajajaja! Debo admitir que no creí que fuera posible. Pero cumpliste. Ahí tienes tú pago.

En ese momento yo estaba sobre una mesa de piedra fría, fue difícil no temblar y mantener los ojos cerrados tentados por por la curiosidad.

--Gracias, lamento lo de sus dos compañeros, no me quedo más opción. De todos modos el elfo ya estaba muerto desde un principio.

--Jajaja! Si es cierto. Eran un par de inútiles, siquera sabían que tú estabas de nuestro lado, lo cual te fue bastante ventajoso, o no?

La Dama Blanca es un varónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora