Las cinco magias y el hada maligna

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Mire a todos lados buscando auxilio. Pero otra vez fuí traicionado por Deritri, ella me miraba emocionada señalando al pequeño mequetrefe que ni siquiera se molestó en soltarme. Todos los ojos me miraban, todas las palabras eran dedicadas a mi... Esa clase de atención vergonzosa no me gustaba nada.

Me sentía como un lindo gatito arrinconado por una jauría de perros. Pero lo peor era el chico que me sostenía en brazos.

Era demasiado lindo para ser un hombre...demasiado hermoso para ser real... Sus ojos poseían el encanto de una pupila zafiro oscuro bordeados por largas pestañas, era fácil perderse escudriñando esa inusual espesura. Su rostro era incluso más terso que el mío y eso que yo era una niña. Sus labios eran dos gotas coralinas brillantes, húmedas, hasta me atrevi a pensarlo inmerso en su hermosura: besables. Si no fuera por qué habló y su cuerpo no se sentía como el de una chica, lo habría confundido a primera vista con una niña hermosa. Me horrorice al verme sumergido en pensamientos así por un chico.

No podía moverme, el cuerpo me pesaba toneladas, quería bajar de sus brazos pero apenas podía moverme. Pensé para mis adentros que era presa de un ataque de pánico.

--Yo me haré cargo su alteza.

Deritri se inclinó ante el chico con un agraciado saludo propio de la realeza.

Mi amiga estaba sonriendo dulcemente, pero podría jurar haber visto un brillo travieso en su mirada.

"No me digan que ya me chipeo con este!"

Y no, no me equivoqué, de inmediato al tenerme cerca de ella susurro en mi oído: Es muy lindo! Creo que le gustas...

--Deritrii! --Me colgué de ella como un pequeño simio y no me atrevía a levantar la cara de su hombro, solo me resigne a escuchar las palabras a mi alrededor.

--Abran paso! A un lado! --La voz de Grisde resonó y casi estaba seguro de que estaba haciendo espacio para dejarme algo de oxígeno vital.

--Ella parece estar cansada por el viaje, deberían descansar.

La voz del malnacido mocoso se escuchó muy cerca de mi y eso me provoco un escalofrío en la espalda, me aferre más a Deritri con la esperanza de olvidar la calida sensación de su cuerpo.

--Ya, ya... No pasó nada Muedy. Tiene razón alteza, ella necesita descanso.

La manita de la flama acaricio mi cabeza como si yo fuera un bebé. No me molestó para nada, pero la sensación de humillación en mi se sentía cada vez más con cada muestra de afecto, y yo que pensaba que quería ser mimado!

--Nos veremos después. Qué te mejores princesa Muedrieder.

"Princesa tu abuela! Mamá! Perdóname pero me quiero morir!"

Poco a poco los mirones se fueron separando, regresando a lo que fuera que estaban haciendo antes de mi penoso espectáculo. Sin embargo un grupo de cuatro personas permaneció inmutable.

Levanté mi rostro y mire, esas personas estaban tomando nota de todo lo acontecido. Entre cerré los ojos tachandolos de sospechosos y leí la mente de una chica delgada y alta, con cabellos grices recogidos en una trenza tan larga como sus delicadas piernas.

Entonces ella, recordando las fieras batallas, al extender sus alas de guerra, perdió el conocimiento y se dejó llevar por el frío dolor de su pecho.

Más su caída fue amortiguada por un hermoso desconocido... Mmm... Creo que le falta algo...Ah! Ya se! En los brazos de el príncipe heredero de Gratexia, el destino entinto en sus intrincadas líneas que Muedrieder olvidaria la trágica muerte de su amado Keilden...

La Dama Blanca es un varónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora