Deritri preparó paños blancos suaves y aromáticos. Me dijo como acomodarlos en mi ropa interior, cada cuánto cambiarlos y que tipo de ropa interior usar.
Recuerdo que mi mamá me dió la misma plática antes de ingresar a la academia de hadas. La escuché sin mucha atención pensando en cómo ligar hadas al tener un cuerpo masculino otra vez.
Me acosté hecha bolita en la cama y maldije el dolor que me impidió estrenar mi glorioso báculo, entrenar con Yimu el arte del duende del trueno o ir a practicar con las dagas de Plentia. Incluso leer el diario me parecía una tarea imposible, me dolía la cabeza con una migraña del demonio y cualquier rastro de luz me calaba hasta hacerme llorar.
Pero lo más estresante era lo que le dije a Keilden en ese estúpido callejón.
"¡El que me gusta eres tú!"
Me arremoline tapándome la cara de pena. Prácticamente me había confesado, le dije algo de lo que ni yo misma estaba enterada, algo que negaba rotundamente. Era verdad, me gustó desde que nos conocimos, no de una forma romántica, me refiero a que era un chiquillo serio de buenos sentimientos, un excelente amigo, leal y sincero. Pero como una niña de casi su misma edad, actualmente era el causante del latir repentino de mi corazón.
Me quejaba cubriendo me la cara con la colcha que la amable Deritri calentaba con su magia para reconfortarme.
Grisde entro histérica a la habitación interrumpiendo la atmósfera cálida y apacible.
—¡Muedy! ¿Qué pasó con Keilden?
Me asusté por su escándalo y me levanté preocupada.
—No se ¿Esta bien?
Ambas sonrieron como cómplices satisfechas al cumplir su misión. Las dos vieron todo, creo que incluso nos siguieron y escucharon la conversación prohibida.
—Me refiero a que pasó en el callejón.
—N...nada ¡no paso nada!
—Si claro, lo encontré sonrojado y con cara de bobo, será un hombrecito y todo lo que quieras pero sigue siendo el mismo niño sensible y adorable enamorado de ti desde que se conocieron.
La marina se atrevió a seguir revelando más detalles incómodos. Deritri chillo emocionada estrujando el brazo de Grisde.
—Jamas lo ví tan feliz, se fue con Falco para trabajar en sus armas mágicas, son cañones elficos de bolsillo. Estaba lleno de confianza tanto que se portó amable con Grimtel. Jaja es más que obvio que siente que ganó.
Lo que dijo el hada de agua me hizo sonreír un poco y de inmediato tapé mi cara con mis manos. No podía negarlo más, estaba feliz de haberme liberado de esa carga emocional.
—Hay Muedy ya es toda una mujer, hoy dió dos pasos a la adultez. Supongo que ya tendremos que darte la charla y llevarte a qué te instruya de la salud reproductiva para que evites embarazos no deseados en el futuro.
Esta vez los comentarios de Grisde me inestabilizaron lo suficiente como para hacer volar ciertos objetos a su alrededor.
—Jaja, tranquila. Guarda esa energía para luego. Cuando te sientas mejor iremos a una misión.
—No tan rápido Grisde, Muedrieder no puede salir, además, sus padres están siendo escoltados para resguardarlos aquí. Muedy no te lo había dicho, pero es posible que tus hermanos también sean hadas blancas.
Olvide todo el espectáculo vergonzoso y me levanté de la cama de un brinco.
—¡¿Qué?!
Releí los pergaminos que me facilito el poderoso jefe de la academia militar, era verdad, mis hermanos pequeños manifestaron auras mágicas desde su nacimiento. Pregunté por el abuelo de Grisde, el viejo Gundar fue por ellos mientras cumplía misiones secretas de los elfos.
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La Dama Blanca es un varón
FantasíaÉl murió, eso es seguro... Y al reencarnar es un hada! Ahora buscara una forma de revertir su condición a toda costa y conquistar el corazón de su amada. Descubre si lograra su objetivo o finalmente aceptara ser una chica mágica con todo lo que ello...