Capítulo XII Poseidón

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                Nos quedamos abrazados hasta que nuestros cuerpos se entibiaron, besé sus labios. Me miraba con ternura, yo le sonreí y lo sentencié.

- Y no quiero tener que volver a castigarte.

- Me tienes loco, nena.

- Y tú a mí, la verdad es que no deberías estar aquí. Si esto no es locura, no sé lo que es.

Abrazados, me besó la frente y me acurruqué en sus brazos con mis piernas entre las suyas, mis pechos desnudos en su costado, estuvimos un rato en silencio hasta que lo rompió diciendo:

- Me importas, la verdad es que no sé qué me pasa cuando te veo hablando con otro, me pongo como celoso. Además, tu amigo el chef es guapo.

- Nos conocemos desde hace mucho y nunca ha pasado nada entre nosotros. Siempre hemos sido amigos.

- Lo mismo dijo él, pero ¿Eres tan cariñosa con tus amigos?

- No creo tener que darte más explicaciones ¿O acaso eres mi novio?

- Ya, pero me jode.

- No es mi culpa que sea guapo y no va a dejar de ser mi amigo por eso. Y si supieras su apodo seguro te jodería más.

- ¿Ah sí?

- Pues sí, él es nadador, estuvo en muchas competencias cuando estuvimos en el colegio, siempre ganaba y debido a que es guapo, mis compañeras le decían Poseidón -. Reí a carcajadas, mientras se ponía serio. – Pero no es más guapo que tú -.

- No tienes que decirlo porque estoy aquí.

- Lo digo de verdad, no tiene una carita angelical como tú.

Mientras lo decía, volvió a mi mente el recuerdo de ese niño del centro comercial, él era Hugo, creo que desde entonces tengo una fijación por los chicos rubios.

- Me miras con buenos ojos ¿Sabes?

- Dime.

- Jamás estuve con una chica pelirroja, me encanta tu piel bronceada y tu cabello rizado, no sé como pero el día de la disco, traía un cabello tuyo en mi pene -. Terminó riendo y yo con él.

- Es mi marca -. Dije entre risas.

- Debo irme, mañana madrugo -. Me dijo levantándose de la cama.

- De acuerdo ¿Quieres algo de beber antes de irte? El baño está en la puerta de la izquierda,

- Sólo agua -. Me dijo mientras caminaba al baño.

Aproveché ese momento para tomar su camisa y ponérmela, fui por un vaso con agua; cuando regresé a la habitación él ya estaba poniéndose los zapatos, sin levantar la vista me dijo:

- ¿Has visto mi camisa?

- Sí

Al levantar la vista, se dio cuenta que yo la llevaba puesta, se acercó a mí y bebió el vaso con agua. Me miraba sereno, impasible como siempre y me besó los labios, al mismo tiempo que él me desbotonaba la camisa.

Cuando se fue recogí mi ropa que había usado en la cena y la puse en el cesto de la ropa sucia, justo donde debía estar, junto con la ropa de cama, cambié las sábanas y las fundas de las almohadas, pensé en cambiar la cama pero, nada de eso iba a cambiarme a mí, así que la dejé estar y me metí a la ducha.

Ya me preparaba para dormir cuando sonó el timbre nuevamente ¿Quién será a ésta hora? Me levanté y revisé por la mirilla, era José, quizá olvidó algo. Abrí.

- ¿Se te olvidó algo?

- Sí, esto -. Y me besó apasionadamente.

- ¿No tenías que madrugar? -. Dije tomando una pausa del beso.

- No podía dormir.

- ¿Vienes a que te cuente un cuento?

Ambos reímos, le ofrecí algo de tomar mientras se sentaba en el sofá y yo iba a la cocina. Sin darme cuenta me siguió hasta ahí, cuando estuve frente a la estufa me rodeó con sus brazos y me besó la mejilla. De pronto recordé el sueño que tuve y mi piel se erizó, mis glúteos rozaban su bulto y sin pensar, comencé a moverme como si me embistiera. Él alzaba mi camisón y tocó mi clítoris, gemí y mis manos apretaban sus brazos.

- Vamos a la mesada -. Dije suspirando.

No dijo nada, sólo besaba mi cuello al mismo tiempo que dábamos pequeños pasos hacia la mesada. Yo aprovechaba cada pausa para que mis glúteos rebotaran justo en su bulto hasta que estuvimos justo de frente a la mesada, entonces escuché como bajaba el zíper de su pantalón. Sentí cómo la tela rozaba mis piernas al caer al mismo tiempo que él besaba mi oído.

Puso su peso sobre mi espalda, obligándome a inclinarme sobre la mesada y sin aviso me penetró hondo, fuerte, como vengándose por las bofetadas que le di antes, un pequeño grito de placer se me escapó y con su mano libre tiró de mi cabello. Otro grito, más sonoro se me escapó. Soltó mi cabello y recorrió mis pechos, ahora yo sujetaba su cabello por la parte de atrás de su cabeza y continuaba moviendo mis caderas.

José ya no reprimía tanto sus gemidos, lo sentía más libre de hacerme gritar.

- Date la vuelva -. Me dijo entre jadeos. - Quiero ver como disfrutas.

Obedecí, me di la vuelta y tomándome de la cintura me sentó en la mesada, me quitó el camisón para perder su boca en mis pechos, me penetró nuevamente, pero esta vez más suave con ritmo lento, mis piernas se ceñían a su cuerpo y mis manos a su cabello, ambos íbamos retrasando el orgasmo hasta donde nuestros cuerpos podían.


El pulso del impulsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora