Se quedó en silencio, posiblemente no me creyera y no lo culpo, la historia entre Juan y yo era algo vieja e inconclusa. Siempre perdimos el ritmo para acércanos por miedo a perder nuestra complicidad, cuando él tenía novia, yo suspiraba por él y cuando yo lo olvidaba en brazos de otro, él venía a buscarme. Dejé de buscarlo y de seguirlo cuando me enteré que se casó, jamás respondí su solicitud de amistad en Facebook.
El noticiero me sacó de mis pensamientos al asegurar que impuso moda con su barba tupida a la "onda hípster", Juan siempre se caracterizó por llevar barba y sus rizos negros en el cabello. Recordé sus ojos de gato, una mezcla de verde y miel.
- No me has presentado a tus amigos ¿Te avergüenzas de mí?
- ¡Claro que no! No me avergüenzo de ti, no sé por qué dices eso. Este viernes iremos a cenar con Hugo ¿Quieres venir?
- Sí, si no te avergüenzo.
- Deja de decir eso, que tú no me avergüenzas, pero por favor, no golpees a mis amigos -. Dije riendo.
Me abracé más a su cuerpo, le susurré un te quiero a su corazón, José quizá no me escuchó pero me abrazó más fuerte entre sus brazos ¿Éste mismo ángel tan dulce es el mismo tipo impulsivo y violento de hace días, de ésta mañana? Di pequeños besos en su pecho hasta encontrar sus labios. Sin dejar de besarme, José se colocó encima de mí, sus ojos parecían encendidos con algo diferente, ya no eran más impasibles. Comenzó a masturbarse y con la otra acomodaba mis piernas a sus costados, luego comenzó a rozarme el clítoris con su miembro muy suave, lento subiendo de intensidad con mis jadeos.
Toqué mis pechos al mismo tiempo que mi cuerpo se arqueaba y gritaba de placer, mi orgasmo estaba llegando. Lo miré, sus ojos permanecían encendidos y con un fuego que no había visto, ni siquiera aquel día en la discoteca. Paró un momento para acomodar mis piernas en sus hombros, su miembro rozó mi rafe perineal haciendo que mi cuerpo se sacudiera como si una corriente eléctrica lo recorriera. Gemí al mismo tiempo que lo sentía entrar en mí.
Se inclinó un poco hacia mí. Estiré mi brazo para tocarlo y tomó mi mano entre la suya al mismo tiempo que me embestía sin piedad, con tanta fuerza que no tarde en llegar al orgasmo nuevamente. Con mis piernas lo rodeé por las caderas mientras frotaba mi clítoris en su pelvis, prolongando un poco más mi orgasmo.
De pronto, se encimó totalmente sobre mí, pasando su lengua en mis pezones y salió de mí, colocó sus piernas a mis costados y su miembro totalmente erecto entre mis pechos, junté un poco más mis pechos empujando hacia el centro cada uno con mis manos, mi lengua rozaba su glande con cada embestida, el sabor salado y un gemido reprimido de José, me hicieron saber que su orgasmo llegaba, cerré los ojos apretándolos por instinto. Sentí como se humedecía una de mis mejillas, un párpado y mis pechos. Se sentó brevemente sobre mí.
- Espera, ya vengo -. Me dijo como si le faltara el aire.
Miré con un solo ojo, cómo en una pirueta se bajaba de la cama rumbo al baño. José regresó con papel higiénico y me limpió el rostro, con mucho cuidado limpió mi párpado.
- Dicen que es bueno para la piel, pero no sé si para la vista también -. Dije riéndome.
- También que sólo tiene siete calorías, leche más ligth que esa no encontrarás.
- Ja, ja, ja. Soy intolerante a la lactosa.
- Recuerdo que no hiciste gestos cuando probaste de mi leche.
Reí con ése recuerdo, mientras me abrazaba sin darse cuenta que se estaba ensuciando, o más bien no le importaba. Lo besé apasionadamente mientras ponía mis piernas sobre las suyas, José dejaba caer su peso sobre mí, obligándome a recostarme nuevamente, pero la cabecera me impedía hacerlo totalmente, así que él se comenzaba a recostarse y yo ponía mi peso encima de él sin dejar de besarlo.
En un giro, estuve nuevamente debajo suyo, rozando su sexo con el mío, yo sentía como iba poniéndose más duro cada vez. Entonces, me pidió que me pusiera de rodillas en la cama, obedecí. Él detrás de mí, también de rodillas, puso su mano en mi vientre y me penetró, su otra mano en mi clítoris, me hacía gemir y retorcerme, mis manos se perdían en su cabello y en sus glúteos, rasguñándolos. Comenzó a embestirme con más fuerza, yo me ceñía como podía a su cuerpo, por un momento, me sentí libre y llevé mis brazos hacia el frente, estirándolos los más que podía e incliné todo mi cuerpo hacia el frente sintiendo como su miembro me llenaba más por dentro y yo lo apretaba con mi vagina cada vez más fuerte.
Entre mis jadeos y los resoplos de José, sus manos iban sujetándome más fuerte por las caderas hasta que llegó mi orgasmo seguido del suyo.
- Te adoro -. Susurró, desplomando su cuerpo sobre el mío.
Yo no respondí nada, solo apreté su miembro con mi vagina durante más tiempo, mientras en mi cabeza me hacía miles de preguntas como: ¿Qué significa para él ese "te adoro"? ¿Te adoro es como un "te quiero"? ¿Acaso es como un "me gusta tener sexo contigo, pero no te amo"? ¿Qué rayos significa eso? No quise preguntar, no quise arruinar el momento, ya podría preguntar después de la cena del viernes.
Cuando nos despedimos, le pedí que pasara por mí al trabajo, para ir a la cena con mis amigos, así llegábamos juntos.
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El pulso del impulso
RomanceIsela, una chica sin malas intenciones se ve envuelta en las delicias del pecado de la carne cuando conoce a José, un chico de presencia angelical pero mal temperamento. Sin embargo, encuentran el lugar exacto para ponerse de acuerdo en sus puntos...