Capítulo XIV Alondra dice

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Llegó la hora de la comida y yo salí corriendo para encontrarme con Alondra, necesitaba una contraparte que me ayudara a acomodar mis ideas, eso siempre me hace sentirme mejor. Quizá ella vea algo que yo no estoy viendo.

- Creo que has hecho lo correcto, apenas se han visto dos veces y ya se pone como energúmeno -. Me decía Alondra con tono de rabia.

- Soy una tonta Alondra -. Le decía mientras tomaba algo de ensalada con el tenedor. - ¿Creerás que tengo sentimientos por él?

- Es un hechizo seguro -. Respondía, pasando el bocado en su boca.

- Ay Alondra, lo pensé aunque suena ridículo.

- No, no amiga, es algo serio, es un hechizo sexual, te hizo un encantamiento con su pene.

- Ja, ja, ja. Te hablo en serio -. No pude evitar reír.

- Es cierto, pero quizá tenga algunos rasgos que te gusten.

- Sí, no es empalagoso, como los que te envía flores y chocolates, cuando apenas los has visto.

- Claro, porque tú sólo comes los postres de Hugo -. Respondió haciendo una mueca y girando los ojos.

Me despedí rápido ya que debía volver al trabajo, cuando iba entrando de nuevo al edificio me llegó un mensaje nuevo.

"Es que me jode porque me importas como hace mucho no me pasaba ¿Acaso no te das cuenta, pedazo de mujer? Te echo en falta. Escríbeme, te necesito. Gracias"

José

Ahora parece un ángel cuando hace unas horas parecía el mismo demonio escribiendo a mi mail. Pero todo con José ha ido tan rápido que no puedo ni quiero detenerme, aunque no debo de pasar por alto que ya me ha insultado dos veces. El trabajo me sacó de pensar en José, que no respondí a su mensaje, el hecho de que se haya disculpado (a su manera, pero disculpado) me tranquilizó y el tiempo se me fue tan rápido que ya era mi hora de salida.

En el ascensor, recreaba la imagen de José esposado a mi cama, sus jadeos; cuando salía del edificio iba en una nube de ensueño que casi podía oír la voz de José llamándome.

- Isela.

- ¿José?

No lo imaginaba, él estaba ahí afuera, esperando por mí. Sin pensar, lo primero que hice fue tirarme a sus brazos y sus labios. Estaba enamorada o lo que Alondra dice, estoy encantada. Quizá sean sus ojos brillantes e impasibles o su voz tímida, quizá si sea un encantamiento de pene lo que José me ha hecho, sea como fuere, su fuerte abrazo y su tierno beso me sacaron de éste mundo y yo sólo quería estar ahí, entre sus brazos musculosos y sus labios delgados.

- No me respondiste así que vine -. Me dijo mientras caminábamos hasta el estacionamiento por mi coche.

- No tuve oportunidad, pero sí lo leí. Dime algo ¿Siempre eres así de impulsivo?

- No, sólo me ha pasado contigo.

- ¿Quieres cenar? Compramos algo y lo llevamos a casa ¿Te parece?

- Sí, me parece buena idea -. Me respondió sonriendo.

Pasamos a comprar una pizza de mi lugar favorito. De camino a casa, reflexionaba un poco sobre lo sucedido, y que le tenía que decir algo al respecto, no se puede ir así, pensando que yo le voy a perdonar todos sus arranques de celos.

- ¿Sabes? No me gustan estos arranques de celos que tienes ¿Cómo puedo ayudarte a que no los tengas?

- No hables con otros hombres -. Me respondió seriamente.

- Bromeas ¿No? -. Dije riendo levemente.

- No, es que no soporto que rías con otro, o que lo abraces -. Sus ojos parecían algo apagados.

- ¿No es sano eso, no crees? Al final del día, eres tú el que va a casa conmigo y el que me hace suspirar, también jadear y gritar...

- Eso me gusta -. Dijo sonriendo.

- Pero no creas que te libras de un castigo -. Le decía sin mirarlo.

- ¿Un castigo?

- Claro, sabes bien que te lo mereces -. Dije al mismo tiempo que lo veía por el rabillo del ojo.

Después de cenar, se ofreció a lavar los platos, gesto que agradecí aunque le aclaré sonriente que ese no era el castigo. 

El pulso del impulsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora