Capítulo II El chico rubio del autobús

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Cuando estuve cerca, él estaba de espaldas a mí, esa corriente eléctrica volvía a mi columna mientras mi brazo derecho le rodeaba la cintura, el fuego recorría mis venas en cuanto me miró al mismo tiempo que mi mano derecha tocaba su entrepierna como por instinto, él cerró los ojos un par de segundos, me giró, ahora yo estaba a espaldas de él, me rodeó con sus brazos musculosos, los nervios agitaban mi respiración, sin decir nada su mano guiaron a mi mano derecha a apretar su miembro por encima del pantalón ¡Y qué miembro tan viril! Se sentía enorme.

En un impulso de valentía de nueva chica mala, metí mi mano dentro de su pantalón. Sí, su miembro era enorme, y su mano izquierda se deslizaba por mis caderas hacia la entrepierna para llegar con sus dedos a mi sexo, ya húmedo. La música estaba tan alta, pero yo no escuchaba nada, sólo su voz diciéndome "mueve tu mano lo más rápido que puedas".

De pronto lo entendí, no era yo, parecía que yo tenía el control en mis manos, pero era él quien me controlaba. Su mano derecha se deslizaba por mi escote y me tocaba los pechos por dentro del vestido. Mientras yo iba moviendo rápido mi mano dentro de su pantalón, él hacía lo suyo dentro de mí, tan rápido y tan bien, que no tarde en llegar al orgasmo, por un momento creí que todos en el lugar me habían escuchado gritar. Su mano salió de mí y se puso por encima del vestido en el área de mi sexo.

No tarde mucho en notar mi mano derecha húmeda, así como la parte de mi vestido que cubría mis glúteos y que daban justo a su miembro. Todo seguido de algunos gemidos reprimidos del chico rubio y misterioso. Saque mi mano, la cual ya no estaba tan húmeda, gracias a que al sacarla se iba limpiando con su ropa, me giré y al ver sus ojos azules y brillantes, volvió ese halo angelical que tenía, le sonreí con un poco de picardía pero él permanecía impasible.

Una buena chica mala se hubiera ido en ese momento, pero yo no podía, mis piernas no reaccionaban. Seguí bailando y vi a Alondra a lo lejos muy sorprendida sonriéndome como loca y levantando sus pulgares, me pregunté si había visto lo que yo acababa de hacer o si era porque el chico más guapo y más deseado de la discoteca estaba bailando conmigo.

La mano del chico rubio en mi espalda me regresó la mirada a él, me iba acercando hacia su cuerpo durante el baile de tal manera que nuestros sexos se rozaban; él estaba excitándome nuevamente. Las luces se tornaron más tenues todavía, recliné mi cabeza y mi frente tocaba su barbilla, con mi mano derecha tocaba el bulto en su pantalón y sentía como su respirar cambiaba, bajé el zíper y con su miembro fuera del pantalón, nos separamos un segundo, cruzamos las miradas y bajé; con la punta de mi lengua rodeé su glande y luego la largura de su miembro. De vez en cuando miraba su rostro, con su boca entreabierta parecía decirme que quería que metiera todo su miembro en mi boca, así que lo hice, mientras mis manos acariciaban sus testículos. Estuve así un poco hasta que noté que su miembro se ponía cada vez más duro, entonces mi mano comenzó a masturbarlo mientras seguía con mi boca en su glande. Su mano en mi cabeza marcaba el ritmo.

En seguida se escuchó otra canción y más gente se acercaba a la pista, lo miré y en ese descuido toda su eyaculación caía directamente en mi boca, escurriendo por las comisuras. Tragué lo que ya estaba en mi boca; me pasé los dedos alrededor de mi boca y él, con mucha delicadeza pero sin decir nada, me sujetó del brazo me acercó a él, me dio un largo beso, tocó mi pierna y la llevó hasta sus caderas, acariciando su largo hasta cerca de mis nalgas.

Yo acariciaba su cabello por la parte de atrás de su cabeza, y él volvió a deslizarse con sus labios por mi cuello hasta mis pechos; sus manos en mis glúteos me elevaron obligándome a rodearle la cintura con mis piernas y con los brazos a sujetarme de su cuello, luego hizo mi tanga a un lado y nos fundimos. Al tenerlo dentro sentía como me llenaba por completo con su miembro, lo apreté con mi vagina mientras su lengua buscaba mis senos, bajé un poco el tirante del vestido con una mano y así descubrí mis pechos para que su lengua pasara libremente por ellos.

Mi respiración se agitaba cada vez más con cada movimiento suyo, no iba a aguantar mucho para llegar al orgasmo. Algunas risas se escucharon recordándonos que no estábamos solos; por instinto lo apreté más con mis piernas y mi orgasmo llegó entre jadeos y un grito sutil que quise intensificar cuando mordió suavemente mis senos, lo que me provocó otro orgasmo haciendo que mis uñas se clavaran en sus hombros. Éste chico es imparable, un dios sexual entre los mortales.

Siguió con su movimiento, aún después de sentirme tan húmeda y provocándome un par de orgasmos más hasta que sentí otro mordisco en mis senos y como me inundaba la vagina con su eyaculación, apreté algunas veces su miembro con mi vagina hasta sentir como iba bajando su tamaño, mientras me besaba apasionadamente.

Me bajó con cuidado y se separó de mí. Él seguía teniendo ese semblante impasible de antes, yo no supe si sonreír o estar seria, lo único que se me ocurrió fue asearme un poco. Pero antes de pedirle que me diera un momento, el chico rubio y misterioso, tomó mi mano y me sacó de la pista, caminó tan a prisa que me costaba seguirle el paso con mis tacones. En el pasillo me di cuenta que nos dirigíamos hacia los lavabos, no pensé nada en ese momento, todo me parecía tan irreal, arriesgado y nuevo que me dejé llevar, era sólo por esta noche. Él miró cuidadosamente por todos lados y al igual que yo, notó que estaba vacío.

Nos encerremos en el baño y sonreí de nervios, pero sus ojos azules me miraban imperturbables, el espacio que había entre nosotros se acortó cuando su brazo me alcanzó para acercarme más hacia él y comenzó a besarme desesperadamente los labios, pude sentir el bulto dentro de su pantalón en mi sexo. Suspiré mientras con mis manos torpes desabotonaba su camisa. Me sujetó de nuevo para sentarme en el lavabo, yo iba acariciando sus pectorales y sus brazos fuertes, abrí mis piernas para recibirlo y noté que mi vestido se rompió por un costado de la pierna al sentir su mano en mis muslos y su tacto suave al levantar el vestido y buscar mi tanga para quitármela, teniendo cuidado al pasarla por mis zapatos. Recorrió mis piernas con sus manos y sus labios, hasta llegar a mi sexo y con gran destreza tocó el punto exacto para hacerme gritar y gemir de placer mientras mis manos lo sujetaban fuertemente del cabello. Un minuto después, levantó la cabeza y lo solté del cabello, lo miré a los ojos; él no perdía ese semblante angelical e impasible que tenía desde el inicio.

Así, con ese semblante, se bajó los pantalones y sacó su enorme miembro viril, me miró mientras se masturbaba un poco y yo me sujeté del lavabo mientras abría un poco más las piernas e intentaba acercarlo a mí con ellas. En cuanto se acercó, besé su cuello, bajé por sus pectorales y lamí sus tetillas, fue cuando lo sentí muy dentro, estaba tan húmeda que se deslizó sin problemas y comenzó a embestirme salvajemente. De pronto se escucharon risas detrás de la puerta, me ceñí a su cuerpo, sujetándolo entre mis piernas y brazos, pero él no se perturbó por el ruido que provenía de afuera, parecía tan irreal que mi orgasmo llegó y tuve que reprimir mis gritos para no delatarnos, le mordí un hombro y entonces sentí como me iba llenando por dentro con su simiente.

El pulso del impulsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora