Capítulo X La cita

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Pasé el resto del domingo con Alondra, después de comer estuvimos viendo películas de comedia romántica, ironizando el amor y pensando en que a veces va muy rápido la danza del emparejamiento.

Por fin, el lunes a las 11:00 am recibí el correo electrónico con el resultado de los análisis y esa ligera piedra que iba cargando a mi espalda había desaparecido, y otro mensaje llegaba.

"¿Estás teniendo un buen día, tentación pelirroja?"

José

"Sí, sólo que es un día muy ajetreado ¿Cómo va el tuyo?"

Isela

"Iniciaste muy temprano, pensé que te habías escapado con el de la cafetería, tampoco lo vi hoy. Deseo que ya sean las 8 pm de mañana"

José

"Ja,ja,ja. Ni de broma escaparía. Yo también deseo que sea mañana, estoy ansiosa"

Isela

Comencé a preparar los expedientes de mi jefe para ése día en la corte, realicé algunas llamadas y el día se me fue muy rápido. Salí un poco más tarde y estaba exhausta. De camino a casa pensaba en José, en que no es un romántico, pero sí es dulce y hasta tierno, al menos eso me parecía, pues se preocupó por mi día, tenía un sentido del humor que me encantaba, además de ser tan guapo, musculoso y con una deliciosa voz. Aunque sí sonaba un poco controlador.

En cuanto estuve en la cama le escribí a José.

"No sé si podré dormir, pero espero que tú sí, descansa y nos vemos mañana"

Isela

Estaba tan cansada que dormiré de un tirón. Al despertar, miré mi smartphone y leí su mensaje.

"Descansa, tentación pelirroja"

José

Durante ese día los correos electrónicos entre José y yo se multiplicaron, lo que indicaba nuestras ansias de vernos esa noche. Al terminar mi trabajo, regresé a casa muy rápido, me metí a la ducha y mientras secaba mi cabello miraba mi armario ¿Por qué lo dejé hasta el final? El vestido púrpura y todos los accesorios se fueron acomodando en mi mente como rompecabezas, pieza por pieza. El vestido de escote cruzado, un collar delgado y largo con un dije de perla que disimulara y justificara el escote pronunciado, los zarcillos pequeños de perla haciendo juego, los ojos ahumados en negro y brillo con toques purpuras en mis labios.

Salí para encontrarme con José, estaba tan ansiosa que llegué puntual. Él estaba ya en el lugar. Se veía tan guapo y sexy con su traje casual y negro sin corbata, peinado e impecablemente rasurado. El dios Apolo entre los mortales. En cuanto me vio entrar se levantó de la mesa.

- Hola -. Le dije mientras sonreía y besaba su mejilla.

- Te ves muy bella -. Dijo sin apartarme los ojos de encima.

La cena fue amena, conversamos entre bromas sobre nuestro día, sobre su trabajo y el mío, mientras los platos de comida iban, las botellas de vino venían y pedimos el postre. Yo sin mirar la carta le dije al mesero que le pidiera al chef que me enviara un pedazo de carlota, mi postre favorito y del chef, Hugo, pues éramos amigos desde la infancia.

Cuando llegó nuestro postre, se notaba que mi porción eran más generosa, José hizo una mueca, yo sonreí pensando que era broma y dije:

- Conozco al chef, a veces le hago favores.

- Mmm... No había carlota en el menú.

Entonces, llegó Hugo a nuestra mesa, nos saludó a los dos deseando que todo haya sido de nuestro agrado. Yo me levanté a abrazarlo y él me correspondió. De reojo noté que José se levantó también.

- ¡Aléjate! -. Le dijo al mismo tiempo que le daba un puñetazo en el ojo a Hugo. – Eres una zorra -. Me dijo mientras me miró encolerizado.

Miré a mí alrededor y a Hugo, que ya se había levantado del suelo. Le dije que lo sentía y Hugo, sólo hizo un ademán de "no pasa nada", sin mirar a José me fui del lugar. De camino a casa, me di cuenta que no podía pretender que José me tratara diferente después de cómo nos habíamos conocido, aunque todos esos focos que yo tomaba como humor, era francos destellos de un hombre controlador y celópata.

Respiré profundo en un semáforo, miré por el retrovisor y la calle estaba desierta. Aproveché para llamar a Alondra, pero sonaba ocupado, avancé y seguí directo a casa pensando que lo mejor era que haya ocurrido ahora y no después cuando sienta algo fuerte por José ¿Qué le pasaba a José? Aún no éramos nada y ya estaba siendo posesivo, teniendo celos estúpidos de Hugo.

Yo imaginé de todo, teniendo sexo en el baño, que tendríamos bromas al respecto y nos llamaríamos "amantes de baño", pero por eso no bailo, la danza del emparejamiento no está hecha para mí, por eso sigo sola, amo mi rutina y a mi perro, Junico, al que no debí abandonar ¡Junico, ya voy contigo!

Estacioné el coche pensando que había sido lo mejor el sólo dar mi correo electrónico, así era más fácil, sólo tenía que marcar su dirección electrónica como spam, lo cual haría en cuanto entre a casa. Al abrir la puerta de casa escuché otro coche estacionarse, miré y era José bajándose de un taxi.

- Lo siento, es que me pongo celoso porque me gustas mucho, me vuelve loco que alguien más pueda tocarte y que tú le sonrías -. Me miró como esperando que yo dijera algo.

Yo permanecía inmóvil, no esperaba que él estuviera ahí, no sabía si tirarme a sus brazos o correr a casa.

– Jamás me sentí tan deseado y cómodo, ni había conocido a alguien que disfrutara tanto conmigo. Ya lo ves, soy poco simpático, pero contigo todo fluye. Quizá ahora sepas que no te convengo.

Abrí la puerta y lo invité a pasar, en contra de todas las alarmas que habían saltado en mi cabeza, mi mente decía una cosa y mi corazón decía otra ¿Mi corazón o mi vagina? Cuando se trataba de José, yo todo lo confundía. Él pasó a mi casa y me siguió.


El pulso del impulsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora