NARRADOR OMNISCIENTE
Llegaron al antro donde sus amigos los verían para pasar la noche, después de un largo camino en taxi, en donde Joel había ignorado completamente a Erick, quizá ya le había quedado claro, el ojiverde no quería tener nada que ver con él.
Joel bajó primero de aquel auto pagando el pasaje y caminando hacía la entrada, sin esperar al menor.
Erick solo giró los ojos, un poco molesto por la infantil actitud del mexicano, cerró la puerta del vehículo y corrió detrás de su amigo.
- ¿Enserio vas a comportarte así? – preguntó Erick jalándolo del hombre haciendo que este quedara frente a él.
- ¿Así? – preguntó haciéndose el desentendido. – no sé de qué hablas, amigo. – sonrió y volvió a darse vuelta caminando hasta la entrada.
- Como alguien infantil, como si tuvieras diez años. – gritó provocando que él rizado se detuviera.
Erick se acercó rápidamente hasta a él y lo volvió a jalar para que lo mirara.
- ¿No podemos ser amigos normales? ¿Amigos que se ven cada fin de semana, se saludan, hacen grandes planes de fiestas, amigos con los cuales poder charlar de cosas normales? En verdad quiero ser tu amigo, Joel. – suplicó.
- Si aquella noche hubieses llegado en plan de amistad, quizá lo que tú quieres sería posible, incluso creo que pudimos ser los mejores amigos, hablar de chicas, de conquistas... - susurró avergonzado con la mirada al suelo. – pero la forma en la que nos conocimos fue totalmente diferente a como se supone que se conocen dos amigos.
Erick se había quedado boquiabierto ante tales palabras, quizá sentía lo mismo por Joel, quizá no era amistad, no estaba seguro, esa confesión lo había confundido más de lo que lo dejaron los sucesos esa noche.
Lo único que pudo hacer fue acercarse al mayor, tomar sus manos y mirar al suelo, el lugar que también Joel veía.
- No soy buen producto para cosas serias. – soltó una risita. – soy alguien con muchos demonios en su pasado, presente y ... - se detuvo mordiendo su labio. – en fin, estás mejor sin mí, créelo.
- ¿Por qué no dejas que yo decida eso? – preguntó el ojimiel tallando su dedo con la palma del menor.
- Soy un chico que tiene muchos problemas, sería injusto compartir todo eso con alguien más.
- ¿Problemas económicos? Yo puedo ayudarte en todo lo que pueda, de verdad Erick. – insistió.
- Joel, no lo entenderías.
- Permíteme entenderlo. – suplicó. – qué tal si... ¿te pago?
Erick levantó la mirada rápidamente, un gesto de confusión adornaba su rostro, una de sus cejas se había enarcado por simple inercia. "¿Qué creía este idiota? ¿Qué era una prostituta?" pensó Erick en ese momento.
- Joel, no soy un juguete que puedas rentar por unas horas. – dijo tratando de alejarse.
- No, perdona, no lo entiendas de mala manera. – lo sujetó con fuerza. – te pagaré por salir un día de paseo conmigo, ¿sí? Será una salida social, de dos amigos, nada de contacto si tú no quieres. – se apresuró a decir.
Erick no podía negarse ante tal oferta, el dinero en su vida escaseaba de una manera exageradamente extrema, y no era para darse lujos, era para cosas más importantes.
- Trato hecho. – susurró apenado. – ¿Cuándo quieres que salgamos?
Joel sonrió al escucharlo, no le importaba si tenía que conseguirlo por medio del dinero, solo deseaba pasar más tiempo con ese ojiverde, pero aún más, había algo que le intrigaba muy en lo profundo, Erick no era de esas personas interesadas o al menos no se veía que lo fuera, entonces ¿Por qué la necesidad de dinero a tal punto de alquilarse como amigo del momento?
Bueno, eso no importaba, Joel estaba emocionado y no le importaba lo demás, Erick al ver aquella emoción no muy disimulada del castaño no pudo evitar dibujar una momentánea sonrisa en sus labios.
- ¿El próximo fin? – preguntó Joel. – en la semana no puedo, mis clases no lo permitirían.
- Por supuesto, cuando tu quiera, solo dime en donde nos reuniríamos.
- Yo pasaré por ti, iremos a un lindo lugar – sonrió.
- No sabes donde vivo. – rio.
- ¿Me darás tu dirección? – preguntó serio.
- No lo sé. – dudó. – ¿te parece si mejor nos vemos en donde nos encontramos hoy?
- Oh. – expresó desanimado un poco. – está bien.
Erick se separó del mayor y cuando se decidía a decir algo...
- Debemos entrar, los chicos nos esperan. – interrumpió el rizado girándose mirando a la entrada.
- Por supuesto, vamos. – asintió.
