☄ CAPÍTULO 10 - SENTIMIENTOS COMPARTIDOS ☄

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NARRA JOEL PIMENTEL

Llegamos después de dos horas de viaje, Erick se veía emocionado, en sus ojos veía que no conocía el lugar, todo era nuevo para él.

- ¿Te gusta el lugar? – pregunté rascando mi cabeza.

- Un lugar tranquilo, pero Joel. – me miró confundido. – es un pueblo, no digo que yo sea rico, ni siquiera estoy insinuando eso, lo que pasa es que dijiste que iríamos de excursión.

- ¿Te imaginabas un Zoológico o algo así? – pregunté colocando mi gorra.

- Bueno, no precisamente un Zoológico, pero si algo así. – replicó.

- Tranquilo, lo que venimos a ver está a las afueras del pueblo, aquí solo nos detuvimos para comprar lo necesario para el camino, como botellas de agua y algunas galletas, no queremos que encuentren a un chico palo seco y muerto en estos lugares. – bromeé.

- No es gracioso. – susurró molesto.

- Ya, es broma, esta es la última tienda en kilómetros, compra lo que quieras. – extendí un billete de quinientos. – yo invito.

El menor tomó el billete y caminó hasta aquel local mientras yo acomodaba las cosas que había sacado, minutos después salió con un par de bolsas.

- Te dije compra lo necesario, no tráete toda la tienda. – reí.

- Nunca puedo complacerte con nada. – gruñó.

- Una vez lo hiciste. – susurré para mí mismo.

Encendí el motor y arranqué del lugar, no se nos debía hacer tarde.

Entramos en un camino de terracería, seguramente mi madre me mataría si le sucediera algo al auto, pero mi muerte no importaría después de lo que planeaba hacer este gran día, o lo que restaba.

Llegamos al lugar, salí del auto y saqué mi mochila, Erick salió después de mí, sin sacar nada pues no le había dicho de mis planes, lo sé, error mío, por eso traía suficiente para ambos.

- ¿Y ahora? – preguntó mirando el árido lugar.

El sol nos pegaba por todos lados, en nuestra vista no se veía más que tierra seca y grandes rocas.

- Ahora princeso, a caminar, según Google Maps, debemos llegar a un bonito lago. – mentí.

- Estás bromeando, ¿cierto? – dijo irónico. – es casi como un desierto, Joel.

- Camina Erick, traigo mapas. – saqué aquel papel doblado.

- Apuesto que terminaremos muertos. – bufó.

Hacíamos pequeñas charlas durante el camino, sin embargo, no llegábamos al lugar acordado, y eso comenzaba a preocupar a Erick, el calor era abrasador, así que ambos nos sacamos las camisas y nos colocamos bloqueador.

- Estamos perdidos. – susurró sentándose en una roca para beber agua y limpiar su frente sudorosa.

- Por supuesto que no. – dije optimista. – según el mapa, estamos en... - pausé mi habla observando aquel enorme papel, girándolo de un lado a otro.

- No sabes leer mapas, ¿cierto? – preguntó frustrado. – nunca debí venir aquí.

- Bueno, obvio no me dio tiempo ver un tutorial en You Tube sobre "Como leer mapas" – rodé los ojos.

- No es gracioso, Joel. – dijo con temor. - tenemos escasos minutos para que oscurezca.

Me acerqué hasta su posición y me puse en cuclillas frente a él, haciendo que nuestros rostros quedaran uno frente al otro.

- ¿Confías en mí? – susurré tomando sus mejillas.

Erick solo bajó su mirada y mordió su labio inferior, no como un acto pervertido si no como uno tímido y asustado.

- Confío en ti. – dijo volviendo a mirarme a los ojos.

- Bien, ahora levanta ese lindo trasero tuyo, que ya casi llegamos, solo debemos subir un poco más a la montaña. – sonreí.

- Está bien. – se puso de pie.

Estiré mi mano para que la tomara, tenía miedo de que no lo hiciera, pero para mi suerte, la sujetó fuerte y entrelazó nuestros dedos.

Después de un rato más de caminar, decidimos volver a sentarnos, el sol comenzaba a ponerse y esta era la mejor vista para ver como eso sucedía.

Aproveché que ambos estábamos tan cerca para rodear su delgado cuerpo con mi brazo para atraerlo más a mí, no opuso resistencia, sino al contrario, recargó su cabeza sobre mi hombre y se mantuvo con la mirada fija en el horizonte.

- Es hermoso. – susurré al ver como el día se convertía en noche. – pero no tan hermoso como tú.

- Ni tanto como tú. – contestó levantando su cabeza de mi hombro, nos miramos uno al otro, mientras nos íbamos acercando cada vez un poco más, hasta que por fin capturé sus labios con los míos.

Me estaba volviendo adicto a sus labios, adictos a sus besos, adicto a su sabor, y eso no me preocupaba en lo absoluto, pues si debía morir por sobredosis a causa de esa adicción, seguramente moriría feliz.

Sentí su lengua pasearse por mi boca en busca de la mío, cuando decidimos que era suficiente nos separamos poco a poco, depositando cortos besos en el proceso.

- Te quiero demasiado, Erick. – confesé.

- Yo, creo que también te quiero con la misma intensidad Joel Pimentel. – susurró hundiendo su rostro en mi hombro, no lo presionaría para mirarme, sabía que era difícil para él aceptarlo, lo era para mí, así que lo comprendí.

Acaricié su cabeza con mis manos, haciendo sus cabellos escurridizos pasaran por mis dedos.

- Debemos seguir, o no veremos nada en el camino. – susurré.

- Bien. – se puso de pie y ayudó a levantarme.

Volví a pasar mi brazo por su espalda y caminamos, uno pegado al otro, ese momento había sido el inicio de la noche perfecta.

En nuestra vista se podía observar una casa totalmente oscura en su interior, Erick se detuvo cuando sintió que lo avanzaba hacía ese lugar.

- ¿No íbamos a un lago? – preguntó.

- Sobre eso... - jugué con mis manos. – te mentí, en realidad veníamos a esta casa. – declaré con mis mejillas rojizas.

- Siempre mentiras, Pimentel. – golpeó mi hombro levemente.

Sonreí ante eso y seguimos caminando hasta el lugar, debía decir que era una casa enorme, en el patio trasero había una alberca con vista al pueblo al que antes habíamos parado, simplemente fantástico, esa casa se merecía que yo fuera esclavo de mi madre por una semana.

Tomé las llaves, abrí la puerta y dejé entrar a Erick.

Encendimos las luces observando el hermoso interior del recibidor.

- Deja eso y ven conmigo. – le tomé de la mano y lo jalé hasta el patio trasero.

Llegamos hasta el patio, no encendí las luces pues no sería necesario para lo que tenía en mente, saqué un encendedor del bolsillo de mi pantalón y caminé hasta una fogata de piedra que se encontraba cercana al jardín, después de un rato, logré encenderla y caminé hasta el menor quien tan solo esperaba en el camastro, me paré frente a él y sin más, comencé a desnudarme. 

El chico de la noche anterior ☄ Joerick ☄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora