NARRADOR OMNISCIENTE
Los rayos del sol entraron por aquellas enormes ventanas de esa habitación de paredes blancas, eso resultaba un poco molesto para el ojiverde, pues la luz se intensificaba con los colores blancos y eso interrumpía una mañana perfecta, después de una noche igual de perfecta.
Se removió un poco solo para sentir el vacío en la cama, abrió sus ojos y se recargó en la cabecera de la cama. Un fascinante olor llegó hasta su nariz provocándole un rechinido en el estómago, lo que sea que se estuviera cocinando ahí fuera, olía riquísimo.
La puerta se abrió en un instante permitiendo el paso a Joel, que tan solo vestía con una bata blanca, sostenía una charola plateada con tres rebanadas de pan tostado, uno con mermelada de fresa, la otra con mantequilla y azúcar, y la última con queso cottage. Un vaso transparente con jugo de naranja y un plato con dos huevos estrellados y un poco de tocino muy crujiente.
- Buenos días, Erick. – sonrió cerrando la puerta con su pie, para después dirigirse hasta el ojiverde que sonrió al verlo entrar con dicho detalle.
- ¿Cocinaste para mí? – preguntó acomodándose en la cama.
- Creí que sería conveniente. – colocó cuidadosamente la charola en las piernas del menor.
El mayor se recostó a su costado y tomó una tira de tocino para comerla.
- Muchas gracias, Joel. – tomó una rebanada de pan tostado y lo mordió.
- Dime que el pan se tostó sin quemarse. – cruzó los dedos.
- Está exquisito. – dijo cubriendo su boca.
- Bien, bebé, cuando termines de tu desayuno nos iremos, así que te vistes, ¿sí?
- ¿Tenemos que volver a caminar todo eso? – hizo un puchero el cual fue tierno para Joel.
- Claro que no, amor. – rio. – el auto está bajando la colina.
- Espera un momento, para llegar aquí, ¿pudimos solamente escalar una pequeña colina? – entrecerró sus ojos.
- Quería saber si podías confiar en mí. – se encogió de hombros.
- La próxima vez no más mentiras, ¿de acuerdo? – tomó el vaso con jugo y lo bebió.
- ¿Habrá una próxima vez? – cuestionó con emoción.
- Tal vez.
- Oye, Erick. – comenzó a jugar con sus manos mientras las veía. – después de lo de anoche, ¿Qué hay entre nosotros?
- ¿Amistad? – dijo con la boca llena.
Joel solo borró aquella sonrisa de sus labios y volteó a ver a Erick lentamente.
- Me gustaría que fuéramos novios, pero ser novios significa cero secretos entre nosotros. – explicó el pelinegro. – hay cosas que aún no te he contado sobre mi vida y que sinceramente no sé si te llegaré a contar.
- ¿Por qué es tan difícil confiar en mí, Er?
- Yo, confío ciegamente en ti, de verdad que lo hago. – colocó la charola en el buró y se subió sobre el regazo del más grande. – pero hay cosas que son más... personales y delicadas.
- Oye. – lo tomó de las mejillas con ambas manos. – está bien, no me des más explicaciones, yo sabré esperar y sé que algún día me tendrás la suficiente confianza. Entonces sabré que ese será el día en que podremos estar juntos sin secretos.
- ¿Sabes? – sonrió acercándose a sus labios y teniendo el mínimo contacto por un segundo. – por estas cosas, es que te quiero demasiado, Joel.
- Yo también te quiero. – sonrió con un cosquilleo en sus labios. – ahora, termina tu desayuno porque se nos hará tarde.
Erick asintió y bajó del cuerpo del rizado, tomó la charola en sus piernas y terminó su desayuno.
Al terminar de vestirse, salió hasta el recibidor en donde Joel le esperaba, comenzaron a caminar colina abajo, después de cinco minutos de caminata pudieron apreciar el auto a lo lejos.
- No confiaré más en ti cuando se trate de excursiones. – advirtió entrando al auto.
- Yo sé que lo harás. – cerró la puerta.
Colocó la llave en la ranura, encendió el auto y arrancó de ese caluroso lugar.
No hicieron más paradas en su camino, solo fueron a máxima velocidad hasta su destino.
Al llegar al café del día anterior, Erick bajó no sin antes despedirse con un beso en la boca del ojimiel. El antes mencionado encendió el auto y bajó el cristal de la ventana.
- ¿Algún día me dejarás llevarte a casa? – preguntó divertido.
- Algún día, si tienes suerte. – respondió.
- Bien. – puso un puchero. - ¿te llamo al rato?
- Me llamas en cuanto llegues a casa, así sabré que llegaste con bien. – sonrió.
- Pensaré que te preocupas por mí.
- Pues obvio. – rio. – vamos, ya vete, se te hará tarde.
Joel asintió y entonces arrancó.
Llevaba quince minutos al volante, cuando paró de inmediato, había olvidado darle el dinero a Erick, el dinero que le había prometido. Seguramente si no pagaba, Erick jamás aceptaría volver a salir con él.
Buscó un lugar donde dar vuelta y condujo nuevamente hasta la ciudad en donde Erick vivía.
- Increíble, ahora, ¿En dónde vives? – susurró golpeando su cabeza contra el volante.
Tomó su celular y mandó varios mensajes al ojiverde, pero simplemente le marcaba una palomita, eso era señal de que el chico no estaba conectado a una red o tenía su teléfono apagado. Optó por marcarle, pero le mandaba directo a buzón.
- Bien Pimentel, no debe ser una ciudad tan grande, seguramente alguien debe conocerlo. – susurró para sí mismo manejando lentamente por aquellas calles no muy transitadas.
Después de estar casi media hora preguntando, nadie le sabía responder. Haría un último intento, y lo haría con un chico que caminaba en dirección al auto.
- Oye, disculpa. – llamó la atención de aquel chico con gafas y lindo flequillo (sigo diciendo flequillo, porque sinceramente, así se me hace guapo).
El chico se detuvo y guardó su iPhone. Miró extraño a Joel y se acercó lentamente.
- ¿Si? – dijo con temor.
- No soy un secuestrador. – giró sus ojos.
- Un secuestrador, diría que no es un secuestrador, I don't know. – arregló sus gafas.
- ¿Conoces a Erick Brian Colón? – ignoró el comentario del chico.
- Si, lo conozco. – respondió.
- ¿Me podrías dar su dirección? – preguntó.
- ¿Por qué tendría que hacerlo? – repreguntó comenzando a enojarse.
- Porque si no lo haces, el psicópata que hay en mi interior, saldrá no solo a la superficie, si no de este auto, tomará tu preciado iPhone y te lo meterá por el tra...
- Ya, tranquilo, ya entendí. – rio. – solo estoy jugando. Mira, vete derecho, en la segunda intersección gira a la izquierda, después inmediatamente en la primera intersección giras a la derecha y es la segunda casa de la derecha. Ahora deja de ir por ahí amenazando gente. – dijo siguiendo con su camino.
- Imbécil. – bufó.
Joel siguió aquella indicación, estacionó el auto frente a dicha casa y observó el buzón de correo que tenía dibujado un chico tomado de la mano de una chica, más pequeña que él.
Eso se le había hecho extraño al ojimarrón, no perdió más su tiempo si siguió caminando. Tocó la puerta dos veces y esperó.
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