NARRA JOEL PIMENTEL
Si, lo dije antes y lo digo ahora, si el destino dice que estaremos juntos es porque así será, no importa que pasen mil años para eso, yo sin duda sería capaz de esperarte mil años más.
- Te conocí hace algunos años, fui un estúpido. - comenté acompañado de una risita.
- No te discuto eso. - comentó arrugando la servilleta de papel entre sus manos.
- Grosero. - reí más fuerte - fui un estúpido, no encontraba la manera de salir corriendo de la casa de Johann, que bueno que no lo hice.
- Fingí con Yoandri, le dije que me había dado asco todo lo que había pasado esa noche, cuando en realidad lo único que quería era hacerlo una y otra vez, por el resto de mi vida, no solo la parte del sexo, sino despertar y que tú seas lo primero que mis ojos vean.
- Te volviste un romántico incurable, Erick Brian Colón. - contesté sentándome en una banca frente a la gran fuente del parque.
- Si, bueno, de algo tenemos que vivir. - comentó.
- Leí tu libro, eres un fantástico escritor, en el tiempo que estuve contigo, jamás imaginé que tuvieras un talento con la escritura.
- Había cosas que no sabías de mí. - me miró.
- Jamás me diste la oportunidad de conocerlas. - evité su mirada, con gran sonrojo en mis mejillas.
- No estábamos listos para una vida juntos, tu tenías que continuar con la vida que ya tenías, no podía interferir. - argumentó.
- ¿Sabes? - sonreí por fin mirándolo. - ya está en el pasado. Podemos darle un nuevo comienzo a nuestra historia.
- Jamás cambiaría el comienzo que tuvimos, épicamente me enamoré del primer chico en mi vida. - recargó su cabeza sobre mi hombro.
- ¿Crees que nuestra historia fue épica? - pregunté.
- Detalles, Joel, una buena historia está hecha de esos pequeños detalles. Un chico con complejos homofóbicos que se enamora perdidamente de otro chico con problemas fuertemente personales y una hermana menor desahuciada. Esmeralda quería que no estuviera solo. Y no lo estuve. - levantó su mano mostrándome el anillo que años antes le había obsequiado. - esto me hizo sentirte siempre a mi lado.
- Me alegra que lo conservaras. - tomé su mano.
- Te amo, Joel Pimentel, no quiero iniciar de nuevo, no quiero un inicio al estilo cliché. Quiero mi historia contigo, quiero decir que sigo enamorado del chico que estuvo hasta el final de todo conmigo. - se puso de pie.
- Entiendo. - sonreí levantando la mirada para encontrarme con sus ojos esmeralda.
Mi celular comenzó a vibrar, por sexta ocasión esa tarde.
- Creo que es importante. - miré la pantalla y leí el nombre de "Johann"
Erick asintió, recibí la llamada y después de algunos minutos de charla, colgué.
- Me necesitan en el apartamento, debemos tener todo listo para mañana. - me puse de pie tomando ambas manos del ojiverde, quedando frente a él. - Dime que te veré ahí, conmigo, cortando ese gran listón rojo.
- Probablemente yo esté en un vuelo a casa. - bajó la mirada. - aunque quiera una vida conmigo, debo dar cierre a mi vida anterior.
- Comprendo. - comenzamos a caminar, sin más charlas. Llegamos al hotel en el que se hospedaba y me despedí de él.
Metí las manos en mis bolsillos, observándolo desde la entrada, hasta perderlo cuando las puertas del elevador se cerraron. Entonces caminé hasta mi departamento.
La gente esperando una sola cosa, un solo corte, los fotógrafos listos con aquellos flashes de sus cámaras, las preguntas estaban más que preparadas. Lo único que no estaba listo, era yo, hace veinticuatro horas podía decir que era el chico más preparado del mundo para simplemente cortar un estúpido listón y ahora soy incapaz de hacer eso.
Tomé un respiro y caminé entre la multitud, una linda chica con unas tijeras sobre un cojín me esperaba en la entrada del centro de apoyo.
- Hoy inicia una nueva y mejor etapa en la lucha contra el cáncer. - dije tomando aquellas plateadas tijeras. - es un honor que sean testigos de esto.
Me di la vuelta y acerqué la herramienta hasta aquel rojo listón.
- ¿Piensas hacer eso sin mí? - preguntó alguien de entre la multitud.
Alejé las tijeras casi por inercia y me di la vuelta, viéndolo parado frente a mí.
- Haremos esto juntos, haremos todo juntos. - susurró poniendo sus manos sobre las mías ya temblorosas.
Nos dimos la vuelta y nos acercamos a ese intimidante listón. Y entonces, lo cortamos juntos. Sin dejarnos de ver por un instante, mientras la gente festejaba.
Todos comenzaron a entrar, con excepción de Erick y yo.
- Apuesto que sobrevivirán sin su fundador por uno o dos días. - entrelazó su mano con la mía.
- Supongo que pueden hacerlo. - reí. - Johann puede encargarse de todo.
Erick sonrió y entonces caminamos hasta su auto, tomados de la mano, al menos hasta llegar a su vehículo, ambos subimos y nos miramos por unos segundos, antes de acercar nuestros labios y capturarlos en un deseado y nada apresurado beso.
- ¿Aún quieres hacer eso conmigo? - preguntó Erick. Yo sabía bien a lo que se refería.
- Te di ese anillo por una razón. - respondí con seguridad.
- Entonces vamos. - encendió el motor. - no tengo mucho que ofrecerte.
- Me basta con tu amor, Erick de Pimentel. Quiero casarme contigo.
Erick sonrió y se colocó el cinturón. Ambos miramos frente al horizonte y sonreímos. Sería el inicio, no de nuestra historia de amor, sino de una nueva etapa en nuestras vidas.
Ya no seriamos el chico de la noche anterior y yo. Ahora seríamos, Erick y yo, para siempre. Como debía ser desde un principio.
Y sabíamos que esta vez, ninguna inseguridad o persona podría separarnos. Porque al fin de cuentas, éramos y seremos uno solo.
Joerick por siempre.