IV.

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Lo primero que vi fue a mi madre tirada en el suelo. Luego sentí que me iba a desmayar. Pero no, no, no; no podía permitírmelo.

—¡MAMÁ! —grité mientras corría hacia su cuerpo inconsciente y me dejaba caer de rodillas a su lado—. Mamá, mamá... Mamá, escúchame, abre los ojos. Mírame. Por favor, despierta.

Tenía la cara llena de sangre, pero respiraba.

Luché contra las lágrimas que avanzaban raudas por mis mejillas, y corrí hacia el teléfono y llamé a una ambulancia.

Una voz tranquilizadora y serena me pidió los datos y luego me dijo "aguanta, enseguida estamos contigo".

                                                                                               ***

Abrí lentamente los ojos al escuchar a alguien hablar en voz alta.

—Ha sufrido graves contusiones internas y heridas moderadas por casi todo el cuerpo, pero se pondrá bien —escuché que decía el doctor desde dentro de la habitación mientras yo me recostaba en la incómoda silla del pasillo y escuchaba atenta—. La dejaremos ingresada unos días. Manténgala vigilada y que, nadie, salvo su hija, entre en la habitación sin mi consentimiento.

El doctor salió de la habitación y se giró hacia mí. Sonrió tranquilo cuando se dio cuenta de que me había despertado y se acercó.

—Brooke. Ya estás despierta... Tu madre se pondrá bien, no te preocupes.

Agradecía que nuestro médico de toda la vida estuviera ayudándonos en esta ocasión, pues no me hubiera sentido tan confiada si hubiera sido otro.

Me levanté bruscamente para quedar más a su altura.

—Necesito ver a mi madre —susurré.

Asintió y me dio permiso para pasar a la habitación. Él y la enfermera se quedaron fuera y lo agradecí. 

106.

Entré mirando mis pies y cerré la puerta.

Solo ella y yo.

Y nunca había sentido tanto miedo.

Me acerqué a mi madre mientras me tapaba la boca y las lágrimas luchaban por no salir.

Mi madre se encontraba dormida, conectada a todo tipo de cables de diferentes colores y tamaños.  Estaba destrozada.

Me acerqué aún más y acaricié su rostro suavemente.

—Vamos a estar bien, mamá... —susurré—. Vamos a estar muy bien. 

Cerré los ojos y salí corriendo de la habitación. Quería, necesitaba aire, sentía que mi traquea estaba totalmente cerrada. 

Pero alguien sujetó mi brazo.

—Brooke —me miró con ojos tristes el doctor cuando me di la vuelta—. Necesito que me digas quién ha podido hacerle tal cosa a tu madre... Tenemos que hablar con la policía y denunciar.

Sabía perfectamente quién había sido, pero jamás esperé que pudiera llegar a tal punto.

—Ese maldito cabrón... —me liberé rápidamente del brazo del doctor y corrí por el pasillo, mientras oía la voz del médico gritando detrás de mí cada vez más lejos.

Salí al exterior y eché a correr calle abajo, hacia mi casa. Tras 10 minutos corriendo, llegué. A penas noté el dolor de mis piernas; el dolor de mi corazón era mucho más intenso. No demoré mucho; entré corriendo y admiré la huella que había dejado mi padre.

Una gran mancha de sangre se encontraba en el suelo. Cristales rotos, muebles destrozados, fotos irreparables, todo tirado por el suelo...

Se me humedecieron los ojos mientras subía corriendo hacia el piso de arriba. Estaba oscuro pero ni siquiera me detuve a encender la luz, fui directa a la habitación de mis padres.

Abrí cajones, armarios, miré debajo de la cama y volví a hacer el mismo recorrido dos veces antes de corroborar mis sospechas...

Se había ido.

Mi padre se había ido.



Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora