XXX.

6.1K 362 11
                                    

El tiempo pasó. Muy rápido. Rapidísimo. Sin apenas notarlo.

Terminé el instituto, me gradué (tuve la suerte de compartir aquel día especial con mi madre y con Amy) y empecé la carrera de psicología.

Pero eso no era todo. Jack y yo éramos novios. 

Respirad.

Era un chico excelente y creí enamorarme de él. Solo fue un destello, la huida o el intento de olvidar a Adam Johnson.

Pero, os contaré como fue...

"Habían pasado semanas desde el intento de violación de aquel tipo que ahora se encontraba en la cárcel.

Nadie lo sabía. Nadie, excepto Jack. Y dado el hecho de que no quise preocupar a nadie con aquello, fue el único que lo supo.

Yo había cambiado. No al extremo de caer en depresión y pensar que la vida era solamente un lugar horrible y repugnante en el que la mayoría de las personas son un trozo de mierda y la dispersan alrededor como una bomba. Aunque eso último si lo pensaba, pero no por nada de aquello.
Había dejado de salir (si era posible dejar de salir aún más) y estaba centrada en los estudios, ahora sí, al extremo de acostarme a las tantas y saltarme comidas.

Quizá lo de estudiar tanto era una excusa para aislarme, pero me iba bien así. A pesar de que Thom y Lucy estaban preocupados, Jack se centró en mí y no me dejó ni un solo momento en todas aquellas semanas que se convirtieron en meses.

Todo pasó un sábado por la noche. Lucy y Thomas habían salido en una de sus habituales salidas de fin de semana en la que, prácticamente, se comían la boca en el coche y se querían toda la noche.

No hacía frío, pero tampoco calor. Me puse mi pijama, me hice un moño en lo alto de mi cabeza y me dispuse a tener una noche tranquila tirada en el sofá viendo una película.

Y un rato después sonó el timbre de la puerta.

Y maldije por lo bajo mientras abría.

Y luego se me pasó cualquier resquicio de enfado que tuviera cuando le vi allí de pie.

Obviamente levantarme del sofá cuando estaba en modo 'no-me-toquéis-las-pelotas-mientras-yo-me-las-toco' era una razón para el enfado. Una razón de peso.

—Eh... hola, Jack —susurré mientras él me miraba de arriba a abajo e intentaba no sonreír—, si hubieras avisado que vendrías no te recibiría con un pijama de jirafas bebés.

No pudo soportarlo y sus carcajadas llenaron la calle, la entrada, la casa entera y algo dentro de mí que me hizo automáticamente sonreír.

—En realidad... —dijo mientras se rascaba la nuca—, me llamó Thomas y me dijo que querías verme.

Abrí mis ojos. Mucho. Muchísimo.

Iba a matar a Thomas. Lo iba a matar con mis propias manos, iba a destrozarle.

Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Decirle 'no quería verte, estaba empezando mi noche solitaria'? Si se lo hubiera dicho, habría dado énfasis a la palabra solitaria.

Pero no lo hice, porque sería de mala educación y porque su presencia nunca me molestaba.

Nunca.

—Si quieres me voy... —dijo apenado al ver que yo no respondía y que tenía una mueca de confusión en el rostro.

—¡No! —casi grité, y cuando me dí cuenta tosí un poco— Quiero decir... no, no, quédate.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora