Estaba en una de esas pequeñas etapas en las que me sentía completamente fuera del mundo.
Perdida. Me levantaba y aún me preguntaba la razón por la cual lo seguía haciendo.
"¿Qué hago yo aquí? Porque todos tenemos nuestra misión en la vida... ¿verdad? ¿Cuál es la mía? ¿Qué hago yo que merezca la pena?"
Me lo preguntaba todas las mañanas antes de seguir con mi monótona rutina.
Aquel día lo supe, y me lo dijo la persona que menos pensaba que podría soltar por la boca palabras de ese estilo...
***
—Eh, Brook —gritó alguien a mis espaldas, y seguidamente noté una mano sujetando mi codo.
Me dí la vuelta y sonreí un poco al ver la sonrisa de mi mejor amiga.
—¿Te parece que esta tarde nos vayamos de compras? Necesito un vestido... —dijo suplicante, haciendo un puchero con la boca.
Fruncí los labios y miré fijamente mis pies.
—Lo... Lo siento, Amie, he quedado con Adam... —susurré.
Desde aquella tarde en la que conocí al verdadero Adam después de que se abriera conmigo y me contara sus secretos más dolorosos, él y yo hemos ido ganando confianza. Casi se puede decir que le considero un ¿amigo?
Las ultimas semanas me he mantenido ocupada con él; trabajabamos por horas en nuestro trabajo de Ética y luego salíamos a pasear. Siempre el mismo sitio, el mismo frío y la misma distancia de separación entre nuestros cuerpos. Pero, de todas formas, cada paseo se sentía diferente.
Él siempre llevaba su gorro de lana color gris.
—Joder Brook... —me sacó Amy de mis pensamientos—. Últimamente no sé donde está mi mejor amiga. Pasas más tiempo con él que conmigo.
Hizo una pausa evaluando mi expresión. Ella, desde luego, parecía furiosa y un poco decaída.
—No te enamores de él, Brook. Te lo aconsejo —susurró en mi oído. Acto seguido continuó con su camino dejándome perpleja y sola en medio del pasillo.
Ella ni siquiera lo conocía. Nadie conocía a Adam Johnson.
Y... ¿enamorarme de él? No podría.
Sacudí la cabeza intentando apartar aquellos pensamientos y continué caminando hacia mi última clase del día.
Me sentaría al lado de Amie y le pediría perdón por haber estado tan distanciada de ella.
Supongo que, sí, lo sentía.
¿No...?
***
Me puse el pijama rápidamente y me metí en la cama.
"Estaba deseando que llegara este momento del día... Necesitaba que se acabara ya".
Mi madre no dormiría esa noche en casa; tenía demasiado trabajo.
Muchas veces pensaba en ello y en lo mal que me sentaba que mi madre me dejara tan sola por culpa de su trabajo y tantas veces. Aunque, en el fondo, sabía que lo hacía por mí. Por nosotras.
No pensé en ello cuando Adam estuvo conmigo aquella tarde.
Le conté lo que había sucedido con Amy –y las disculpas que yo le pedí y ella aceptó para después acabar en un abrazo– y pude ver un atisbo de pena en sus ojos, mientras que también entendí que él no iba a mostrarse tal y como es delante de nadie.
—Me es difícil decirte esto, niñata, pero creo que de momento solo estoy preparado para que tú me conozcas. No quiero ser débil delante de nadie más.
Al principio no lo entendí muy bien, y le regañé por decir que él era débil, pero llegué a la conclusión de que había querido decir que no iba a apartar su máscara de chulo prepotente y arrogante que siempre llevaba encima y que protegía lo que no quería que supiera nadie: que él también puede romperse y que, de hecho, ya lo había hecho. A no ser que estuviera yo delante de él y solo si estábamos solos.
Entre pensamiento y pensamiento, y con los ojos de Adam en la cabeza, el sueño me fue venciendo poco a poco.
Vinieron a mi mente las palabras que me dijo antes de despedirse aquella tarde...
"No sé cuál es mi misión en la vida, pero sé cuál es la tuya; tienes el don de transmitir calma y serenidad aunque ni tú misma sientas eso por dentro. Y te lo agradezco. Yo y, seguramente, muchas más personas de las que crees''.
Me dejé caer.
***
"Aullé de dolor mientras me encogía en una esquina del salón. Mi ojo dolía y no dudaba que me saliera un moratón al día siguiente.
—Pequeña perra... Nunca debiste haber nacido. Es tu culpa que te ocurra esto —siseó con asco mientras reía.
—Te odio, te odio, te odio, te odio... —susurraba mientras me tapaba los oídos con las palmas de las manos—. Te odio, te odio, te odio, te odio —E hice una canción con aquello. Susurraban danzantes mis palabras entre mis labios rojos; suplicantes, heridas, llenas de odio.
—Cállate, niñata —gritó mientras se acercaba a mí a grandes zancadas.
Me cogió entre sus brazos bruscamente, como si fuera una muñeca de trapo sucia y rota con la que ya nadie quería jugar y que siempre acaba en el suelo.
Acabé en el suelo, y todo era negro."
Me levanté jadeante y sudando, queriendo contener las ganas de gritar. Había sido una pesadilla... tan real. Un recuerdo. Un recuerdo.
Miré el reloj. Apenas eran las 3:20 de la madrugada.
No podía respirar.
Cogí rápidamente el móvil y marqué el número de mi madre, el de Amy y el de Ann. Ninguna de ellas lo tenía encendido.
Entonces marqué otro número sin pensar, mientras el aire luchaba por entrar en mis pulmones y yo lo hacía por borrar las imágenes que se repetían en mi cabeza una y otra vez.
Muñecas de trapo.
Sangre.
Un tono, dos... y su voz.
—¿Niñata? —preguntó con voz dormida.
—Te necesito —sollocé sin pensarlo.
Se oyeron unos segundos de silencio.
—Estoy allí en menos de cinco minutos —contestó. Y colgó.
Muñecas de trapo.
Sangre.
El silencio de mi casa me parecía la peor de las amenazas. Y no quería estar acompañada de la soledad esa vez.
Cristales rotos.
Heridas.
La voz de Adam fue como un salvavidas en medio de una fuerte marea.
Yo era la que se ahogaba.
ESTÁS LEYENDO
Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)
Teen FictionAdam Johnson y Brooke Wells se odian tanto que acaban amándose, pero... ¿será fácil superar los obstáculos, los secretos y los engaños? Esta historia está protegida por Safe Creative. [TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. PROHIBIDA SU COPIA TOTAL O PARCIA...