VII.

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—Vamos, Brooke, por favor –suplicó mi amiga por teléfono–. Solo es una fiesta. No va a pasar nada malo.

Solo es una fiesta. Una fiesta con alcohol, tíos borrachos con las hormonas revolucionadas, música a tope y olvido asegurado...

Lo medité. Aunque no sé por qué motivo; sabía que Amy me iba a arrastrar hasta allí igualmente por mucho que intentara negarme.

Suspiré.

—Está bien, Amy. Iré –contesté suspirando–. Pero en casa temprano, eh.

—¡De acuerdo! ¿Ves como así es más fácil?

—Es más fácil que arrastrarme a la fuerza, estoy segura.

Mi amiga rió.

—Nos va a llevar Alex. Pasamos a por ti a las 20:30. Ponte guapa.

Mi amiga colgó sin esperar respuesta, como siempre.

Alex era el novio de Amy, habían empezado a salir un año y medio antes y ambos estaban locos el uno por el otro. Tenía 19 años y ya se había sacado el carnet, así que hacía de chófer particular en algunas ocasiones.

Bajé corriendo las escaleras hacia el salón donde se encontraba mi madre leyendo un libro.

Sí, como bien os dije, a mi madre le dieron el alta y volvió a casa; se encontró con ésta totalmente en condiciones, y todo gracias a Amy y a su madre, que con mucho esfuerzo y trabajo acudieron algunas tardes para limpiar todo el desastre y poner en orden nuestro hogar. Y nuestra vida.

—Mamiiiii –me senté a su lado en el sillón.

Levantó su vista del libro y me miró dulcemente.

—Esta noche Amy quiere llevarme a una fiesta. Ya sabes cómo es ella. Pero si prefieres que me quede aquí contigo, no me importa. Es más, la llamaré ahora mismo y le diré que me quedo aquí. Si, eso haré. Eso mismo –hablé atropelladamente mientras me volvía a levantar del sillón.

—Brooke Wells, quieta ahí.

Me giré lentamente.

—Deberías ir, hija... Tú también mereces descansar y divertirte. Ve y hazlo.

Volví a su lado de nuevo y agarré su mano mientras me sentaba.

—Estoy feliz, mamá –susurré–. Me da igual caminar kilómetros ahora mismo. Tirarme de un paracaídas con los ojos cerrados o meterme en la jaula de un tigre con un trozo de carne en la mano. Me da igual, porque sé que tengo una madre que me adora y a la que adoro, que tengo amigas únicas, que mi peor pesadilla se ha acabado... Estoy feliz, mamá.

Me miró con ojos vidriosos y apretó suavemente mi mano mientras me transmitía un sentimiento que jamás había experimentado: la reparación de algo que estaba roto.

                                                                                                  ***

Miré el reloj. 19:53.

Ya estaba duchada y suavemente maquillada, solo quedaba ponerme el vestido y los zapatos.

Lo hice.

Un precioso vestido negro ceñido, con escote en la espalda. Y unos zapatos igualmente negros lo acompañaban.

Me vestí y miré mi reflejo en el espejo.

Nunca me había sentido así. Guapa. Nunca lo había intentado demasiado, de todas formas. Me sentía como una adolescente normal y corriente. Una adolescente que sale de fiesta y se divierte. Una adolescente que no tiene problemas. Ya no.

En realidad no soy así; prefiero mil veces quedarme toda la tarde encerrada en casa pegada a mis auriculares o con un libro en las manos.

Pero ese día, esa noche, quería ser otra. Y dejarme ser. Y olvidar. Y sonreír porque me esté divirtiendo y no por fuerza.

Quería aquello.

                                                                                                   ***

—Adiós mamá –me despedí rápidamente con un beso–, volveré temprano, ya sabes que no me gusta quedarme hasta muy tarde.

—Pásalo bien, cariño, estás guapísima.

Sonreí mientras salía corriendo. En la puerta, apoyados en un coche rojo, estaban Amy y Alexander esperándome.

—Te dije que te pusieras guapa pero no tanto –dijo Amy mientras me veía salir–. Luego me quitas los ligues, perra.

—Te recuerdo que tienes novio. Y está a tu lado ahora mismo –reí mientras bajaba con cuidado las escaleras, intentando no matarme con aquellos zapatos de tacón de mala muerte.

—Solo tú me quieres, Brook –se acercó Alex a mí y me dio un abrazo fuerte–. Hace mucho que no te veo, pequeña –susurró en mi oído.

Sonreí.

—Yo también te he echado de menos. No todo el mundo puede soportar a tu novia –dije mientras le sacaba la lengua a Amy.

—VAYÁMONOS YA –gritó mi mejor amiga metiéndonos prisa.

Y entre risas, bromas y familiaridad, nos acercábamos cada vez más a aquella fiesta.

                                                                                                                 ***

Me senté en un sillón alejado de la música y de la gente mientras deseaba quitarme los tacones con ansia. 

Pero no, tenía que aguantar.

Amy y Alex estaban en la pista de baile, bailando o comiéndose, depende de como lo mires.

—Hey, ¿qué haces tan sola?– Escuché la voz de alguien a mi lado.

"Qué cliché"

Un chico alto, moreno, de ojos azules y sonrisa bonita se había sentado a mi lado y me miraba fijamente.

—¿Y que haces tú hablando con una chica como yo? –le reté.

—¿Y se puede saber cómo eres tú? –preguntó divertido.

—¿No te han dicho que contestar a una pregunta con otra es de mala educación?

—Lo acabas de hacer tú también –dijo riéndose.

Sonreí mientras negaba con la cabeza.

—¿Vienes a bailar? –preguntó.

—Esto es tan tópico que quiero reír... –susurré para mi–. Hm... está bien, pero te advierto que no sé hacerlo bien.

Me arrastró hasta la pista y bailamos pegados.

—Me llamo Adam –susurró en mi oído.

Me paré en seco y le miré a los ojos.

No quería admitirlo, pero me había acordado de otra persona que no esperaba que entrara hoy en mi mente.

Y me sentí confundida.

—Yo Brooke... –dije aún perpleja por el destello que me había derribado el haber oído aquel nombre.

Sonrió y volvió a acercarse a mí.

—Brooke es un bonito nombre.

Y seguimos bailando.

Pero no era aquel Adam precisamente quien ocupaba mi mente, por mucho que me costara asumir algo como aquello.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora