XXVII.

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25 de Diciembre.

Todo lo que un día deseé hacer y no hice, apareció aquel día en mi cabeza, como cuchillos que caen directos al pecho.

Adam y yo paseando por las calles repletas de luces navideñas, mamá y yo poniendo el árbol de Navidad mientras Ben cocina una deliciosa receta de su abuela materna, Amy llegando a casa con un montón de regalos... Todos en la mesa, sonriendo, siendo inmensamente felices y pensando que aquella Navidad, la primera Navidad del resto de nuestras vidas, iba a ser, definitivamente, la mejor Navidad de mi vida. La que marcaría un antes y un después. La que daría paso a un fin de año que daría paso a su vez a un nuevo año... Un nuevo año en mayúsculas. 

Cerré los ojos con fuerza y aparté a un lado todos aquellos recuerdos que ni siquiera había vivido.

—Entonces... ¿no sabes nada de él? —pregunté cautelosa.

Oí a Amy suspirar al otro lado del teléfono.

—Mi madre fue quien le dijo que te ibas —contestó despacio—. El día que te fuiste te buscó por todas partes y, al no encontrarte, fue a mi casa. Mi madre lo vio tan abatido que le dijo que te ibas y que estabas a punto de coger un avión a Canadá.

Se detuvo para coger aire y proseguir.

—Estos últimos días de clase no se ha dejado ver mucho, Brook y... cuando se le ve, siempre está solo y con la mirada perdida. Enfadado con el mundo. Dicen que ya no se junta con sus amigos.

Me senté en la silla de la cocina, dejando de lado lo que estaba haciendo y prestando total atención a mi mejor amiga al teléfono.

—¿Por qué? —susurré.

—Se siente culpable, supongo —contestó—. Y él cree que si no fuera por sus amigos, tú seguirías allí. O eso dicen.

¿Por sus amigos? ¿En serio? ¿Quién es el que apostó esa estupida moto? ¿Quién es el que me rompió el corazón en mil pedazos? ¿Sus amigos?

Un calor sofocante empezaba a subirme a las mejillas en señal de enfado, e intenté tranquilizarme para no ponerme a gritar.

Cogí aire y lo solté.

—Gracias, Amy —dije intentando parecer calmada—. Sé que no debería preguntarte por él pero no puedo evitarl...

—Pues no, no deberías —me interrumpió tajante.

Asentí más para mí que para ella. Sabía que tenía razón y que Adam ni siquiera merecía aquello.

—Bueno, tengo que dejarte. Debo terminar la cena de navidad.

Me levanté de la silla y, con el teléfono al hombro apoyado en la oreja, volví a mi tarea denominada 'pavo relleno', si se le puede llamar así a esa masa de carne rellena de... de un montón de cosas.

—Suerte con eso —oí que reía—. Alex va a venir a cenar con nosotros.

—Dale un beso de mi parte —sonreí con nostalgia—. Os echo de menos.

—Nosotros también te echamos mucho de menos, Brook. Cuídate. Feliz navidad.

Sonreí.

—Feliz navidad... —susurré.

Colgué el teléfono y puse toda mi atención en el maldito pavo.

Mamá y Ben tenían planeada una súper cena romántica de navidad. Mi madre estaba tan emocionada que me había enseñado por Skype todo lo que se iba a poner para la cena. En el fondo me alegré de no estar allí, no quería estropearles esos momentos tan especiales.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora