V.

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Llevaba tres días al lado de mi madre día y noche en el hospital. Ni siquiera había ido a clase. Por una parte no podía dejarla sola, y por otra... tenía miedo. Me sentía protegida observando a mi madre, rodeada de las cuatro paredes color blanco sucio de la habitación y de aquel olor a antisépticos.

Amy me llamó el día de antes para ver qué pasaba conmigo y si me encontraba bien. No quería contarle hasta qué punto se habían puesto feas las cosas, así que le dije que estaba muy enferma, que no viniera a verme porque "podría contagiarte de nuevo".

Después de confirmar aquella noche que mi padre se había ido definitivamente, volví al hospital a esperar que mi madre despertara. Lo primero que dijo fue "¿Brooke? Brooke... No me acuerdo de nada. ¿Dónde estoy?"

En el fondo agradecí aquello. No recordaba nada y eso fue lo mejor. Seguramente de lo contrario, no podría haberse quitado de la cabeza aquello.

Dos golpes sordos en la puerta me hicieron salir de mis pensamientos.

—Traigo la cena —entró sonriendo una enfermera.

Miré a mi madre, que sonreía de vuelta agradeciéndole a la chica por su amabilidad.

Admiraba a aquella mujer que estaba acostada en la cama llena de moratones y contusiones sonriendo a la vida.

La enfermera salió y me dispuse a ayudar a mi madre a comer.

—Brooke, cariño, mañana deberías ir a clase. Estaré bien, te lo prometo —dijo mientras acariciaba mi mejilla.

Coloqué la bandeja de comida encima de la mesita movible y la coloqué de forma más cómoda mientras asentía con la cabeza distraída.

—Iré a clase mañana, mamá. Y después te traeré una de esas revistas de marujas que tanto te gustan —le contesté mientras sonreía.

—Definitivamente eso es una gran idea.

 Mi madre rió y se dispuso a comer.  

                                                                                                      ***

A la mañana siguiente me levanté del incómodo sillón del hospital en el que había dormido ya varios días. Le dí un beso a mi madre, que aún dormía, y salí veloz hacia mi casa.

Una vez aseada y desayunada allí, preparé mi mochila y salí rumbo al instituto intentando no mirar la mancha de sangre ya seca en el suelo del salón.

No vi ni a Amy ni a Ann en la entrada cuando llegué, lo que me extrañó, así que fui directa al aula de Ética.

—Mierda —dije cuando noté que me chocaba con alguien en el pasillo.

—Vaya, Wells, parece que te gusta chocarte conmigo —contestó él mientras reía irónicamente.

—Johnson, no sé lo que hago mal. Cuanto más intento evitarte más te me apareces —contesté mientras ponía cara de inocente.

—¿Por qué no viniste a mi casa como te dije? No me gusta que me dejen plantado.

Le miré con una ceja levantada, sorprendida.

—Suponía que sabías que no iba a ir. No acato ordenes de nadie y menos tuyas.

—Ya veo, señorita delicada... —se acercó a mi y me agarró el brazo.

—Suéltame.

Me soltó pero no se alejó de mí.

—¿Esta tarde?

Titubeé, le había prometido a mi madre la revista. Pero, de todas formas, me daba tiempo.

—Hm... está bien —acepté; no podía demorar más el trabajo—. ¿A las 17:30?

Asintió, se dio la vuelta y desapareció entre la gente.

—Eh, tú, perra —oí una voz chillona detrás de mí.

Me giré y encontré a una chica con expresión enfadada, mirándome.

Ashley Miller. Era la típica animadora hueca, guarra, rubia y tonta del instituto.

—Aléjate de mi novio —susurró con ira acercándose a mi.

Y sí, la que salía con el típico popular, hueco y tonto del instituto.

—No sabía que era tu novio. De todas formas, tenemos que hacer un trabajo juntos, es lo único que me mantiene cerca de él. No me interesa lo más mínimo —le expliqué con una sonrisa, como quien le explica a un niño de cinco años cómo debe pintar sin salirse de las líneas.

Antes de que pudiera decir nada, me dí la vuelta. Pero sentí un tirón en el pelo.

No era chica de problemas, todo lo contrario, intentaba escapar como podía, ya me conocéis... pero cuando me metían en ellos no iba a quedarme de brazos cruzados, así que me dí la vuelta y le devolví el tirón de pelo. Nos enzarzamos en una disputa un tanto violenta de tirones de pelo e insultos.

Así que ahí nos encontrábamos las dos.

—Ustedes dos, a dirección —oímos la voz del director gritando mientras disipaba el grupito de gente que se había arremolinado a nuestro alrededor.

Esto no iba a acabar bien.


Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora