CAPITULO 13

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*Anahí*

Una llamada a mi celular me tenía pensativa, no sabía con exactitud si lo que me dijeron era real o no.

-Anahí, quita ese rostro de preocupación ya Fabian no es tu asunto.

-Ana, él ya no es mi asunto pero Dulce sí, me dijeron que ella pago a que lo golpearan... esta muy grave en el hospital.

-Pero no sabes aún si es cierto o es mentira.

-Si Dulce hizo eso, te juro que no se con quien me case... por favor sal de mi habitación.

-Pero Any...

-Sal de aquí.

Mi preocupación aumentaba con el pasar de las horas, los nervios aumentaban más y más al ver que no volvía. Recibí tres llamadas más de ese numero extraño que me dio esta extraña noticia.

El encierro de mi habitación  me está ahogando, matando a cada segundo. Los pensamientos se instalan en mi mente y me dañan como si se tratasen de dagas.

Junto a la cama, haciéndome compañía, hay una botella de vino. Está esperando a que me sienta tan fatal para recurrir a ella como si fuera la solución a todos mis males. Esta esperando a que me anime a abrirla, para que vengan a mi todos esos recuerdos y vuelvan momentos que significaron mucho para mi.

Hasta que me armo de confianza y la abro. Suspiro profundamente, cuento hasta diez y llevo la botella a mis labios. A lo lejos visualizo una caja azul en donde tenía cosas que por supuesto Dulce no podía ver.

Camine a ella y lo primero que saque fue unas entradas a un recital. La banda no me gusta, pero le gusta a Fabian. Me pidió  que lo acompañara, y así fue.

Pegada a la entrada, hay una fotografía que nos sacamos ese mismo día. Ambos le sonreímos a la cámara. Parece que estaba enamorado de mi, ¿lo estaba?.

Dejo la entrada a un lado, y cartas de Fabian, alguna que otra de Alice en su viaje al exterior se hacen presentes. Entradas al cine, al teatro. Envoltorios de chocolates, y dulces. El numero del delivery favorito de Alice. Una fotografía de Fabian vistiendo de un payaso para la fiesta de Hallowen.

A medida que saco recuerdos los voy dejando en el suelo. Mientras tanto mis ojos se llenan de lágrimas. Hasta que me detengo en una foto en particular. Estamos los tres, Alice, Fabian y yo. Una típica selfie de amigos que le hacen muecas divertidas a la cámara. Parecíamos tan felices, tan unidos. Tan todo,  y terminamos siendo nada.

Unas cuantas lágrimas caen sobre la fotografía, y lo primero que me sale hacer, es romperla. La destrozo por completo, así como ellos hicieron conmigo.

Los restos de la foto caen al suelo, se desparraman y se pierden de su unión amistosa. Lloro y me siento molesta por dolerme aún esto, quiero que este sentimiento se vaya, que no quede nada. Lloro porque mi corazón palpita con fuerza por una mujer que no se con exactitud quien es, hoy al enterarme de lo que hizo todo cambio, no se si es dulce como su nombre o cruel, no se nada.

Llevo nuevamente la botella de vino a mis labios, y bebo de su contenido dulce, mezclado con el sabor de mis lágrimas. El sabor que me viene acompañando desde ayer.

Así que vuelvo a beber del vino, y cojo todo lo que esa caja contiene y me hace dolor el estomago. Lo único que dejo es una foto donde estoy con mamá, la última fotografía que me tomé con ella antes de que enloqueciera.

Dios, la echo tanto de menos. 

Y con mi mar de lágrimas y la botella de vino, me dirijo a la cocina. Necesito que estos recuerdos ardan en llamas. Y mientras el fuego acaba con todos ellos, sigo bebiendo.

Dulce EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora