Capitulo 18

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*DULCE*

Desde la inesperada visita de Aurora y Hugo, no he podido conciliar el sueño bien. Dormí veinte minutos, sólo ese breve tiempo. Y luego, el despertador sonó de manera fatal. Un nuevo día en casa de mis padres, con el jodido calvario de no tener al amor de mi vida a mi lado. A decir verdad, no encuentro las fuerzas suficiente para levantarme de la cama y enfrentar mi nuevo día.

Con todo el desgano, pongo los pies sobre el suelo frío y me dirijo al baño. Cuando me encuentro con mi mirada en el espejo, me siento mucho más fatal, con menos ganas de seguir mi día.

Y con los ojos puestos en mi rostro cansado, me hago una coleta alta y no me molesto en ocultar mis ojeras, o en ponerme base para colorear lo apagada que me veo.

¿Por qué me voy a ocultar detrás del maquillaje?. Soy esto, y nada más que esto. Me cepillo los dientes, me lavo el rostro, y luego me visto desganadamente.

-Buenos días- les digo a mis padres y hermanos- ¿Buenos días?- frunzo el ceño y los miro nuevamente confundida a sus rostros afligidos- ¿De que me perdí?.

-Dulce, Aurora Puente nos acaba de llamar- dice mi madre completamente seria logrando causar en mi desesperación.

-¿Por qué tienen esos rostros?.

-Tú esposa esta hospitalizada, lo que tanto temían... tienes que ser fuerte- susurra mi padre acercándose a mi.

-¡¿Qué le pasó?!, ¡¿qué tiene?!- mis gritos eran desgarradores y llenos de dolor.

-Se está muriendo hija, Anahí no puede vivir más sin un trasplante.

Las voces de mis padres las escuchaba retumbar una y otra vez sin parar. Mi corazón palpitaba asustado, mis manos estaban tan frías que sentía que helaba, creo que hasta el color de mi rostro empalideció, me sentía mareada y asustada.

Mi madre me abrazo, mientras yo lo único que hacía era permanecer inmóvil ante la horrible noticia, "se está muriendo".

No pude reaccionar a estás palabras, creo que me siento incapaz incluso de hablar. Sin darme cuenta mis hermanos me llevaron a un sofá en donde me encuentro sentada.

-Hija, reacciona... nos estás asustando.

La mire y acto seguido comencé a llorar desesperada.

-Me voy.... necesito estar con ella, aunque me odie, aunque se que no me quiere cerca.

-Dulce, tienes que ser sensata, tienes nueve meses de embarazo, estas en tu último mes. No puedes permanecer en un hospital demasiado tiempo cuidando a alguien, por más que ese alguien sea tu esposa.

-Mamá, necesito estar con ella- me puse de pie dispuesta a desobedecer a las ordenes de mis padres.

Y antes de que me respondieran, me encierro en mi habitación. Al cerrar la puerta, me desplomo en una silla y comienzo a llorar.

Me tiembla el cuerpo, los labios, y se me parte del dolor la cabeza. Pero ninguna de estas sensaciones se compara a la pesadumbre que siento en cada partícula de mi cuerpo.

Con los puños cerrados, le doy unos golpes a los brazos de las sillas, como si intentara así liberar todo el grito interno que vengo guardando desde hace tiempo.

Cuando me duelen las manos, detengo mi acción y sigo llorando. Soy un jodido desastre, y el amor de mi vida se esta muriendo así, sin más, sin una aparente solución.

A como pude me puse de pie nuevamente, ya que mi enorme vientre me impedía un poco a la hora de levantarme de algún lugar. Seque mis lágrimas, y tome un respiro, un respiro que necesitaría de ahora en más.

Dulce EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora