Los Vulturis, el temido clan de vampiros, regresan a Forks con un oscuro plan en mente: llevarse a Renesmee Cullen. Su deseo es utilizarla para experimentos en un intento de expandir su poder y curiosidad. Ante la inminente amenaza que representa pa...
—¿Estás segura de que no te duele nada?— pregunto nuevamente Alec arrugando su frente. Suspire con un poco de cansancio, sabía que ahora Alec se sentía nervioso, pero ya había perdido la cuenta de las veces que me había hecho la misma pregunta.
—Si Alec— lo vi a los ojos, —Estoy bien, solo fue un pequeño dolor, nada grave— volví a repetir.
—Me quedaré contigo— se sentó a un lado de mí, pasando una mano por mi hombro, acercándome hacia él.
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Acaricié mi vientre, y cerré mis ojos cuando sentí el duro y frio pecho de Alec. Aquella contracción nos había asustado a todos, esa es la razón por la cual, Alec se encontraba más que nervioso, pensó que hoy sería el día que nuestra hija vendría al mundo. Aunque Alec no era el único que se encontraba nervioso, mi familia estaba muy atenta sobre lo que me había acabado de suceder, y mi abuelo nos informó que mi hija estaría aquí en cuestión de días.
Inhale y exhale un par de veces, el dolor se había ido completamente, aunque me encontraba débil y mi abuelo me había recomendado estar en reposo. Yo también me encontraba más que nerviosa, no sabía como sería cuando estuviera en pleno parto, aunque ya tenía una idea, tenía que ser fuerte, abrí mis ojos y volteé a ver a Alec.
—Alec...— dije con un poco de duda, —Tengo miedo— solté.
—¿Por qué amor?— pregunto tomando mi mentón suavemente.
—Por el parto, no sé... No sé qué vaya a pasar.
—Yo estaré contigo todo el tiempo, ¿de acuerdo? No te dejaré sola— termino para darme un beso en la frente después.
Sabía que Alec estaría conmigo, ambos compartíamos los mismos nervios y el mismo miedo. Claro está que éramos primerizos en ser padres, aún estábamos muy jóvenes para enfrentarnos con este problema, pero Alec había dicho muchas veces que aunque se viera joven por fuera, en realidad era mucho más grande que mi madre, incluso más que mi padre.
No sé cuando fue que me quede dormida, respire profundamente antes de abrir lentamente los ojos, tenía muchas ganas de volver a caer en aquel profundo sueño, pero me fue imposible. No tuve otra opción que levantarme lentamente y encender la lámpara que se encontraba a un lado de mi cama, Alec no se encontraba en la habitación, cuando estuve despierta completamente, baje hacia la sala donde se encontraba mi familia.
—Hija, ¿cómo te sientes?— pregunto mi mamá, tomándome por las manos al pie de las escaleras.
—Me siento mejor, gracias mama.
—¿Sigues teniendo contracciones?— pregunto esta vez mi abuelo.
—No, abuelo, estoy mucho mejor— respondí con una sonrisa, volteé hacia todas partes, —¿Y Alec?— pregunté extrañada.