𝐓𝐎𝐔𝐆𝐇 𝐋𝐎𝐕𝐄 ━ MICHAEL GRAY

008.

Siempre he sido una persona demasiado ansiosa, recuerdo con cariño que mamá y papá me llevaron al parque una mañana y vieron un grupo de perros. Les tenía tanto miedo, debí haber tenido cuatro años en ese momento, un niño debería estar encantado con los perros. Pero yo en cambio estaba tan nerviosa, mis brazos, piernas, todo temblaba.

Son inofensivos, Juney.

Mamá me arrullaba, pasándose la mano por el pelo.

Absolutamente inofensivos.

Sin en cambio, en mi cabeza se formaba un escenario de aquellos perros corriendo hacia mí. Ladrando sin parar, de alguna manera haciendo su camino más allá de mamá, más allá de papá y atacándome.

No te asustes, me dije a mí misma mientras tomaba la mano de Michael y lo guiaba a mi habitación.

Podía sentir el latido de mi corazón golpeando mi pecho, sabía que estaba más que asustada, la preocupación se arrastraba en mis huesos como un huésped no deseado.

Michael y yo nos encontramos el uno al otro. Nos amamos. Si no era ahora, ¿entonces cuándo? ¿Y con quién?

Mi habitación es pequeña, pero lo suficientemente grande para mí.

Hay pocos sostenes dispersos alrededor, tacones que nunca he usado, mi equipo de enfermería en caso de que haga una visita a domicilio. Tengo mi billetera y el bolso en la cabecera de la cama, junto con cintas para el pelo. La ropa está en mi armario, con la excepción de unos pocos dispersos en el suelo y mis joyas están escondidas en una caja de mármol, son todas las pude salvar del fuego.

También tuve la fortuna de conseguir los anillos de boda de mamá y papá. Todas las cosas por las que tuve que ir a la corte una vez escapé del horrible orfanato.

Trago, dándome la vuelta lentamente para enfrentar a Michael. Él mira alrededor, asimilando todo.

—Esta es tu habitación—me mira—. Parece tu habitación, nunca fuiste muy creativa.

Él es una cabeza más alta que yo, una cabeza completa.

—No—musito más fuerte de lo quería—. No puedo decorar una mierda, ni siquiera puedo vestirme como una dama adecuada.

Vestidos combinados, vestidos rosas con lazos azules brillantes y tacones amarillos.

—Lo hiciste bien.

—Solo estás siendo amable.

Mis ojos se posan en la cama y me rio al pensar en lo pequeña que es, ¿cómo vamos a encajar los dos en ella? Y oh Dios, rechina. Maldito infierno, casi puedo oír los chirridos que saldrán de allí.

Presiono mi palma contra mi frente, observo a Michael. Sus ojos arden en los míos, con una sonrisa en su rostro.

—¿Por qué estás tan sonriente?