Dicho y hecho. Elizabeth volvió con una tarjetita de plástico, donde decía mi nombre, una foto con retoques en photoshop que me hacían ver bastante mayor y mi edad de diecinueve años.
-Fue un trabajo rápido. Me debes una –advirtió Beth cuando me la entregó.
Le sonreí.
-Sí, te debo muchas.
Katherine y yo no nos hablamos mucho más que en la cena, con unos pobres intercambios de “¿Me prestas la sal?” o “Ups. El aceite se me resbaló, no pensé que se iba a caer en tu blusa favorita”. No pude dormir por la risa que me dio al ver su cara.
El jueves desperté con vértigo y con ganas de vomitar en la misma cama. Desayune con acidez en la boca que no se quito ni siquiera con tres lavadas de dientes. Todo indicaba ir de mal a peor. Kate, con toda la inocencia del mundo, comenzó a comerse un limón en medio de nuestro viaje a la escuela. Tuvo que parar para que pudiera vomitar tranquila.
Era una suerte que todavía llevara mis chicles.
Niki estaba furiosa con su madre y ese enojo lo hacía pagar conmigo. La Sra. Reeve había dejado de autocompadecerse viendo novelas de amor y se puso un vestido medianamente ajustado para salir a conquistar nuevos hombres. No contaba que cayera uno tan rápido y que en menos de dos semanas, ya estuviera comprometida.
El tipo se llamaba Oscar Bloss, un hombre que trabajaba en una tienda de mascotas, pero que no era veterinario. Poseía una pequeña cantidad de dinero que alcanzaban a pagar unas deudas de la Sra. Reeve y, a cambio, ella se quedaba cuidando al pequeño hijo de su prometido.
Niki no estaba furiosa porque su madre siguiera adelante, claro que no, era más bien que le ocultara algo tan importante a su única hija y que por encima de todo, las cosas fueran tan rápido entre ellos dos.
Emma, luego de pasar las primeras tres clases del día, corrió hasta llegar a nosotras y avisarnos que se había hecho novia con Maxwell Brandon. El hecho de que a ella le gustara alguien y que esa persona le gustara ella no era malo. Pero si en eso entraba Brandon, era algo así como un ataque terrorista.
En resumen, Maxwell era un tipo galán, como Stephen, pero en versión idiota monumental. Iba solo a la escuela para poder practicar deporte gratis y conseguir a una chica aún más tonta para tirársela en el cuarto del conserje. Qué romántico. Creía que Emma tenía una inteligencia por la media, no brillante, pero tampoco ignorante. Hasta ahora.
Fingí felicitarla por el resto del día junto a Niki y Rafael. Esto era incómodo. En el almuerzo, se agregó una nueva silla en donde iba Maxwell. ¿Cuándo fue que se puso tanta gente a nuestro alrededor? La mesa estaba a punto de reventar de la diversidad.
Veamos, por un lado, tenemos la chica embarazada de dieciséis años y que el padre no es nada más y nada menos que un delincuente. Por otra parte, una chica que tenía una madre obsesionada con casarse y el peso perfecto de su hija, un chico que quería aprender secretamente a ser hacker, la novia de este, una perra con coeficiencia mental menos quinientos, y su versión masculina. Junto a mí, un chico callado con pinta de emo y una amante de la moda que se creía inteligente. Wow.
Este día era tan terrible como mi primera vez en la escuela y agradecí enormemente cuando salí.
Luego me arrepentí por agradecer tan temprano, ya que Stephen “mamífero retrasado en peligro de extinción” me esperaba apoyado en su moto. Sí, me esperaba a mí, porque observaba todos movimientos. Desde que salí de la puerta principal de la escuela hasta que bajé los cinco peldaños de la escalera.
Se acercó hasta llegar a mi altura y luego me tomó del antebrazo –otra vez –, hasta llegar junto a su moto.
-Estás embarazada –no era una pregunta. Felicitaciones por entrar en razón. ¿Le debería dar un diploma?
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Destino
RomanceVeamos, por un lado, tenemos a la hija de una madre obsesionada con su peso y encontrar otro esposo perfecto. Un chico que quería aprender secretamente a ser hacker. La novia de este, una perra con coeficiencia mental menos quinientos, y su versión...