Luego del desastroso viernes en que mis padres se dieron por enterados que una vida crecía en mi interior, los pude tachar con tranquilidad en mi lista. Mamá comenzó a cuidarme más, comprando la comida que creía necesaria para mis cuidados y alguna que otra crema para las estrías que se iban a formar por el estiramiento de piel. Obligó a mi padre que subiera del sótano toda clase de documentales y libros sobre los bebés, incluyendo un pequeño video para el post parto. Quedé traumada de por vida.
El domingo me abalancé sobre ella cuando me enteré que eliminó todos los limones de la casa. Oh Dios, como se lo agradecí. Sin embargo, me obligó a prometer que en cuanto cumpliera los cinco meses, tendría que dejar el trabajo.
El lunes, la fiesta de Halloween ya estaba comenzando a ser planificada y los artistas de la escuela se apoderaron del gimnasio para hacer de él una terrorífica mansión para vampiros y vampiresas, el original tema de este año. Emma, cuando se enteró, ya corría por todo el mall buscando su traje perfecto y, de paso, el de Niki y el mío. Me gustaron los colmillos.
-Si quieres te consigo a alguien –propuso Emma durante el almuerzo, el martes.
-No estoy interesada en el género masculino por ahora –gruñí, llevando un pedazo de zanahoria a mi boca –. Además, no es necesario ir en pareja.
-Sí que lo es –terció Nicole. Pareciera que últimamente se le hubiera contagiado la enfermedad de traidores –. Yo voy a ir con Patrick.
-¿Cómo? –La miré casi con mis ojos saliendo de mi cara.
-Fue una apuesta, no te pongas así –rodó los ojos –. En química él creía que si combinaba algo con algo no iba a explotar y bueno… si lo hizo.
-Entonces ese fue el ruido –masculló Emma con los ojos entrecerrados –. En fin, la única que falta en la escuela, por parte de las chicas, eres tu Gwen. Y no te excuses con Francesca y Paris, que ellas son lesbianas.
-¿Quiénes son? –pregunté en voz baja. No me escuchó, por lo que decidí ignorarlo –. Emma, no voy a ir en pareja.
Ella resopló, aunque estaba segura que no se iba a rendir.
Y no se rindió, claro que no lo hizo hasta que me consiguió a Paul Green como mi acompañante vampiro. Para empezar los puntos en contra de esa precipitada decisión por parte de mi amiga, Paul formaba parte de un internado de hombres, era refinado para hablar, sus modales sobresalían increíblemente en la línea de soportables y pareciera incluso más gay que Rafael.
El jueves, para mi tercera sesión con la psicóloga, la mantuve al tanto de toda mi vida, incluyendo el embarazo y el padre. Si mi madre ya lo sabía, ¿Por qué una desconocida no? Dejando a un lado quién había sido el maldito que le quitó la inocencia a su casta hija.
-Stephen Evans es un delincuente –recitó lo escrito en su libreta de notas.
-Exacto –contesté –. Pelea, bebe, se droga y no sé cuantas cosas más. Incluso peores.
-Pero lo encuentras guapo –continuó. Fruncí el ceño, nunca había dicho eso. La Dra. Parker vio mi gesto –. Gwen, te acostaste con él estando borracha. Todo tu sentido común se había marchado con el alcohol y pusiste “on” a tu lado, por decirlo de alguna manera, sincero –se encogió de hombros –. Lo encuentro totalmente normal. No digo que tomar alcohol esté bien teniendo tu edad… Pero eres adolescente y no está mal probar nuevas cosas.
-Pero ese “on” resultó un embarazo –repliqué sarcástica –. No creo haberme emborrachado tanto.
-Pero sí lo suficiente para querer estar con Stephen, Gwen –contestó con paciencia y dulzura la doctora –. Él debe ser un chico atractivo, ¿Cómo es?
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Destino
RomanceVeamos, por un lado, tenemos a la hija de una madre obsesionada con su peso y encontrar otro esposo perfecto. Un chico que quería aprender secretamente a ser hacker. La novia de este, una perra con coeficiencia mental menos quinientos, y su versión...